Hace muchos años que nuestro país es reconocido por contar con el carnaval más largo del mundo. Desde hace casi 30 años, también por ser el país con uno de los procesos electorales más largos del mundo.
En efecto, desde la reforma constitucional de carácter electoral de 1996, el proceso se inicia 60 días antes de las elecciones internas de los partidos políticos, que la normativa convoca para el último domingo de junio cada cinco años con el objeto de elegir una candidatura única por lema partidario, y finaliza 15 meses después.
Para ser más gráfico, tomemos este período que comenzó alrededor del 2 de mayo, que tuvo su primera elección el 30 de junio, que continuará el 27 de octubre, fecha en que se elegirá la presidencia y vicepresidencia, las cámaras de Senadores y Diputados y las juntas electorales, pero si ningún lema llega al 50% más uno de los votos, seremos convocados 30 días después para definir en segunda vuelta (balotaje) entre los lemas que hayan entrado en primer y segundo lugar el 27 de octubre, sin importar si la distancia entre ambos fue de un 1% o de 20%.
Y para ser más gráfico todavía, la Constitución da la chance a los perdedores (no importa por cuánto) de juntarse para ganarle al que ya les ganó.
En otros países, no muy lejanos, se puede acceder a la Presidencia sin segunda vuelta si se obtiene como mínimo el 45% de los votos y una diferencia de diez sobre el segundo. Este dato lo comparto sólo para ver lo grosero de esta normativa.
Pero el proceso no termina allí. Mientras los legisladores electos asumen el 15 de febrero del año siguiente y el Poder Ejecutivo a partir del 1° de marzo, y se van designando los responsables para las funciones no electivas (o sea de designación directa), esos mismos legisladores se ponen al hombro la campaña para las elecciones departamentales y municipales del segundo domingo de mayo. Los intendentes y ediles que resulten electos asumirán el 1° de julio.
En síntesis, cinco elecciones en cuatro actos electivos en 11 meses entre el primero y el último, más los dos meses previos a las internas y los 45 días posteriores a las departamentales. Parece demasiado 15 meses con la urna entre ceja y ceja.
A 30 años de la implantación de esta “maratón electoral” no estaría mal que el sistema político analizara en profundidad y lejos de un período electoral si esto es bueno para el país, si esto “agrega democracia” o se puede resolver en forma más eficiente, pero también más transparente.
A 30 años de la implantación de esta “maratón electoral” no estaría mal que el sistema político analizara en profundidad y lejos de un período electoral si esto es bueno para el país.
No soy ingenuo. En los partidos de la derecha no voy a encontrar eco para abrir este debate. A nadie escapa que este sistema fue creado para detener el inexorable avance electoral que acompañaba a la expresión política de los intereses de las grandes mayorías nacionales y populares: el Frente Amplio. Es más, no hace falta ser brillante para darse cuenta de que el balotaje es el único instrumento que los hace competitivos a la hora de pelear el poder a través de las urnas.
No espero ninguna iniciativa de su parte para modificarlo, pero el Frente Amplio, que ya perdió con balotaje, que ya ganó con y sin él, y que seguramente vuelva a ganar en breve, debería instalar el debate con la premisa de hacer un proceso no tan extenuante, menos costoso y con mayor transparencia.
¿Está bien que haya un candidato único por lema? Mi respuesta es sí, y es lo más sabio que el pueblo uruguayo acompañó en 1996.
¿Está bien que las elecciones nacionales se desarrollen cuatro meses después de las internas? Parece un plazo excesivo. A partir de definirse las candidaturas en las internas, una campaña de 60 días de duración sería más que suficiente.
¿Aporta valor democrático al país el balotaje? Mi respuesta es no. Es más, nació mal. Se pergeñó para que el FA no accediera al gobierno y hoy es la apuesta de todo el oficialismo: unir todo lo unible para bloquear al FA –la primera fuerza política del país– en su retorno al gobierno.
Es un sinsentido que las cámaras legislativas queden resueltas en octubre y que el presidente lo conozcamos un mes después, tiempo que necesita el ahora partido republicano para acomodar el cuerpo y tejer supuestos acuerdos programáticos más vacíos que los partidos de la B entre semana y por la mañana.
Este sistema les permite a los partidos de la derecha elegir sus legisladores en forma independiente, haciendo gárgaras con su historia y su identidad. Hacia octubre unos se abrigan con el poncho de Aparicio y otros con el sobretodo de Batlle y Ordóñez. Hacia el balotaje y las departamentales, ya no hay blancos ni colorados ni cabildantes; son todos de la “coalición republicana” y como por arte de magia desaparecen las diferencias.
Los une el llegar al poder y ser parte de la repartija, aunque a algunos les corresponda el plato principal y a otros alguna migaja. El tema es ganarle al FA, y no tienen empacho en reconocerlo.
Ahora, si la cosa es tan clara, si las cartas están a la vista, ¿no habría que transparentar la Coalición Republicana desde las internas hacia octubre? Un solo candidato, un solo programa, un solo lema. ¿Por qué no se presentan como lo que son en mayo y octubre: el Partido Republicano?
Si para las departamentales lo pueden hacer, pues ya lo han anunciado en Montevideo, Canelones y Salto, ¿qué es lo que les impide hacerlo en octubre a nivel nacional y evitar el balotaje de noviembre?
Javier Cousillas es integrante del Movimiento Alternativa Socialista.