El artículo de Fernanda Blanco recientemente publicado por la diaria en este espacio de opinión ilustra con particular claridad los grandes desafíos que tiene la izquierda en nuestro país que podrían ser eventualmente extrapolables a todas las sociedades del presente.
Desde esta perspectiva, resulta necesario intentar avanzar en propuestas más concretas que se constituyan en una guía para la acción transformadora. Al respecto, uno de los aspectos más recurrentes en la acción política es la necesidad de construir consensos que garanticen los cambios definidos. Para ello se insiste en el concepto de políticas de Estado. Este es un concepto equívoco; se construyen consensos que luego se convierten en políticas más o menos permanentes en el tiempo y precisamente su perpetuación no depende de la mera voluntad de quienes lo impulsan sino de otro conjunto de situaciones.
El Estado lejos de ser una institución monolítica, es en esencia una relación social en cuyo contexto las determinantes son las fuerzas políticas y sociales históricamente desplegadas. Por lo tanto, la clave del éxito de las denominadas políticas de Estado pasa por la dinámica de dicha correlación de fuerzas.
He ahí que por lo tanto de lo que se trata es de saber construir los necesarios consensos y poder mantenerlos en el tiempo. El categorizar como políticas de Estado algo no le da ninguna certeza de éxito y permanencia en el tiempo.
En un Estado de derecho con un régimen democrático, los consensos son ineludibles, para lo cual es necesario poder imponer una determinada hegemonía en la que se hace posible que buena parte de la sociedad encarne y asuma determinadas políticas y expresiones culturales. Antonio Gramsci hablaba de cómo la hegemonía surge en buena medida del denominado “núcleo de buen sentido” existente en la sociedad, entendiendo por tal ciertos valores y creencias firmemente anclados en la subjetividad social.
En el caso de la sociedad uruguaya, la conciencia cívica y la interiorización de los derechos, deberes y garantías es un buen ejemplo del núcleo de buen sentido de nuestra sociedad a partir del cual es posible impulsar ideas hegemónicas.
Por lo tanto, la democracia y el Estado de derecho es el marco inevitable para la construcción de consenso y en el avance de una determinada cultura con aspiración a convertirse en hegemónica.
En este proceso de construcción, es imprescindible impulsar los cambios y las propuestas con la gente. Es la única manera de poder procesar los denominados avances en la conciencia social.
El último período de la fase de los tres primeros gobiernos del FA se caracterizó por una cierta atonía en la relación con la gente, con lo cual los éxitos de la gestión comenzaron a invisibilizarse. Resulta de crucial importancia mantener siempre viva la llama de la movilización aunque fuere sin estridencias, pero en definitiva siempre apelando a la gente.
Ello no es sencillo. La sociedad no se moviliza por mandato de nadie, ocurre bajo ciertas circunstancias. A modo de ejemplo se pueden observar algunos temas que hoy movilizan con mucha intensidad y otros de no menor importancia que son poco asumidos. Ejemplo de los primeros son la movilización por los derechos de las mujeres o el sentimiento por verdad y justicia por los crímenes de la dictadura, y en otro orden la defensa del medioambiente y los recursos naturales. En estos ejemplos se observan multitudinarias expresiones con participación de diversas generaciones y clases sociales.
Desde la presencia en los gobiernos nacionales y departamentales hay muy buenas oportunidades para avanzar en una nueva hegemonía. Para ello es de importancia fundamental el saber conjugar información y comunicación.
Por otro lado, irónicamente, temas tan importantes y fundamentales para el futuro de la sociedad como la persistencia de la desigualdad social aparentemente no despiertan el nivel de adhesión de los temas mencionados. Podría agregarse como otro ejemplo de “irrelevancia” para la sociedad uruguaya la corrupción y el abuso de funciones de los actores políticos. Es realmente llamativo cómo en las últimas elecciones nacionales y departamentales varios candidatos con sólidas acusaciones de corrupción gozaron del reconocimiento electoral.
La derecha en la sociedad uruguaya comprendió los componentes del núcleo del buen sentido que se señalaba. Las políticas de Estado necesitan del reconocimiento de la participación popular, la transparencia de gestión, las políticas sociales desde un Estado “escudo de los débiles”, el reconocimiento del diálogo como metodología central, entre otros factores.
Compárese por momentos el discurso de la derecha herrerista de Lacalle Herrera con el discurso de la derecha herrerista de Lacalle Pou. El sustrato de ambos discursos es muy similar pero la argumentación que los sostiene se nutre de diferentes componentes.
Los caminos para la construcción de la hegemonía no son sencillos, hay mucho de acierto y error, pero siempre desde una definición estratégica que le dé sentido desde las más básicas convicciones de la izquierda. Desde la presencia en los gobiernos nacionales y departamentales hay muy buenas oportunidades para avanzar en una nueva hegemonía. Para ello es de importancia fundamental el saber conjugar información y comunicación. Información de los éxitos y características de la gestión.
El común de la gente debe saber con precisión lo que hacen los gobiernos expresado en formas sencillas y de impacto masivo. Pero la mera información no es suficiente; se trata de contextualizar las acciones de gobierno, ubicándolas en la perspectiva de estrategias más amplias y con una clara identificación de a qué intereses se responde.
Recientemente el caso del campo adquirido por Colonización es un buen ejemplo. Por un lado se difundió en el contexto de qué tipo de producción y diversos proyectos se enmarcaba la compra, demostrando la potencialidad social y productiva de la acción. Por otro lado, frente a las agresiones verbales acerca de la compra, se fundamentó el sentido último de la colonización con sus efectos económicos y redistributivos.
Los gobiernos del Frente Amplio fueron con frecuencia omisos en estas funciones de información y comunicación. Estuvo presente una suerte de vergüenza por lo mediático considerando la acción callada y en silencio como válida en sí misma; se apostaba en exclusiva a las virtudes de la comunicación del gobernante.
Desde la gestión gubernamental es fundamental una estrategia de información y comunicación al máximo nivel, pero ello no es suficiente. Es necesario que el FA desarrolle una permanente acción política en el territorio con la autonomía que le corresponde. Una actitud de búsqueda entre la gente, propiciando un diálogo revelador de las necesidades y deseos comunes pero también promoviendo las ideas del cambio.
Álvaro Portillo es integrante del MAS-959.