“La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura; y también cuando leía: los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas se fortifican, y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza”. De tan elegantes formas presenta Miguel de Cervantes la locura de Alonso Quijano, el bueno. Parece un discurso político que fundamenta y justifica razones que no le asisten al mal/dicente.

¿A cuenta de qué cuentos te cuento esto? Hay disonancias en alguna parte del discurso progresista que más parecen un reflejo del alegato conservador de siempre: “No hay plata”. Los recursos son finitos. No se puede aumentar la carga impositiva. Sobre falsas premisas se construye un “relato” tan coherente como poco quijotesco.

¿Escucharon hablar de la teoría del derrame? Hay que promover que los ricos ganen mucho para que ahorren e inviertan, generen trabajo y las personas puedan atender las necesidades de sus familias… trabajando. Hay millones de versiones de este poema, pero creo que, en esencia, es más o menos eso lo que está marcado a fuego, sobre piedra y para siempre en nuestra cultura “occidental y cristiana”. Así son la democracia y la libertad. La sacrosanta libertad del capital para acumularse hasta el infinito. La rentabilidad es el motor de la economía, no las necesidades y menos los sueños del hombre de igualdad, fraternidad, justicia…

Como el capital va tras la renta más alta posible, invierte donde las condiciones son “más competitivas”: pocos impuestos y mano de obra barata.

Podemos resumir el razonamiento. Para solucionar los problemas más acuciantes de las personas, para atender los derechos humanos más elementales, se necesitan recursos. Para que haya recursos la economía debe crecer. Para que la economía crezca se necesita inversión. Como no hay capital nacional suficiente, se necesita “inversión extranjera”. Para que vengan los inversores hay que ofrecerles recursos naturales y condiciones favorables para explotarlos.

En la realidad, la teoría del derrame es inverificable. Promete lo que nunca cumplió y lo condiciona a supuestos que nunca terminan de darse, porque es una cadena larga, con muchos eslabones débiles.

Me permito alegar que recursos hay. La propiedad no se reparte, es apropiada por los más fuertes y con la propiedad (de los llamados bienes de producción) vienen los ingresos, la riqueza, el poder. También la necesidad de justificar lo injustificable y defender lo indefendible. En la guerra, se sabe, todo vale. Los “recursos” se gastan, por ejemplo, en armas y fuerzas armadas, gastos superfluos de todo tipo, prioridades indecentes, y también se evaden a paraísos fiscales.

Sobre la base de que es imprescindible la inversión extranjera, se hace insoslayable participar por la competencia para captarla. Y no se trata de ver que el gobierno “se baja los lienzos” más rápido y más abajo, sino de gobiernos que les bajan los calzones a los ciudadanos comunes y corrientes (perdón por la crudeza de la alegoría).

En la realidad, la teoría del derrame es inverificable. Promete lo que nunca cumplió y lo condiciona a supuestos que nunca terminan de darse, porque es una cadena larga, con muchos eslabones débiles.

“Vencidos” (1920), el formidable relato de don León Felipe, resuena en mi pensamiento:

“Por la manchega llanura / se vuelve a ver la figura / de Don Quijote pasar, / Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura, / y va ocioso el caballero sin peto y sin espaldar, / va cargado de amargura,/ que allá encontró sepultura su amoroso batallar.

Va cargado de amargura / que allá ‘quedó su ventura’ / en la playa de Barcino, frente al mar.

Por la manchega llanura / se vuelve a ver la figura/ de Don Quijote pasar, / Va cargado de amargura, / va, vencido, el caballero, de retorno a su lugar.

¡Cuántas veces, Don Quijote, por esa misma llanura / en horas de desaliento así te miro pasar!

¡Y cuántas veces te grito: hazme un sitio en tu montura / y llévame a tu lugar; / hazme un sitio en tu montura, caballero derrotado, / hazme un sitio en tu montura,/ que yo también voy cargado / de amargura / y no puedo batallar!

Ponme a la grupa contigo, / caballero del honor, / ponme a la grupa contigo / y llévame a ser contigo / pastor.

Por la manchega llanura / se vuelve a ver la figura / de Don Quijote pasar”.

¿Es posible salir a batallar? Como antes, no. Por eso se hace necesario buscar otros caminos, nuevos métodos, relatos alternativos.

Negra, cartonera y diputada argentina, Natalia Zaracho proclama: “En el campo nacional y popular tenemos que dejar de resignarnos a candidatos moderados y empezar a plantear una agenda clara, con propuestas concretas [...]. Este gobierno está yendo contra todo y nuestro próximo candidato o candidata tiene que ir fuerte, con una agenda clara”.

Así como es necesario disputar la idea de libertad, también tenemos que repensar la de democracia. En las dimensiones de la libertad y la democracia caben las ideas de igualdad, justicia, solidaridad… ¿O nos conformaremos con las caricaturas?

David Rabinovich es periodista de San José.