“El proyecto está aprobado”, dijo en la madrugada del domingo una sonriente Nancy Pelosi. Así, la presidenta de la Cámara de Diputados del Congreso anunciaba que la reforma del sistema de salud que impulsa el gobierno de Barack Obama había reunido los votos necesarios en esa cámara para ser aprobada. La noticia fue recibida con aplausos, gritos y abrazos entre los diputados demócratas. Durante 14 horas la cámara había discutido esta iniciativa, tras recibir al propio presidente Obama, que se trasladó al Capitolio para recordarles a los diputados que “una oportunidad como ésta, sólo llega quizás una vez en una generación”.
Para el mandatario, que ya piensa en los votos del Senado, donde está pendiente de aprobación la iniciativa, calificó de “valerosa” la votación de los diputados y llamó a los senadores a llevar el proyecto “hasta la meta”. “Durante años nos habían dicho que no se podía hacer”, añadió Obama. “Anoche la cámara probó lo contrario”, remató. La reforma sanitaria es prioridad para su gobierno, y aprobarla significa una prueba política que el presidente está decidido a salvar. En iniciativas similiares fracasaron otros demócratas, como el ex presidente Bill Clinton. Si Obama lo logra, y la reforma se convierte en ley, será la que introduzca los mayores cambios en el sistema de salud estadounidense desde que en 1965 se creó el sistema Medicare, que brinda asistencia médica a los ancianos.
El presidente no logró, sin embargo, todo el apoyo que hubiera deseado para su proyecto, para el que quería el respaldo de los demócratas y de los opositores republicanos. La iniciativa apenas superó por dos votos los 218 necesarios para su aprobación, y sólo un republicano la apoyó. Votaron en contra 215 congresistas, 176 republicanos pero también 39 demócratas conservadores.
Incluso para lograr esa victoria ajustada, fue necesario que se aprobara una enmienda que endurece una prohibición contra el uso de fondos federales para el financiamiento de interrupciones voluntarias de embarazos. Sólo así algunos conservadores demócratas accedieron a dar su voto a la reforma. Junto a los republicanos, lograron establecer que el nuevo plan sanitario sólo podrá cubrir abortos en casos de violación o riesgo de vida de la mujer.
En el Senado hay dos proyectos de reforma sanitaria a consideración. Si uno de ellos se aprueba, será necesario compatibilizarlo con el que recibió el visto bueno de los diputados, y la síntesis requerirá el visto bueno de las dos cámaras. Si la reforma sanitaria se convierte en ley, 36 millones de los más de 46 millones de estadounidenses sin seguro de salud pasarán a tener cobertura médica. Así contará con ella el 96% de la población del país. Esta casi universalización del acceso a la salud sería inédita en Estados Unidos. La ley establece además que las aseguradoras privadas de salud no podrán negarse a aceptar a alguien por sufrir algún tipo de enfermedad.
Las personas están obligadas a contratar, mediante una cuota mensual, un seguro sanitario brindado por empresas privadas o por un plan público que crea la ley. Quien no lo haga deberá pagar multas.
Para los republicanos, esta reforma significa un gasto demasiado grande -de 1,2 billones de dólares en un plazo de diez años- y establece además un aumento inadecuado de la participación estatal en la atención sanitaria. Cuestionan además que se financie con un nuevo impuesto, que se aplicaría a los estadounidenses más ricos.
A la larga, argumenta el oficialismo, la reforma reducirá el déficit fiscal, y de acuerdo a la Oficina de Presupuesto del Congreso, en diez años significará un ahorro de 104.000 millones de dólares.
Aún con mucho camino para recorrer antes de que la iniciativa se convierta en ley, los demócratas festejaban ayer que por primera vez habían logrado aprobar una reforma de este tipo en el Congreso. Antes de la votación, Pelosi había asegurado: “haremos historia”.