Inesperado no es un adjetivo que pueda usarse para calificar el resultado de las pasadas elecciones en Maldonado. No, al menos, si se sigue la prensa o se tiene una vaga idea de lo que sucede en el departamento: el resultado acaecido es el único posible y el previsible al menos desde que se conocieron las candidaturas, si es que no desde antes. Claro que con el diario del lunes cualquiera hace predicciones, pero se puede analizar muy brevemente el proceso, sólo para aprender de los errores.

Por el lejano 2019 se conformó una generación de jóvenes del Frente Amplio (FA) que disputó el “voto a voto” en la campaña del balotaje y que tuvo un rol clave en el desempeño electoral. Para muchos y muchas compañeras fue su primera experiencia de militancia, orientada por otros jóvenes con varias campañas a cuestas. Algunos de esos compañeros y compañeras sostuvieron la militancia hacia las departamentales, e incluso después de aquella derrota, convencidos y convencidas de que la renovación era impostergable. Se logró incluso la participación de la juventud en la conducción de la fuerza política –algo inédito y resistido–, tanto así que no se pudo sostener.

Puede situarse en 2022, cuando algunos ediles regresaban de cuestionados viajes institucionales financiados por la Junta Departamental, el momento en que se desmoronó lo que quedaba de aquella experiencia. No fue el primer encontronazo, sino el último: ya se habían planteado diferencias cuando se supo que en plena pandemia los ediles de todos los partidos votaron un aumento de la cuestionable partida de dinero que reciben las bancadas, también cuando se apoyaron excepciones a la normativa de construcción votando con el oficialismo, y otra vez en ocasión del debate por el desalojo y realojo del barrio Kennedy. La fuerza política respaldó una y otra vez a los mismos de siempre. Muchos nos retiramos, los pocos que permanecieron fueron quienes ya integraban la estructura de algún sector.

Para cuando comenzó el ciclo electoral que acaba de terminar, el FA en Maldonado contaba con liderazgos ya derrotados varias veces y una militancia diezmada. Los mismos de siempre, haciendo lo mismo de siempre, esperando por arte de magia un resultado diferente. El adversario, en cambio, ponía en marcha la costosa maquinaria propagandística para dirimir su interna, que, sin embargo, no es la principal razón de su éxito: mientras el FA hacía barriadas con los cuestionados ediles y un puñado de militantes en horario de oficina, los referentes territoriales del Partido Nacional trabajan todo el año en iglesias, clubes, comisiones, agrupaciones, asociaciones y organizaciones de todo tipo a lo largo y ancho de todo el territorio, intermediando entre las necesidades y el gobierno.

Para cuando comenzó el ciclo electoral que acaba de terminar, el Frente Amplio en Maldonado contaba con liderazgos ya derrotados varias veces y una militancia diezmada.

Para quienes gustan comparar cifras, habría que preguntarse por qué el FA vota mejor en las nacionales que en las departamentales y por qué, a pesar de los resultados auspiciosos que se obtuvieron en algunos municipios en octubre y noviembre de 2024, en mayo de 2025 el resultado fue bien distinto. También por qué razón mejoró la participación en las internas, pero los resultados en las generales fueron magros. Es razonable suponer que cuando existen internas competitivas (tanto en lo departamental como en lo nacional), la militancia se involucra, y que hay gente que se siente representada por el FA a nivel nacional, pero no a nivel departamental. Esto último es algo que sucede hace más de una elección, pero que algunos olvidaron en octubre, cuando apresuradamente creyeron conquistado el interior: aunque el FA fue el más votado en 12 departamentos, no pudo conservar Salto y gobernará sólo cuatro (uno de ellos, bien inesperado).

En Maldonado, apenas se pudo conservar los votos de los incondicionales, que tienden a disminuir. Y conocidos los resultados, no faltó la felicitación al adversario, porque la derrota no impide la generosidad con el vencedor, incluso cuando significa la continuación de un proyecto político que deja muchísimas dudas respecto de la probidad de su gestión y que pone en peligro el medioambiente, arriesgando con ello severas consecuencias sociales y económicas. Una razón más para explicar derrotas: es difícil ser gobierno sin ser buena oposición, lo que no significa caer en agravios ni mezquindades, pero exige la defensa tenaz y coherente de las convicciones. Existe la creencia de que se pierden votos defendiendo las ideas y confrontando con el adversario: más se pierden dándole la razón cuando no la tiene.

Es indudable que hay señales de renovación: algunos sectores entendieron hace tiempo que es necesario proyectar relevos y pensar mucho más allá de los próximos cinco años. Habrá que esperar para cosechar los frutos, pero es esperable que en los próximos años se consoliden nuevos liderazgos y se gesten otros incipientes.

Pero no son los individuos los que transforman la realidad, los que hacen la historia: todo lo político es colectivo, y son las construcciones colectivas las que perduran. No alcanza con nombres y caras nuevas si las ideas y las formas son las mismas. Se necesita construir en unidad y con pluralidad para volver a tener equipo y volver a tener proyecto.

El FA que Maldonado necesita debe tener una inserción territorial y social mucho mayor a través de sus militantes; debe estar cerca de la gente; debe conocer los problemas y necesidades del departamento; debe nutrirse de diferentes miradas y sensibilidades. Sólo así se puede encaminar hacia una recuperación electoral, para volver a crecer y redistribuir sin poner en juego las riquezas naturales del departamento, administrando con honestidad, cuidando lo que es de todos y todas.

La renovación es hoy la única esperanza, y no se trata de una cuestión solamente generacional, ni mucho menos de nombres y caras: es necesaria una transformación de las formas de hacer política, que comprenda la realidad del departamento, sus problemas y sus sentires, para proyectar las soluciones.

Marcos Hernández es abogado y maestrando en sociología.