La imaginación y la filosofía están intrínsecamente ligadas al cambio social porque son herramientas fundamentales para visualizar y construir un futuro diferente al presente. La imaginación no es sólo un escape de la realidad, sino un motor que nos permite concebir lo que aún no existe, rompiendo con los límites de lo que se considera posible. ¿O será que el viejo topo de la historia cava a ciegas, sin un plan ni anticipación de itinerario? Lo cierto es que la filosofía se ha nutrido de la imaginación para cuestionar el statu quo y proponer nuevas formas de ser y de organizar la sociedad.
Pero lo arduo es soñar con los pies en la tierra, esto es, cultivar una esperanza y no dejarse seducir falazmente por una pura ilusión. Podría creerse que existiría una imaginación concreta que tiene el poder de transformar la realidad social. Y podría apostarse a que el cambio social se anticipase con la capacidad de imaginar una realidad diferente. Todo sea para no enclaustrarse en la celda del quietismo a título de presunto realista o depositario del más sólido sentido común.
Para forjar el futuro —que es lo que hacemos en la vida corriente, día tras día— parece sensato imaginar mucho e imaginar bien; para cuestionar lo establecido, para crear nuevas visiones, para movilizar los entusiasmos. Acaso el ejercicio rutinario e inerte del sentido común no sea otra cosa que una forma de perezosa pobreza de la imaginación. Mientras concebimos la vida social como un mecanismo, sólo podemos contentarnos con hacerla funcionar tal como viene. Pero si la pensamos como peripecia humana, como avatar histórico, entonces no podemos resignarnos a dejar las cosas como están. Cambiar nos es necesario, imperioso, inexcusable.
No deja de tener un punto de ironía el hecho de que el economista Yanis Varoufakis, en su libro Otra realidad. ¿Cómo sería un mundo justo y una sociedad igualitaria?, presente sus ideas bajo el formato textual de ciencia ficción. Para un actor político de primera magnitud en la oportunidad de la crisis de la deuda externa griega, la imaginación juega con otros derroteros históricos del funcionamiento de la economía mundial. En su relato, unos súbitos arranques de sensatez masiva y alternativa tuercen el rumbo de la historia, quebrantan los supuestos falaces de nuestro sentido común aún dominante y en un universo paralelo, las cosas acaso pudieran funcionar mejor...
Cabe preguntarse si sólo se alimentaron evanescentes ilusiones de mejora social o si, por el contrario, no disponemos aún de los instrumentos, la voluntad y la intención política de cambiar el statu quo.
En la edición del 13 de setiembre de la diaria, Gustavo Pereira nos invita a imaginar una realidad del empleo y el trabajo sustraída de la lógica implacable del mercado. Se atreve a imaginar un empleo universal, suficiente y digno, garantizado... por el Estado. Es que, en efecto, “el trabajo es bastante más que un medio para obtener recursos que nos permitan cubrir nuestras necesidades”.
El problema del presente es que el sentido común hegemónico lo reduce a no constituir más que un recurso social cada vez más escaso, administrado por el mercado, para cubrir nuestras demandas. El problema del futuro es imaginar qué Estado se volverá capaz de realizar la empresa de recalificar socialmente el empleo. Y el problema político que articula el presente con el futuro es por qué medios el Estado alcanzará la facultad efectiva de garantizar empleo universal, suficiente y digno.
El presente debate acerca de la imaginación y su papel en el cambio social e histórico es de estricta actualidad: hoy que se comprueba, no sin gran dolor militante, que el programa político del partido del cambio es obturado con todo éxito por los administradores económicos del sentido común hegemónico. Todo el esfuerzo de la imaginación política de masas organizadas se supedita a los dictados de las restricciones de la falta de adecuado financiamiento. Entonces cabe preguntarse si sólo se alimentaron evanescentes ilusiones de mejora social o si, por el contrario, no disponemos aún de los instrumentos, la voluntad y la intención política de cambiar el statu quo. Porque imaginar podemos, pero de lo que se trata es de llevar la imaginación al poder.
Néstor Casanova Berna es arquitecto.