Las fechas coincidieron. Ayer, 13 de octubre, comenzó el rescate de los mineros y se cumplió el 38º aniversario del accidente que dio inicio a “la tragedia de los Andes”. En ambos casos, un grupo de personas afrontó condiciones de vida sumamente adversas durante unos 70 días. Esa similitud hizo que empezaran las comparaciones, y que muchos equipararan los dramas. También incidió la presencia de varios sobrevivientes de los Andes en la mina San Esteban, alentando a los mineros.

Pero las situaciones no fueron iguales, ni siquiera parecidas. Ambos grupos estuvieron alrededor de 70 días aislados del resto del mundo, pero esos días fueron muy diferentes para unos y otros.

Los 33 mineros sobrevivieron al derrumbe, y se supo que estaban con vida 17 días después del accidente. Estuvieron 53 días más en contacto frecuente con sus familias, viendo mediante proyectores cómo se trabajaba para rescatarlos. Recibieron alimentos, medicamentos y cuidados.

El comienzo de la tragedia de los Andes fue más duro. De las 45 personas que viajaban en el avión de la Fuerza Aérea Uruguaya que cayó en 1972, sobrevivieron inicialmente 33, y otras 17 murieron días después. Los uruguayos no fueron hallados: Roberto Canessa y Fernando Parrado partieron a pie para buscar ayuda, 52 días después del accidente y sin saber hacia dónde se dirigían, hasta que encontraron a un arriero que avisó que estaban vivos. De las 45 personas que viajaban en el avión, sólo sobrevivieron 16.

En los primeros días los mineros dispusieron de algunos elementos con los cuales sobrevivir, y hubo líderes que supieron mantener la calma y racionar los suministros; el contacto con la superficie llegó antes de que éstos llegaran a su fin. Los sobrevivientes de los Andes se organizaron para compartir muy poca cosa mientras veían morir a varios de sus compañeros, y tuvieron que decidir por sí mismos qué hacer cuando se quedaron sin alimentos.

Ambas fueron situaciones difíciles: a los dos grupos se les dio por muertos; unos tuvieron que mantenerse con vida a 700 metros de profundidad sin ver la luz del sol, con temperaturas de hasta 40º y humedad de hasta 93%, y los otros lo hicieron a 3.600 metros de altura, soportando hasta 30º bajo cero y aludes constantes, a la intemperie.

Aun así, los mineros estaban encerrados en su lugar de trabajo, sabiendo que sus familias esperaban en la superficie, mientras que los uruguayos no sabían dónde estaban ni qué pasaba con sus familiares.

Los dos grupos recibieron información del exterior estando aislados. Pero los mineros vieron la televisación de su rescate, y los sobrevivientes de los Andes escucharon por radio que las autoridades -también chilenas- habían abandonado su búsqueda. Muy distinto.