Ayer se desconocía el número exacto de muertos y heridos que dejó el enfrentamiento entre fuerzas de seguridad de Marruecos y los militantes del campamento de Gdaim Izik, en el Sahara Occidental. Allí se instalaron hace un mes unas 20.000 personas, incluso familias enteras, para reclamar el acceso a vivienda y empleo para el pueblo saharaui.

Detrás de esta protesta aparece un conflicto que se mantiene desde hace 35 años en la autoproclamada República Árabe Saharaui Democrática. Esta zona, el Sahara Occidental, fue anexada por Marruecos en 1975, cuando dejó de ser una colonia española. Desde entonces mantiene un conflicto por su soberanía, y en estos días reclama que se someta a referendo la iniciativa de independizarse de Marruecos. El campamento saharaui coincidía con las negociaciones informales entre las dos partes -Marruecos y el Frente Polisario-, promovidas por la ONU. Uno de esos encuentros estaba previsto para ayer.

En la noche del domingo el campamento fue rodeado por las fuerzas de seguridad marroquíes y el ambiente era tenso. Militantes por la independencia saharaui alertaban que podría desplegarse una represión violenta. Poco después, ayer, las fuerzas de Marruecos irrumpieron en el campamento y comenzaron los enfrentamientos entre ellas y los manifestantes. Según informaron las autoridades marroquíes a Europa Press, en menos de una hora el operativo había terminado. Fotografías publicadas en distintos medios mostraban las carpas arrasadas y en llamas. De acuerdo a Marruecos, hubo dos muertos entre sus fuerzas, aunque circulaba información contradictoria acerca de las causas de estas muertes. Otro agente marroquí murió durante los enfrentamientos que se extendieron luego a El Aaiún, la mayor ciudad del Sahara Occidental. Un comunicado oficial señaló: “Murió después de haber recibido varias puñaladas por parte de un agitador, en el momento en que intentaba evitar que llevara a cabo actos vandálicos”. A ellos se sumaron decenas de heridos.

La información sobre las víctimas saharauis era más confusa. El Ministerio de Información saharaui informó que murió una sola persona, Babi Mahmud El Guergar, indicó el diario madrileño El País. Pero los militantes hablaban de otros fallecidos. El gobierno marroquí reportó además la detención de unos 65 militantes.

Testigos del asalto al campamento dijeron que fueron atacados con gases lacrimógenos y apaleados, informaron las agencias EFE y Reuters, y los diarios españoles, que siguen de cerca este conflicto. Declararon que se defendieron con piedras y prendiendo fuego vehículos, hasta que la mayoría de los habitantes del campamento huyó a El Aaiún, a unos 15 kilómetros. Allí se trasladaron también los enfrentamientos, a los que se sumaron cientos de civiles marroquíes reivindicando que “el Sahara es marroquí”.

Marruecos dispuso registrar casa por casa en busca de los militantes saharauis, que ayer tiraron cócteles molotov a la sede de la televisión de Marruecos y a un edificio del Ministerio de Energía. También allí se veía el humo de incendios y se desconocía el número de víctimas de los enfrentamientos. “La gente se está defendiendo en sus casas. [Las fuerzas de seguridad marroquíes] rompen las puertas y realizan detenciones”, dijo a El Mundo Brahim Ahmed, saharaui residente en El Aaiún. “Todo el mundo tenía a media familia en el campamento”, añadió.

El Ministerio del Interior marroquí argumentó que desmanteló el campamento para garantizar la seguridad de los ciudadanos, “tras haber agotado todas las vías dirigidas a instaurar las bases del diálogo serio y responsable”.

La activista saharaui Aminatu Haidar acusó a Marruecos de “querer iniciar una guerra civil” y a la comunidad internacional de mantener “los ojos cerrados” ante esta situación. También la ministra española de Asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez, consideró que éste es un asunto de “trascendencia internacional” y pidió al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que intervenga para acercar a las partes.

Pese a todo, ayer se mantuvo la reunión informal entre Marruecos y el Frente Polisario. Sin embargo, Mohamed Uld Salek, el canciller del gobierno saharaui -no reconocido por Rabat-, dijo que esas conversaciones “no pueden avanzar en circunstancias tan graves”.