El 19 de agosto se cumplieron 20 años de la muerte de Carlos Filgueira (1937–2005), uno de los sociólogos más influyentes que ha tenido Uruguay. Recordarlo no es sólo un gesto de homenaje: es también una forma de volver a mirar al país desde la claridad con que él supo interpelarnos. Si algo caracterizó su obra, fue su capacidad para vincular las grandes preguntas con la vida cotidiana de las personas.
Recordar a Carlos Filgueira no es solo un gesto de homenaje: es también una forma de volver a mirar al país desde la claridad con que él supo interpelarnos.
Una sociología pública y rigurosa
En un tiempo en el que la sociología uruguaya era todavía ensayística, teórica y muy pegada a la ciencia jurídica —no en vano el Instituto de Ciencias Sociales nació dentro de la Facultad de Derecho—, Filgueira impulsó una ciencia social moderna: comparada, empírica, metodológicamente sólida. Desde el Centro de Investigaciones y Estudios Sociales del Uruguay (CIESU, que fundó en 1975, formó a una generación entera de investigadores en clave pluralista, con un buen manejo de la empiria y una vocación teórica irreductible.
Gustaba de las teorías de alcance medio, al estilo de Robert Merton: alejadas de las grandes cosmovisiones difíciles de aterrizar, pero también de las microexplicaciones imposibles de extrapolar. Su sello fue tender puentes entre la teoría y la evidencia, mostrando que la sociología podía iluminar los problemas concretos del país.
Ver las desigualdades invisibles
Un aporte central fue su insistencia en mostrar las desigualdades que Uruguay prefería no mirar. En “Indicadores comparativos de los departamentos del Uruguay” (Cuadernos de CIESU, 1976) reveló con evidencia empírica que la pretendida homogeneidad nacional ocultaba profundas brechas territoriales. Lo que parecía un país integrado mostraba, en realidad, oportunidades muy distintas según el departamento de nacimiento. Hoy, cuando seguimos discutiendo centralismo y políticas diferenciadas, su lección es clara: sin enfoque territorial, las políticas públicas replican injusticias.
La familia y las revoluciones ocultas
En Revoluciones ocultas (Cepal, 1996) anticipó lo que años después se volvió un tema central: la transformación silenciosa de los arreglos familiares. Descenso de la fecundidad, hogares monoparentales, inestabilidad conyugal, uniones consensuales. Filgueira lo planteó con precisión: la familia es el nudo de transmisión de ventajas y desventajas sociales.
Anticipó lo que hoy sabemos: un hogar monoparental con jefatura femenina casi duplica la probabilidad de ser pobre respecto de un hogar biparental. Hoy, cuando la pobreza infantil se concentra en hogares monoparentales con jefatura femenina, su mirada resulta imprescindible para repensar las políticas de protección social.
Juventud y emancipaciones truncas
En Emancipación juvenil: trayectorias y destinos (Cepal, 1998) conceptualizó la salida del hogar de origen como un proceso complejo: vivienda, empleo, pareja, hijos. Mostró cómo la segmentación de las rutas emancipatorias lleva a que un grupo de adolescentes y jóvenes asuman roles reproductivos o laborales a muy temprana edad, cuando su capital humano todavía no está lo suficientemente desarrollado.
Esa dinámica produce lo que llamó “emancipaciones truncas”: procesos de autonomía que se inician antes de contar con los recursos educativos o laborales necesarios para sostenerlos. En un Uruguay donde la juventud enfrenta hoy precariedad laboral, dificultades de vivienda y un horizonte incierto, esta categoría analítica sigue siendo de enorme valor para comprender las biografías juveniles.
La educación como bisagra
Quizás uno de sus aportes más vigentes sea el de la educación media. En La Educación Media Superior en Uruguay: evidencias sobre el Bachillerato Secundario (ANEP–Codicen, 2001) advirtió que la culminación de la secundaria es el verdadero cuello de botella de la movilidad social. Quien termina bachillerato puede proyectarse hacia estudios terciarios y empleos calificados; quien no lo logra queda atrapado en circuitos de precariedad. Este diagnóstico, que sigue plenamente actual, debería ser brújula para un país que aún no logra resolver el rezago y abandono en la enseñanza media.
Tecnología, Estado y equidad
En Estado y proceso tecnológico en la ganadería vacuna uruguaya (CINVE, 1980) demostró que la innovación no era neutra, que dependía de estructuras sociales, relaciones de poder y del rol del Estado. Lo que entonces parecía un tema técnico –productividad, costos, rentabilidad– se transformó bajo su mirada analítica en un asunto de equidad y distribución. Una enseñanza también vigente en tiempos de revolución digital: la pregunta clave no es solo quién innova, sino quién accede y quién queda afuera.
Democracia: restauración o cambio
En Restauración o cambio: el dilema de la democratización en el Uruguay (Ciesu, 1984; luego Ediciones de la Banda Oriental) planteó un dilema a la salida a la democracia que sigue resonando hasta hoy: ¿nos conformamos con restaurar instituciones o nos animamos a democratizar la sociedad en serio?
Advirtió también que reducir la democracia a elecciones y partidos era insuficiente. Para Filgueira, la calidad de la democracia se jugaba en la capacidad del Estado de integrar a los sectores vulnerables. La verdadera democratización debía incluir políticas sociales inclusivas, redistribución de oportunidades y ampliación de derechos. A 40 años de aquel planteo, en un Uruguay tensionado por la inseguridad, la fragmentación social y la crisis de sentido, sus palabras cobran una vigencia que estremece.
Un legado vivo
No tuve la oportunidad de tratar con Carlos más que en un par de ocasiones. Una de ellas fue a mi regreso de Estados Unidos, ya que él me había sucedido en la dirección de la Licenciatura en Ciencias Sociales de la Universidad Católica, cargo para el que estaba, obviamente, sobrecalificado, pero en el que pudo volcar toda su experiencia y conocimiento de la disciplina en la formación de nuevos alumnos, hasta su muerte temprana.
Uno de sus principales legados fue el de aprender a ver las desigualdades invisibles. Carlos Filgueira nos enseñó que la desigualdad no se mide sólo en pesos o en ingresos: está en la estructura de los hogares, en el barrio donde se nace, en las redes de apoyo que uno tiene o no tiene. Su legado es recordarnos que detrás de cada número hay vidas concretas, y que mientras no miremos esas desigualdades invisibles, Uruguay seguirá reproduciendo exclusiones que parecen naturales, pero no lo son.
Su sociología dotó a la disciplina de rigor metodológico. El legado de Carlos Filgueira fue transformar la sociología uruguaya en una disciplina moderna: con datos, con indicadores, con rigor metodológico y comparaciones regionales. Dejó atrás el ensayo para hacer una sociología empírica, comprometida y útil para las políticas públicas. Esa brújula que él nos dio sigue siendo clave para entender al Uruguay de hoy.
El pensamiento de Carlos sigue estando vigente. Nos ayuda a iluminar los dilemas más hondos del Uruguay actual: cómo garantizar movilidad social en una sociedad que se ha vuelto más rígida, cómo acompañar a las juventudes en emancipaciones cada vez más complejas, cómo sostener la democracia, no sólo como forma política, sino como proyecto de integración social. Su sociología, rigurosa y comprometida, nos recuerda que detrás de cada indicador hay vidas y que el futuro del país depende de animarnos a transformar esas desigualdades invisibles en derechos y oportunidades reales.
Javier Pereira Bruno es doctor en Sociología, fundador y director ejecutivo de Fundación América Solidaria en Uruguay.