Los datos del Censo 2023 fueron presentados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) el 10 de diciembre de 2024. La lectura de la información sugiere temas a considerar hacia el tercer ciclo del Sistema Nacional Integrado de Cuidados.

La población de Uruguay es de casi tres millones y medio de habitantes, apenas 2,5% mayor que en el Censo 2011. Una mayor proporción de adultos mayores (15,6%), aún más longevos, y menor porcentaje del grupo de hasta 15 años (18,5%) evidencian el envejecimiento de la población.

En la baja natalidad y el envejecimiento de la población se concentran las tensiones sobre el sistema de cuidados. Estas tensiones serán más profundas en el mediano plazo, según las proyecciones de población del INE.

Desafíos para las ciudades y para los cuidados

Los niños y niñas, los adultos mayores y las personas en situación de discapacidad son los tres grupos a los que se dirige el Sistema Nacional Integrado de Cuidados.

En la presentación de los resultados preliminares y en el visualizador del Censo 2023 aparecen algunos datos sobre estos tres grupos que, una vez localizados en el territorio, serán insumos relevantes. La población por grupos de edad y su situación específica por localidad nos mostrarán los requerimientos de cada centro poblado y sus áreas rurales de influencia.

Menores de 15 años

Los menores de 15 años son un grupo prioritario, en especial por el 20% de pobreza infantil y la considerable disminución de la natalidad. Los pocos niños y niñas que nacen deben tener asegurado su derecho a la alimentación, cuidados y vivienda.

Todos los partidos políticos durante el último año han reconocido la prioridad de combatir la pobreza infantil como tema urgente. No menos importante es el desafío para las políticas habitacionales, ya que la vivienda es un factor relevante en la pobreza. Las carencias que el Estado deberá atender no se resuelven únicamente con transferencias monetarias. La vivienda y la ciudad son clave para sus condiciones de vida.

Aunque la emergencia se concentra en la situación de pobreza, las exigencias para el sistema de cuidados de niños y niñas aumentan por la disminución progresiva de los menores de 15 años.

Si el aumento de la natalidad se planteara como objetivo de las políticas públicas, supondría, entre otras medidas, crear más escuelas de tiempo completo, universalizar las licencias parentales y extender el sistema de cuidados para que las personas tengan algunas certezas al decidir si tener hijos o no.

En este sentido se crearon los centros CAIF y los CEMPRE, aunque aún falta universalizar la cobertura para niños y niñas de entre 0 y 3 años y apoyar la trayectoria en primaria y secundaria –ambos desafíos compartidos con el sistema educativo–. Todos estos mecanismos deberían estar al alcance de cada familia con niños a cargo, sin olvidar la emergencia, pero procurando la universalidad en el mediano plazo.

Mayores de 65 años

El segundo grupo objetivo es la población mayor de 65 años. Un asunto clave para el próximo ciclo del sistema de cuidados es el aumento de la cantidad de personas mayores en el futuro, y su creciente longevidad.

Aunque no todos necesiten cuidados, las políticas dirigidas a este grupo deberán atender nuevas formas de trabajo remunerado, actividades sociales, entretenimiento, turismo y cultura para sostener su bienestar.

Según el Censo 2023, los hogares unipersonales alcanzan 29%. Esta cifra es muy alta y aún no sabemos qué porcentaje son mayores de 65 años.

Más allá de la integración del hogar, es necesario analizar los requerimientos de los adultos mayores. Muchos no necesitan cuidados personales, y algunos solamente requieren apoyos para su vida independiente. El sistema de cuidados podría prestar asistencia en el hogar y acompañamiento puntual cuando el entorno no lo resuelva.

Los dispositivos de cuidado creados especialmente para adultos mayores incluyen centros diurnos y establecimientos de larga estadía. Existe la oportunidad de complementar su funcionamiento en forma intergeneracional. La creación de centros diurnos para adultos mayores, centros de capacitación, lugares de reunión y socialización complementarios a centros de cuidado para niños y niñas fuera del horario escolar. Los establecimientos de larga estadía pueden complementarse, por ejemplo, con alojamiento para jóvenes estudiantes de otras ciudades, promoviendo la integración de generaciones. Las posibilidades son múltiples.

Otros ejemplos, como la red de adultos mayores que se autocuidan que funciona en el municipio G o el sistema de cuidados del municipio B, son experiencias a evaluar para desarrollar nuevas estrategias y diversificar programas en el próximo ciclo del sistema.

Si el aumento de la natalidad se planteara como objetivo de las políticas públicas, supondría, entre otras medidas, crear más escuelas de tiempo completo, universalizar las licencias parentales y extender el sistema de cuidados para que las personas tengan algunas certezas al decidir si tener hijos o no.

Personas en situación de discapacidad

El tercer grupo objetivo es la población en situación de discapacidad. El censo refiere un 23% de personas que declaran una discapacidad leve, 6% moderada y 1% severa. Estas cifras se deberán comparar con los datos del censo anterior –leve 11,5%, moderada 3,4% y severa 0,6%– y analizar esas divergencias.

En cualquier caso, surgen desafíos a resolver en el sistema de cuidados para las personas que requieren asistencia personal.

El programa de Asistentes Personales fue diseñado con prestaciones estandarizadas, horas de asistente fijas y capacitación también uniforme. Una vez que se localicen en el territorio quienes necesitan asistencia, el tipo de apoyo y el grado de dependencia, se podrá también promover la especialización del sistema según especificidades de cada grupo.

Hay más de 6.000 personas esperando esta prestación, incluyendo niños y niñas con condición del espectro autista.

Las respuestas no pueden ser uniformes ni las personas pueden esperarlas durante cinco años.

Frente a la diversidad de situaciones, es clave formar asistentes especializados para distintos grupos etarios y exigencias diversas, con horarios flexibles y sistema de suplencias que aseguren el apoyo a quienes lo necesitan allí donde estén, sin dejar a nadie atrás.

El derecho a los cuidados

La palabra cuidados tiene un significado que puede remitir a la dependencia de quien es cuidado, si bien el derecho a ser cuidado no está en debate. Más allá de la semántica y los significados de las palabras, todos necesitamos eso que llamamos cuidados.

Basta pensar que en algún momento de nuestra trayectoria vital todos fuimos, somos o seremos dependientes; de pequeños o cuando muy mayores, también si aparecen dificultades transitorias o permanentes tenemos derecho a ser cuidados.

Los microdatos del censo nos permitirán localizar la población objetivo por barrios y localidades, y promover un nuevo avance hacia la inclusión y la autonomía de todos los grupos. Estamos en condiciones de diseñar un sistema integral que apoye a cada persona según sus necesidades. Para lograrlo importa conocer dónde se concentran niños y niñas, adultos mayores que requieren apoyo y personas que tienen algún tipo de dependencia.

La corresponsabilidad del Estado, las familias y los privados implica el involucramiento y la participación de todos los actores para el diseño del sistema. En este proceso participativo el tercer ciclo tendrá la posibilidad de superar los dos períodos transcurridos, adaptar e incorporar experiencias nuestras y de otros países.

El derecho a la ciudad

Tanto los centros de cuidados para niños y niñas como los centros para adultos mayores o los espacios públicos y centros comunitarios de accesibilidad universal son parte de la ciudad inclusiva que queremos alcanzar.

Los retos para las ciudades son los mismos, aunque más específicos. Una ciudad inclusiva no sólo mejora la vida de las personas que tienen alguna peculiaridad, sino la de la ciudadanía toda.

El derecho a la ciudad se traduce en señalización visual y sonora, en la accesibilidad física, movilidad y transporte público inclusivos, en el diseño de edificios y espacios públicos que no presenten barreras para ninguna persona.

A los componentes ya conocidos de accesibilidad del entorno construido, se suman nuevas posibilidades para complementar el sistema de cuidados. A partir de los microdatos y la localización de personas –según grupos de edad, tipos de dependencia o situaciones de discapacidad–, es posible pensar el sistema en el territorio e instrumentar políticas dirigidas a la autonomía y la accesibilidad localizadas, empezando por intervenir allí donde habitan quienes lo necesitan.

Las barreras no están en las personas, sino en su entorno

Aunque la accesibilidad debería ser universal, en todas las ciudades y en todos los barrios, la reparación de veredas y la instalación de rampas y señalización en torno a los centros educativos –ya iniciada en Montevideo y otras localidades– es prioritaria en el entorno de locales de enseñanza, centros de cuidados de niños y niñas, así como de centros diurnos y establecimientos de larga estadía para adultos mayores.

Conocer cómo se distribuyen las 3.500 personas diagnosticadas con trastorno del espectro autista –TEA– permitirá asimismo instrumentar estrategias de integración en los centros de enseñanza y adaptar los servicios públicos para la integración social.

La discriminación a quienes son distintos es una barrera actitudinal que tiene componentes culturales y sociales. Superar las barreras actitudinales y eliminar las físicas es una necesidad para la integración y la cohesión sociales.

La prevención como parte de los cuidados

Para lograr un sistema realmente integral es clave incorporar la adaptación de las viviendas y eliminar las barreras dentro del hogar.

Un componente de viviendas adaptadas podría ser parte del sistema de cuidados. Incluso la aplicación del baremo único podría incluir un capítulo sobre su entorno, y analizar la adecuación de la vivienda a su situación específica.

La adaptación de la vivienda es necesaria para adultos mayores y personas de cualquier edad con dificultades motrices o sensoriales, sean estas leves, moderadas o severas.

No hay una adaptación universal. Si una persona tiene baja audición, la adaptación de la vivienda debe resolver ese problema específico, y si el problema es de visión, las adaptaciones serán otras.

Sin embargo, sí debemos considerar la adaptación básica de la vivienda de adultos mayores para evitar accidentes domésticos, que son frecuentes y disminuyen la calidad de vida, además del alto costo para los sistemas de salud.

Prevenir es parte sustancial de la ecuación de los cuidados. La vivienda debe adaptarse a las personas, y las ciudades deben cambiar. Los espacios públicos, el transporte, las calles y veredas, la señalización urbana y los edificios necesitan adecuarse a las personas y no a la inversa.

Los datos del censo nos permitirán ajustar los objetivos del Sistema Nacional Integrado de Cuidados y optimizar el despliegue de las acciones en el territorio, en el entendido de que ser cuidado es un derecho.

Alicia Artigas es arquitecta y magíster en Ordenamiento Territorial y Desarrollo Urbano.