Avanzado 2024 podemos plantear que el escenario político latinoamericano está viviendo cambios importantes respecto de una década atrás. Las fuerzas conservadoras a nivel global se han ido potenciando y al mismo tiempo se da el fortalecimiento regional de las derechas. Estas han ido modificando su accionar para disputar mediante una serie variada de artefactos el sentido común de las sociedades contemporáneas.

No se da el mismo proceso en todos los países de la región, pero sí hay marcas o formas que van circulando de un lugar a otro. Hoy las redes y la posibilidad de contactar en diversos lugares permite que los influenciadores digitales de derecha estén siendo vistos por muchos seguidores a la misma vez y en distintos países. El más destacado influenciador y difusor de posiciones conservadoras es el argentino Agustín Laje, que se presenta como politólogo egresado de la Universidad de Córdoba. Tiene un posgrado en estudios y tácticas contraterroristas en la Universidad de Defensa de Washington, que es un centro de formación del Pentágono. Se lo ve muy formado en técnicas de coaching, además de tener evidentemente acompañamientos y asesoramientos varios. En este momento, además, su país, con la presidencia de Javier Milei, está siendo observado por buena parte del globo.

El gobierno libertario es un foco de atención a nivel regional para las derechas, que están haciendo lo posible para tomar o continuar en el poder. Es por eso que las reuniones y encuentros entre los líderes conservadores y las dinámicas que llevan adelante son noticia y evidencian los intentos de coordinaciones entre la gran familia de las derechas para impulsar y consolidar sus proyectos.

Controlar el pasado y disputar la memoria

Uno de los pilares fundamentales de estos planes es el de cuestionar lo sucedido durante las dictaduras de los años 70 en la región. La verdad histórica se está pretendiendo negar desde los sectores conservadores, que hoy reunidos conforman un bloque que juega con la desinformación y la manipulación de los hechos del pasado para continuar detentando privilegios obtenidos muchas veces mediante delitos (los hurtos de propiedades y de bienes fueron parte también de las acciones que impulsaron a quienes participaban activamente en la represión1). En definitiva, eso fue lo que hicieron muchos de los que ayer llevaron adelante los golpes de Estado y otros los apoyaron porque lograron obtener ganancias mediante el aniquilamiento de los reclamos de los trabajadores organizados.

Es una realidad también que en aquellos años 70 hubo apoyos desde la sociedad civil para implantar esas dictaduras sangrientas. La última obra de Magdalena Broquetas, Ganar la guerra, profundiza en la línea de investigación que se viene desarrollando respecto a esos apoyos sociales “cotidianos”, los apoyos que no son parte de grandes movimientos políticos o que no vienen desde arriba, sino que, como dice la historiadora, fueron parte de un proceso desde abajo (porque también hay un abajo de derecha y conservador).

En anteriores escritos he retomado la posición de Helios Gallardo y la problematización que desarrolla sobre los sectores populares, cuando plantea que en ellos siempre existieron (hoy también existen) apoyos a los proyectos conservadores (como las dictaduras de los años 70).

En definitiva, ese accionar y esas posiciones conservadoras son las que explican que hayan existido secuestrados, torturados, desaparecidos. También explican que pasado casi medio siglo de esos acontecimientos hayan surgido posiciones que niegan los episodios o que intentan resquebrajar la verdad histórica justificándolos con medias verdades o intentando eliminar conceptos como el de “terrorismo de Estado” de los programas de la educación.

En una suerte de artificio, los guardianes del garrote aseguran que sus posturas van contra un modelo hegemónico global que llega desde los organismos internacionales y que coloca los derechos humanos en un lugar de privilegio en las sociedades contemporáneas. A partir de ese artificio suman a sus posiciones y atacan asegurando que hay un negocio montado alrededor de los derechos humanos y que los antiguos responsables de la desestabilización social hoy cobran grandes sumas de dinero provenientes de esos organismos.

En Uruguay aún no ha sido perforada la causa de los desaparecidos. La Marcha del Silencio es una de las más multitudinarias todos los años, aunque desde la última legislatura existe un partido como el cabildante que niega los hechos del pasado y defiende a los responsables de cometer delitos de lesa humanidad afirmando que son presos políticos, y aunque se hayan aprobado proyectos como el recientemente votado en el Senado, que intenta beneficiar a los represores que hoy están presos.

Batalla cultural recargada

Lo que el influenciador estrella de la nueva derecha llama “batalla cultural” ha sido tomado por una de las senadoras del Partido Nacional en Uruguay y por la usina ideológica de ese partido, el Instituto Manuel Oribe. Agustín Laje lucha contra las posiciones de izquierda desde hace casi dos décadas, cuando Néstor Kirchner era presidente. Es decir que las nuevas derechas tienen décadas de acumulación de saberes (grandes inversiones en think tanks), de recorrer la región y el mundo lanzando sus medias verdades.

Esas medias verdades tienen una dirección clara: quebrar a las izquierdas y su universo ideológico. Para ello han ido elaborando una serie de artefactos muy potentes para disputar el sentido común de las sociedades contemporáneas. En ese combo aparece la publicación de sus libros en editoriales insignificantes al principio hasta llegar en la actualidad a estar en los lugares más visibles de las librerías y ser muy vendidos. A esto suman las apariciones en los grandes medios de comunicación radiales, televisivos y en prensa escrita, y además se reúnen en charlas y foros públicos. Todo este material hoy es subido –con un trabajo de producción muy cuidado– a las redes y diversas transmisiones en directo (stream), lo cual da una presencia potente y permanente en el imaginario social contemporáneo.

Las izquierdas deberán prepararse para afrontar esta nueva etapa histórica y volver a definir su estrategia para lograr colocar en el centro a los seres humanos y no al capital.

Este proceso entronca con “la colonización empresarial de la vida”, al decir de Alfredo Falero, la manera en la que el sistema dominante hace creer y ver que todos somos emprendedores, que debemos reconvertirnos, adaptarnos, cambiar de proyectos, de tareas, estar atentos a las novedades, ver qué quiere o necesita una población determinada. En definitiva, es la idea que transmitieron los ultraliberales de la Escuela Austríaca de Economía, que hace referencia a la competencia entre los individuos; eso es lo que mueve a las sociedades para estas visiones ideológicas. El más apto, el que mejor se posicione será el que logre subsistir, es lo que Javier Milei llama “despertar leones”, esos son los que podrán vivir.

¿Qué nos depara el futuro?

Promediando 2024 se puede ver a América Latina con las derechas renovadas y potenciadas, con un país como Argentina en el centro de la coordinación regional, impulsando un proyecto de ajuste estructural profundo, y con un presidente que recorre el mundo impartiendo su credo de odio a cualquier idea o proyecto que vea a los humanos como iguales y no como competidores.

Este mismo presidente intenta realzar y mantener la figura de Jair Bolsonaro visitándolo y poniéndose a disposición para que vuelva a presentarse en futuras elecciones o para que directamente vuelva a intentar un golpe de Estado.

La posibilidad de un cambio de gobierno en Venezuela también afila los dientes de esta nueva derecha que tiene a toda la región en la mira, como afirmó Laje en la presentación de su libro en la Feria del Libro de Buenos Aires: “Vamos a dar esta batalla cultural y vamos a salvar no sólo a Argentina, sino al continente”. Y esa batalla no es sólo cultural, en Bolivia en 2019 se llevó adelante un golpe militar “tradicional” y este año hace unos meses volvieron a intentar dar otro golpe.

Nada hace suponer que esta situación vaya a cambiar, sino que se puede intuir que desde el norte llegarían apoyos si Donald Trump logra ser electo presidente en Estados Unidos. Ante esta situación, las izquierdas deberán prepararse para afrontar esta nueva etapa histórica y volver a definir su estrategia para lograr colocar en el centro a los seres humanos y no al capital.

Héctor Altamirano es docente de Historia.


  1. Para los delitos cometidos en dictadura en Uruguay puede consultarse: Altamirano, H (2024). “Los primeros estudios historiográficos sobre la dictadura, su historia económica y los delitos económicos”. Encuentros Uruguayos, 17(1). https://doi.org/10.59842/17.1.1