La ceremonia de despedida a Néstor Kirchner se desarrolló en el salón de los Patriotas Latinoamericanos de la Casa Rosada. La costumbre indica que los ex presidentes son despedidos en la sede del Congreso Nacional, pero el recinto destinado para esos homenajes se encuentra en obras. A ello se debió el cambio. Pero el nombre del lugar elegido viene a cuento debido a que visitantes de todo el continente asistieron para despedir al secretario general de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur).

Ricardo Patiño, canciller de Ecuador, anunció ayer, como portavoz de la presidencia pro témpore de la Unasur, que se decretaba un duelo nacional de tres días en todos los estados miembros del bloque. Varios países ya habían tomado la iniciativa de anunciar el duelo nacional por cuenta propia, el miércoles a poco de conocerse la noticia, como fue el caso de Uruguay y Brasil.

Mandatarios de toda la región, representantes de organizaciones sociales, sindicalistas, políticos, trabajadores y todo un pueblo despidieron ayer a Kirchner y acompañaron a la presidenta, Cristina Fernández, en un velatorio que duró toda la noche.

De lentes y vestido negro, la mandataria, junto a sus dos hijos, permaneció largas horas de pie, y luego sentada junto al ataúd de su esposo, que acarició con ternura por momentos. En varias oportunidades, Fernández se retiró a descansar.

El presidente uruguayo, José Mujica, asistió acompañado por su esposa, la senadora Lucía Topolansky. Los dos permanecieron junto a la presidenta por unos minutos. Al retirarse, Mujica destacó, en declaraciones a la televisión argentina, que Kirchner “era un luchador” y que fue “genio y figura hasta la sepultura”.

Más temprano, Mujica había afirmado que su presencia en Buenos Aires, acompañado por una delegación multipartidaria, fue una manera de demostrar “al pueblo argentino que todos los uruguayos somos solidarios en estos momentos de necesidad argentina, más allá de cualquier matiz y de cualquier opinión, como corresponde”. Junto al mandatario viajaron el senador nacionalista Jorge Larrañaga, el presidente del Partido Independiente, Pablo Mieres, el senador colorado Tabaré Viera y el presidente del Frente Amplio, Jorge Brovetto.

Mujica y Topolansky coincidieron en la ceremonia con Diego Maradona, quien también permaneció un tiempo junto a Fernández. Maradona declaró a la prensa que su país “perdió a un gladiador, que se enojó, que siempre nos sacó del pozo y era respetable en todo”. Añadió que Kirchner “tenía muchas cosas del Che Guevara”.

La titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela Barnes de Carlotto, abrazó con fuerza a Fernández y le entregó un pañuelo blanco. El símbolo de su lucha por los desaparecidos quedó sobre el ataúd de Kirchner, junto a la bandera argentina y la banda presidencial.

También participaron en el homenaje la titular de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, y el titular de la Central General de Trabajadores, Hugo Moyano, quien había convocado a una movilización al mediodía para despedir a Kirchner y respaldar a la presidenta. Respondieron sindicatos y distintos movimientos sociales y políticos que colmaron la Plaza de Mayo con banderas y carteles con leyendas.

Mientras las organizaciones transitaban hacia la plaza, llegaron Mujica y los mandatarios de Bolivia, Evo Morales; de Ecuador, Rafael Correa, y de Chile, Sebastián Piñera. El presidente colombiano, Juan Manuel Santos; el brasileño, Lula da Silva; el paraguayo, Fernando Lugo, y el venezolano, Hugo Chávez, arribaron en el correr de la tarde. Lula incluso canceló el acto de cierre de campaña de la candidata del Partido de los Trabajadores, en el que estaba prevista su presencia, para asistir al velatorio.

Chávez habló ante la prensa al llegar a Aeroparque y en su discurso comparó el acercamiento entre su gobierno y el de Kirchner, en 2003, con el de Simón Bolívar y José de San Martín, en 1822. Concluyó diciendo que “murió un justo”, y en respuesta a periodistas opinó que el mayor legado de Kirchner es “la unidad” latinoamericana.

Hoy llegan desde España el ex presidente socialista Felipe González y la flamante ministra de Asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez, para un último saludo.

Ministros, gobernadores, legisladores y dirigentes políticos oficialistas visitaron ayer la capilla ardiente. La oposición estuvo representada, entre otros, por el jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, y los diputados Francisco de Narváez (peronismo federal) y Ricardo Alfonsín (Unión Cívica Radical). El vicepresidente Julio Cobos no asistió. Lo consideró una “forma de rendir respeto al ex presidente” y a su esposa, ya que sus relaciones con ellos eran conflictivas, indicó el diario argentino Página 12. El ex mandatario Eduardo Duhalde tampoco se hizo presente para “evitar todo tipo de provocaciones”.

En los diarios opositores, como Clarín y La Nación, trascendió que ambos habían sido invitados a no asistir.

También varios actores despidieron a Kirchner, entre ellos Andrea del Boca, Florencia Peña, Pablo Echarri y Nancy Duplaá, además de otras personas del espectáculo y de la cultura local.

Muchas personas anónimas gritaron en apoyo a Kirchner y Fernández al llegar al ataúd, luego de transitar durante varias horas por la larguísima fila que llegó hasta la avenida 9 de Julio. Al inicio de la jornada alguien exclamó “¡viva Néstor!”, lo que provocó que Fernández y su hija se quebraran y abrazaran con fuerza.

Más allá de los infinitos mensajes de recuerdo y de homenaje al ex mandatario, las miradas y la atención se centraron en su viuda. “Fuerza, Cristina”, “la gente está con vos”, “no te me caigas”, “viva la Argentina y América del Sur” y “gracias por devolvernos la dignidad” fueron algunos de los gritos que retumbaron en el silencio del salón de los Patriotas Latinoamericanos, seguidos por fuertes aplausos. La prensa de todo el mundo informaba ayer sobre estos homenajes.

Está previsto que en la mañana de hoy el cuerpo del ex presidente sea acompañado de un cortejo hacia Aeroparque, desde donde se lo trasladará hacia Río Gallegos, en Santa Cruz, su provincia natal. Allí será sepultado en el cementerio municipal luego de una última ceremonia, íntima esta vez.