La violencia en los barrios pobres aumentó de forma exponencial durante el período de gobierno de Luis Lacalle Pou. Las personas que viven en esas zonas están bajo una inquietud permanente, y lo peor es que está naturalizada. Saben que las balas pueden picar en sus cuerpos o cerca y que la vida puede desaparecer de un momento a otro.

La mayor parte de la población de nuestro país está pasando por situaciones desagradables con respecto a la seguridad. Los asesinatos en diversas zonas son una constante. Cuando la Policía llega a patrullar la zona y a ocupar el territorio por unos días, los delitos se desplazan a otro lugar. La rueda no se detiene y empieza a rodar en otro lado. El microtráfico, el resguardo de mercancías, el traslado de estas –dicen los especialistas– son los motivos de esas disputas.

Las denuncias bajaron, pero los delitos aumentaron. Es tan evidente este hecho que los propios integrantes de la coalición conservadora que días atrás dejó el gobierno han salido a decirlo públicamente: han fracasado en la “batalla contra el delito”. El gobierno anterior usó las fuerzas policiales para imponer sus objetivos cortoplacistas de obtener votos, pero no pensó en el país.

Reproducir la lógica policial de la “guerra contra el delito” no hará que la situación mejore. Los países que desarrollaron esta política obtuvieron los resultados opuestos. Aumentaron los muertos, la corrupción y las zonas controladas por el crimen organizado.

Los impulsores de estas propuestas intentan desviar la atención de los lugares por donde realmente se mueve el dinero. Como ha quedado claro con la obra Vendedores de cuchillos: el lavado de activos en Uruguay, de Ricardo Gil Iribarne, Daniel Espinosa Teibo y Gabriel Tenenbaum, los activos que se lavan son un problema que la coalición conservadora se encargó de flexibilizar y que el gobierno actual deberá trabajar para que se entienda que son delitos muy graves aunque no existan balaceras.

La ley de financiamiento de los partidos políticos no existe. Durante la última campaña fue espectacular ver cómo algunos sectores del Partido Nacional hacían propaganda por millones de dólares. Hoy sabemos que uno de sus contribuyentes fue la empresa Conexión Ganadera, que estafó a miles de personas.

Lo mismo sucede con el candidato enigmático surgido del marketing que se posó en los colorados. ¿De dónde ha obtenido tanto dinero ese candidato? ¿Lo sabremos como ciudadanía algún día? ¿No pone en juego la democracia una opacidad tan grande?

El empresario-narco de las Torres del Buceo o La Tahona es intocable o apenas lo acaricia la justicia y las leyes. El que vende los restos y las migajas de lo que queda es el objetivo.

Grandes empresarios y prestigiosos bufetes de abogados son los que disfrutan de ese dinero que hace girar la rueda del sistema. Los aviones privados, sus campos y lanchas aparecen en un mundo de Galería. La otra cara de la moneda es la de los barrios periféricos, en donde se desarrollan las luchas más crudas y se cobra la vida de jóvenes que no tienen futuro y quedan encerrados en una realidad de hambre, frío y balas.

El empresario-narco de las Torres del Buceo o La Tahona es intocable o apenas lo acarician la Justicia y las leyes. El que vende los restos y las migajas de lo que queda es el objetivo, y se coloca a los pobres en la mira judicial-policial.

¿Los activos que se lavan en millones son los que permiten construir los edificios que hoy están saturando la ciudad, los megaemprendimientos en Maldonado que no se paran de construir, aunque no viva nadie en esos lugares de cristal?

El problema es global, y es en Europa donde se vende y se amasan estas fortunas, porque allí la tonelada aumenta de valor. Es en ese continente donde disfrutan de esas fortunas más grandes. Como hace siglos, las materias primas y los muertos los ponen los países colonizados. La religión de mercado, al decir de Franz Hinkelammert, cobra en vidas su puesta en funcionamiento. Los fieles son obligados a participar en un sistema basado en la violencia estructural.

La sociedad vive cada día más cercada entre las fuerzas policiales y bandas criminales que avanzan por todo el país. La región está en la misma situación o tiene problemas mayores. Las salidas deberán ser regionales o se perderán muchas vidas por no poder elaborar políticas en una región que está sumida en una catástrofe permanente.

Esta situación implica la desconfianza en el otro, introduce en la sociedad la lógica del individualismo, la lógica del sistema que recrudece su perversión, implica la voracidad de un sistema que no se detiene ante ninguna circunstancia: decapitaciones, desplazamientos, muerte de infancias, etcétera. Hace semanas, una madre fue asesinada junto a su bebé y la sociedad continúa su vida como si nada hubiese ocurrido. Decenas de niños viven en el Pereira Rossell debido a la violencia de las balaceras. Es la victoria de la barbarie.

La voracidad del capital no deja nada en pie, busca quebrar cualquier indicio de solidaridad. Existen miles que sólo saben de balas, miedo y desprecio. La construcción de un país que brinde oportunidades y que ofrezca seguridad es imprescindible para no acercarnos a los proyectos más reaccionarios. Las derechas en nuestro país están virando y mostrando que serán capaces de barbarizar aún más a la sociedad (miremos la “vecina orilla”) y enfrentar al nuevo gobierno desde la misma transición, como quedó demostrado.

Héctor Altamirano es docente de Historia.