Las fuerzas aliadas en Afganistán lanzaron el sábado su mayor ofensiva en número de soldados desde la caída del régimen talibán, en 2001, en el primer movimiento militar masivo desde que el presidente estadounidense, Barack Obama, pidiera 30.000 soldados más para el país en diciembre.

La Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF), misión bajo mando de la OTAN liderada por Estados Unidos, intenta restablecer el poder del gobierno afgano y consolidar la presencia de las fuerzas militares y del gobierno a lo largo del río Helmand, alrededor del cual se aglomeran la población y los campos de cultivo de amapola, informó la agencia de noticias EFE. La ofensiva se desplegó en los distritos de Marjah y Nad-e-Ali, en la provincia de Helmand, que siguen bajo el poder del talibán y se consideran núcleo del narcotráfico que financia al movimiento.

Al frente del operativo se encuentra el Cuerpo de Infantes de Marina de Estados Unidos, con unos 15.000 efectivos de ese país, británicos y afganos, con el apoyo de militares de Dinamarca y Estonia. La operación se denominó “Moshtarak”, que significa en persa afgano (dari) “juntos” o “unidos”, para destacar así que la OTAN y las fuerzas afganas están trabajando juntas desde la planificación del operativo, por primera vez, informó la agencia de noticias Reuters.

En el segundo día de la ofensiva, ayer, dos cohetes de la OTAN, dirigidos a un refugio insurgente, se desviaron 300 metros y mataron a 12 civiles.

“Es lamentable que en el curso de nuestros esfuerzos conjuntos se perdieran vidas inocentes. Extendemos nuestro más sentido pésame y nos aseguraremos de hacer todo lo posible para evitar futuros incidentes, dijo el general Stanley McChrystal, jefe de ISAF. McChristal, quien definió lo ocurrido como un hecho “desafortunado”, pidió disculpas al presidente afgano, Hamid Karzai, y anunció que el sistema de lanzamisiles que falló no va a ser utilizado otra vez hasta que sea inspeccionado.

Tanto Karzai como el coordinador humanitario de Naciones Unidas en Afganistán, Robert Watkins, llamaron a evitar que la población civil resulte involucrada en el conflicto.

Desde que se lanzó el operativo, también murieron 27 combatientes armados del talibán y dos soldados, uno estadounidense y otro británico. Otros 11 miembros del movimiento insurgente están detenidos en una zona en que viven unas 80.000 personas, que fueron advertidas del ataque a través de notas emitidas por la OTAN.

El ministro de Defensa británico, Bob Ainsworth, indicó que los milicianos del talibán han evitado el combate directo, por lo que la ofensiva se realizó con cierta facilidad y con pocas bajas de ambos lados. Sin embargo, la principal amenaza contra las fuerzas aliadas son las minas y bombas trampa enterradas en la ciudad, informó el diario madrileño El País.

El comandante de las fuerzas de la OTAN en el sur del país, el general mayor Nick Carter, indicó que confía en que cuando los habitantes “comprueben que no hay peligro, saldrán y nos dirán dónde están escondidos los explosivos”. Carter también aseguró que la primera parte de la operación “ha sido extremadamente exitosa” y lo atribuyó a que los combatientes del talibán estaban “desprevenidos” y “descolocados”. Pero reconoció que falta otra parte del trabajo, un acercamiento a la población y a la opinión pública que permita al gobierno afgano establecerse en la zona.

En cuanto al talibán, el jefe del Mando Central de Estados Unidos, el general David Petraeus, advirtió que “la reconciliación sólo se producirá cuando los combatientes del talibán comprendan que están perdiendo”. De acuerdo con McChrystal, el objetivo es que la única opción que le quede a la insurgencia sea convertirse en partido político, desarmado, y compartir legalmente el poder.