Las conversaciones sobre cambio climático de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Copenhague se suspendieron por poco más de dos horas ayer por la mañana porque los países africanos se retiraron de las conversaciones reclamando que los países ricos quieren hundir el Protocolo de Kioto. Al volver consiguieron, en conjunto con el G77 -grupo de los países en desarrollo y China-, que las discusiones sobre Kioto fueran retomadas.

Yvo de Boer, representante de Naciones Unidas, dijo que “la vasta mayoría de las naciones quiere una continuación del Protocolo de Kioto”. Los países en desarrollo prefieren una continuación de este tratado luego de 2012, cuando expira, porque es el único que obliga a los países industrializados a reducir sus emisiones de gases contaminantes y, además, protege a los países en desarrollo. Pero las naciones desarrolladas prefieren un acuerdo nuevo, ya que lo consideran un tratado injusto porque no obliga a las potencias en desarrollo, como China, India o Brasil, a reducir sus emisiones.

En el comienzo de la segunda y última semana de negociaciones en Copenhague hay dos borradores, uno con la visión compartida de las medidas necesarias a largo plazo y el otro con una extensión del Protocolo de Kioto, pero faltan muchas decisiones para que se llegue a un acuerdo final.

Ban Ki-Moon, secretario general de la ONU, intenta agilitar el proceso. Dijo que, si bien estas discusiones son “las más complejas” que se afrontaron hasta ahora, es urgente que los líderes mundiales encuentren un compromiso porque si no “las consecuencias serán catastróficas”. Dentro de la propia cumbre hay voces de desencanto. Ed Miliband, ministro de Medio Ambiente del Reino Unido, señaló que las negociaciones no están encaminadas hacia un acuerdo cabal y advirtió que “no se puede dejar todo a los dirigentes”, refiriéndose a los presidentes, que llegan entre mañana y pasado, y agregó que “francamente, les corresponde también a los negociadores y a los ministros no dejarles todo por decidir sino avanzar ahora” en las negociaciones.

El nuevo tratado debe definir un objetivo común para la reducción de emisiones en los países en desarrollo, cuánto deben frenar los países en desarrollo sus emisiones y cuánta ayuda económica recibirán los países “pobres” de los “ricos” para paliar las consecuencias del cambio climático.