Cuando un grupo de soldados birmanos retiró las vallas y los alambres de púa que cercaban la casa de Aung San Suu Kyi, unos 3.000 seguidores de la líder opositora y premio Nobel de la paz se agolparon para saludarla. La líder de la Liga Nacional para la Democracia (LND) pasó en prisión domiciliaria la mayor parte de los últimos 20 años. Las sucesivas condenas y arrestos la mantuvieron presa un total de 15 años desde que ganó las elecciones de 1990, un resultado que la Junta Militar que gobierna Birmania nunca reconoció.

Sus partidarios estaban a la expectativa. No sabían si el gobierno militar liberaría el sábado a Suu Kyi, a quien llaman La Dama. Ese día vencía su última condena, pero existía el temor de que le impusieran condiciones para salir en libertad, algo que su defensa había rechazado de antemano. Finalmente quedó libre.

Suu Kyi asomó al balcón de su casa, en Rangún, pidió silencio a la multitud que se acercó a festejar su libertad y dijo a sus partidarios: “Me alegro de la bienvenida y el apoyo que me dan. Quiero decir que llegará nuestro momento. No permanezcan quietos cuando ese tiempo llegue”.

Decenas de miles de personas volvieron a escucharla ayer. Se agolparon esta vez ante la vieja sede de la LND para oír su primer discurso. Entre los presentes se sumaban embajadores europeos y asiáticos y militantes con carteles que declaraban a Suu Kyi su apoyo y su afecto, de acuerdo a los reportes de las agencias EFE y Reuters.

La dirigente llamó a los birmanos a defender sus derechos y a involucrarse con la situación política que vive su país, cuyo gobierno acaba de proclamarse ganador de las elecciones del 7 de noviembre, boicoteadas por la LND. “Incluso si no eres un ser político la política vendrá a ti”, advirtió Suu Kyi, que habló desde un estrado con flores en el pelo, vestida con ropa y adornos tradicionales de su país.

Más tarde, en conferencia de prensa un periodista le preguntó qué mensaje tenía para el titular de la Junta Militar, el general Than Shwe, ella respondió: “Reunámonos y hablemos”.

Se refirió a las sanciones impuestas desde el exterior a la dictadura birmana que ella misma había reclamado. “Si la gente realmente quiere que las sanciones sean levantadas, yo tomaré esto en cuenta”, dijo. “En este momento Birmania necesita ayuda. Les estamos pidiendo a todos que nos ayuden. Naciones de Occidente. Naciones de Oriente. A todo el mundo [...] Todo comienza con el diálogo”, agregó. En un país donde la censura y el control oficial se aplican a los mensajes políticos y también al arte, Suu Kyi declaró: “La libertad de expresión es básica en la democracia. Quiero escuchar la voz del pueblo y, después, decidiremos lo que queremos hacer”.

En el aire queda flotando el riesgo de que sea arrestada una vez más. En entrevista con la BBC, Suu Kyi dijo que ésa es una posibilidad, pero que no le causa miedo. También se refirió a los demás presos políticos que existen en su país, en una cantidad desconocida, y remarcó que sus condiciones de reclusión son mucho peores que las que sufrió ella. A ellos les pidió que “por favor no pierdan la esperanza”.