Una amiga me cuenta que, en una conversación sobre el gobierno, alguien le preguntó: “¿Vos sos de los que esperan? ¿O sos de los apurados?”. La pregunta resume el debate que se instaló después de que el secretario de Presidencia le contestara a una militante en redes: “Llevamos recién 30 días de gobierno… Siento que a muchos compas los está dominando la ansiedad”. A partir de allí la oposición política también se sintió con derecho a replicar que al gobierno le faltaba rumbo o, peor aún, que todavía no había empezado.
El balance de los 100 días que se hizo parece haber retomado esta idea. La afirmación de que a la “revolución de las cosas simples” le faltaba impulso fue respondida con un listado de las cosas que se hicieron: desde el restablecimiento de la medicación faltante en la Administración de los Servicios de Salud del Estado hasta la compra de tierras para el Instituto Nacional de Colonización. Pero la mera enumeración no dice nada sobre la jerarquía política de los propósitos. Y las medidas sueltas o anunciadas sin más no necesariamente tienen una recepción positiva en la gente. Las primeras renuncias de jerarcas tampoco colaboran a la precisión de una imagen. Una que valga más que mil palabras.
Óscar Bottinelli ha señalado que el inicio del gobierno se entrampa con el ciclo de las elecciones departamentales (“No hay primeros 100 días de gobierno si hay elecciones departamentales a los 70 días”, Caras y Caretas, 23 de mayo). En otras palabras, hasta que no se instalen los ejecutivos y legislativos de las 19 intendencias y de los 136 municipios —el 11 de julio—, no estará completa la arquitectura política de los próximos cinco años. Así que el gobierno “recién está empezando”, según esta perspectiva.
Pero el argumento, en verdad, parece otro. Es que esta administración tiene que hacerse cargo de un tendal de problemas que dejó el gobierno anterior. Titulé esta columna con el título de una serie, Las cosas por limpiar, porque creo que el gobierno gastó parte de sus 100 primeros días limpiando la casa y haciendo frente a deudas jurídicas y económicas que vienen del gobierno anterior. Y esto vale la pena enumerarlo en una revisión de los 100 días.
Empiezo por lo de Neptuno, claro. No me quiero olvidar de que el gobierno saliente “desoyó” al gobierno entrante y le torció el brazo. Firmó el contrato Neptuno pocos días antes de que el gobierno del Frente Amplio asumiera. Y con eso condujo al gobierno a un corral de ramas en el que cualquier decisión (retroceder o avanzar bajo nuevas condiciones) significa erogaciones millonarias para el Estado. Esto aún está entre “las cosas por limpiar”.
El gobierno gastó parte de sus 100 primeros días limpiando la casa, y haciendo frente a deudas jurídicas y económicas que vienen del gobierno anterior.
Sigo con el acuerdo del Ferrocarril Central (144 millones para cerrar la deuda), el salvataje del Casmu (primer proyecto de ley que requirió el apoyo de la oposición y donde esta votó dividida), la deuda de Ancap (un pasivo de 255 millones de dólares, según Presidencia), la extensión del seguro de paro para el frigorífico Schneck y la ley que reforma la Caja de Jubilaciones y Pensiones de Profesionales Universitarios. Porque todo eso son soluciones que implican nuevamente que el Estado “se haga cargo”.
Son muchos millones de dólares. Y sí, también están los que se aportan año a año para sostener la Caja Militar. Pero recordemos que sí se hizo una reforma de la Caja Militar en 2018, sólo posible por el impulso y los votos del Frente Amplio. Y también hay que recordar que la oposición –y muy especialmente quien fuera ministro de Defensa Nacional en el gobierno anterior– practicaba artes de compromiso con la corporación a costa del Estado todo y de la sociedad toda. Así es fácil, ¿no?
Pero más importante aún son las cosas que no se ven. Por ejemplo, el decreto que extiende por un año la posibilidad de presentar testigos para jubilarse, algo que el gobierno anterior había cortado y que vencía el 30 de mayo. Por ejemplo, la revocación de los contratos entre Antel y los canales privados, realizada recientemente por el Ministerio de Industria, Energía y Minería. Por ejemplo, la derogación del decreto que flexibilizaba condiciones para universidades extranjeras, que hizo recientemente el Ministerio de Educación y Cultura, o la derogación de las leyes que flexibilizaban la política antitabaco de Tabaré Vázquez. Por ejemplo, el levantamiento de las sanciones a 15 docentes en San José por participar en la campaña contra el plebiscito Vivir sin Miedo. Por ejemplo, la iniciativa para reinstalar la participación de los docentes en el gobierno de la educación, o el proyecto de ley para restringir las transacciones en efectivo aprobadas por la Ley de Urgente Consideración y que perforan el régimen de lavado de activos. Por ejemplo, la aprobación en Diputados del proyecto de ley que regula los ingresos de funcionarios a las intendencias, y que constituye un hito histórico en un país donde buena parte de la gente cree que para tener un trabajo se necesitan “contactos”.
Más allá de estas cosas puntuales, pero que afectan la vida de miles y miles de uruguayas y uruguayos, cabe mencionar tres “intenciones” y proyectos, que juzgaremos por sus resultados. El primero es la instalación del diálogo por la seguridad social para buscar soluciones conjuntas a todos los problemas que dejó instalada la Ley de Seguridad Social que fuera contestada por el plebiscito en octubre pasado. El segundo es la búsqueda de una “política de aguas” que, por un lado, reflote el proyecto de la represa de Casupá y, por otro, atienda más los problemas ambientales que las urgencias de ganancias de los empresarios de la construcción. En tercer lugar, celebro haber puesto la erradicación de la pobreza en el centro de los impulsos redistributivos, y a los niños, niñas y adolescentes como sus principales beneficiarios. Porque la erradicación de la pobreza infantil y de la pobreza son un solo y mismo proyecto.
La recuperación de una seguridad social justa y redistributiva, de una sustentabilidad ambiental duradera y de una dignidad social elemental deben representar lo mejor de las aspiraciones de un proyecto de vida compartido. Esa sí sería una imagen que vale más que mil palabras. Y mientras tanto, limpiar lo que haya que limpiar, reparar todo lo que está roto y priorizar lo que importa. No un proyecto de desarrollo, apenas. Un proyecto de vida. Ni más ni menos.
Constanza Moreira es senadora del Frente Amplio.