La salud y la enfermedad están interrelacionadas dialécticamente. Hay un proceso dinámico entre esas dos situaciones, entre esos dos polos de la ecuación: se genera la salud en la medida en que se previene la enfermedad y se estudia y se investiga para saber cómo es el devenir de las enfermedades, pero también cómo es que se fomenta la capacidad de estar sanos. Lo más importante es no perder la salud.

La salud y la enfermedad se juegan en el terreno de las sociedades, del entorno inmediato que nos rodea y también de los entornos a distancia. El individuo, más allá de ser único e irrepetible, tiene una dependencia absoluta de su entorno y además es capaz de transformarlo creativamente para que todos nos podamos sentir mejores.

El legado humano

Estamos hablando desde el punto de vista biológico, pero también desde el punto de vista psicológico. Es decir, la finalidad de todas las especies es sobrevivir, pero sobrevivir ganando, evolucionando, adquiriendo nuevas capacidades, desarrollando nuevas estrategias y haciendo un mundo que sea más accesible y más gratificante a los individuos que vivimos en él. Así que individuo y entorno, entorno humano, entorno natural, entorno social, entorno sensorial, todo eso es lo que nos construye y que luego nos genera una identidad. Somos con los otros y somos porque los otros existen, como somos porque hay una cadena humana que llegó hasta nosotros y esa evolución es una riqueza. Una riqueza de la experiencia que ha tenido el hombre con su entorno, el hombre con los otros seres, el hombre con la sociedad, con la cultura, etc.

Transformaciones profundas

Desde mediados del siglo pasado, la medicina tuvo un vuelco absolutamente notable. La medicina antes era la ciencia o la disciplina que entendía de las enfermedades, pero desde el Congreso de Alma Ata en la década del 70, la Organización Mundial de la Salud (OMS) definió que la acción médica, la acción de los profesionales dedicados a trabajar en la salud, no era la enfermedad, sino que era cuidar la salud, prevenir las enfermedades y evitar que el individuo pierda ese estado de equilibrio con su entorno, con sus sentimientos, con sus deseos, con sus compromisos. Además de la familia, juegan un rol importantísimo en esa dinámica de entendimiento y de equilibrio las instituciones.

Los individuos en determinado momento del desarrollo social crearon las instituciones para beneficio de todos. Y de alguna manera las instituciones nos definen. La familia tiene un grado de institucionalidad mayor: somos hijos de, padres, tenemos hermanos, pero también trabajamos en tal lado, estudiamos en tal lado, asistimos a determinados centros culturales, compartimos ideas y deseos y proyectos de desarrollo con otros que nos llenan la vida en un sentido positivo.

Desde la segunda mitad del siglo pasado, la sociedad ha entrado en una vorágine de individualismo, de pérdida de los códigos centrales que tiene nuestra sociedad. Se ha enfermado brutalmente y cada día esto se acrecienta.

Como seres humanos, tenemos derecho a la vida, al estudio, a tener una familia, a tener una identidad, a tener una patria y a vivir en entornos favorables, a contribuir en el desarrollo de las sociedades, de la cultura, del conocimiento, de la enseñanza y sobre todo de la relación entre los seres humanos.

Es muy importante para cada grupo social definir cómo siente al otro, al que no soy yo, pero que está a mi lado y que comparte una cantidad de cosas conmigo y que a su vez forma conmigo un equipo familiar, un equipo institucional, un equipo deportivo, una orquesta o miles de otras agrupaciones que se organizan en la sociedad para que los individuos se realicen en sus tareas pero también porque están brindando a la sociedad una tarea que es fundamental.

La salud es el bienestar físico, psíquico y social de los individuos. Cuando surge un desequilibrio en la salud es porque hay un desequilibrio entre la persona y su entorno. Es decir, así como las aves necesitan el aire y las alas para volar, así como los peces necesitan el agua y que en ella haya alimentos para sobrevivir, todos necesitamos de nuestro entorno y dependemos de él. Y el entorno puede hacerse nutricio, puede hacerse amigable o puede ser terriblemente destructor. Desde la segunda mitad del siglo pasado, la sociedad ha entrado en una vorágine de individualismo, de pérdida de los códigos centrales que tiene nuestra sociedad. Se ha enfermado brutalmente y cada día esto se acrecienta. Este cambio social y cultural ha impactado sobre personas, familias e instituciones, aire, ríos, cultura, y los está enfermando gravemente, tanto que pone al mundo en riesgo de sobrevivencia.

Lo que vemos es el descalabro de la organización social y el impacto terrible que está generando sobre todos nosotros, y más aún sobre los seres más vulnerables, bebés, niños, niñas, adolescentes, personas mayores. La cultura y la naturaleza son igualmente atacadas, espoleadas, sometidas a una degradación ferozmente inhumana. Hoy más que nunca, “el hombre es el lobo del hombre”. Cómo enfrentar esta barbarie desatada puede ser el motivo de otra nota.

Dora Musetti es pediatra, psiquiatra y psicoterapeuta de niños, adolescentes y grupos.