Días antes de que comenzara el Mundial de Sudáfrica, Zinedine Zidane, el ex jugador estrella de la selección francesa, recordaba cómo en 1998 les bleus integraban a descendientes de inmigrantes de distintos orígenes. De los 23 jugadores de la selección, 17 provenían de familias de inmigrantes. Por esos tiempos, el líder y fundador del partido ultraderechista Frente Nacional, Jean-Marie Le Pen, “casi se muere cuando vio a diez negros cantando la Marsellesa”, dijo Zidane en Madrid, durante el I Simposio Europeo del Deporte.
Le Pen ya había manifestado en 1996, durante la Eurocopa, que era “artificial hacer venir a jugadores del extranjero para formar el equipo de Francia”. En el Mundial de 1998 y en el de 2002 insistió con ese concepto. Consideró que ésa no era una selección “francesa” y parafraseando al bleu-blanc-rouge -los colores de la bandera francesa-, se refirió al equipo black-blanc-beur: negro, blanco, y un término del argot que se utiliza para designar a descendientes de inmigrantes del norte de África. Aquella vez, las palabras de Le Pen se dieron de cara con el triunfo de la selección, con un tres a cero contra Brasil, y le valieron la enemistad de buena parte de la selección francesa. A tal punto que en 2002, cuando le tocó a él competir -en su caso por la presidencia de Francia- algunos jugadores llamaron a votar contra Le Pen.
Sin embargo, las críticas de tono racista contra la selección se reeditaron con cada mundial. En 2006, fue otro político quien hizo ruido con comentarios de ese tipo, el socialista Georges Freche, quien entonces era presidente de la región Languedoc-Rosellón. Su razonamiento, expresado en declaraciones al diario Le Midi Libre, fue el siguiente: “En el equipo hay nueve negros de un total de once jugadores. Lo normal sería que hubiera tres o cuatro, porque reflejaría nuestra sociedad. De todas formas, si hay tantos negros es porque los blancos son una nulidad”. Freche remató: “Siento vergüenza por este país. Muy pronto habrá once negros” en la selección.
Sus declaraciones fueron repudiadas por la dirigencia del Partido Socialista y por el entonces presidente de Francia, Jacques Chirac, quien en un comunicado oficial calificó de “indignas” sus afirmaciones. Según recogieron entonces las agencias de noticias AFP y EFE, Chirac dijo en su comunicado que “la República Francesa garantiza la igualdad de sus ciudadanos, sin distinción de origen o religión”.
No todos lo tenían tan claro. Se tuvieron que aprobar leyes contra el racismo, que castigaban las actitudes discriminatorias con medidas como la suspensión de partidos, recordó CNN. Este canal de noticias señaló en su portal en internet, que por entonces el presidente de la liga local francesa, Frédéric Thiriez, dijo en defensa de esas leyes: “No podemos aceptar el aullar desde las gradas, con espectadores imitando el sonido que hacen los monos”.
El momento de Marine
La ultraderecha francesa renovó sus críticas a la selección este año, un 2010 que empezó con el anuncio de Le Pen de que planea retirarse de la política a comienzos de 2011. Un año, además, en el que el Frente Nacional, que estaba alicaído, logró repuntar en las elecciones regionales.
La hija del dirigente, Marine Le Pen, vicepresidenta del partido y probable sucesora de su padre, tomó la posta y reclamó un equipo más patriota. En declaraciones que recogió toda la prensa de su país, y que hizo al canal de televisión BFM y la radio RMC, la hija de Le Pen aseguró; “Admito que no me reconozco a mí misma en este equipo” en el que algunos jugadores “tienen otra nacionalidad en el corazón”. Acusó a los jugadores de estar en el equipo por interés meramente económico. “Si se comportaran correctamente [...], si alguna vez se les escuchara hablar de patriotismo, si algunos de ellos no se negaran a cantar la Marsellesa, si no se los viera envolverse en banderas de otras naciones, quizá las cosas serían diferentes. Pero tal como están, confieso que no me reconozco en este equipo”, dijo la dirigente.
De acuerdo a la prensa francesa, Marine Le Pen aludía a declaraciones como las de Karim Benzema, quien dijo una vez “Argelia es mi país”, o a las acciones como la de Franck Ribéry, quien una vez se dejó ver envuelto en una bandera de Argelia, donde nació su esposa. Le Pen (hija) aprovechó el mundial para ensayar su estilo. Un poco más sutil que su padre, ella no apuntó contra todo inmigrante en la selección, sólo reprochó a los jugadores lo que considera falta de amor a la camiseta. Con la derrota de la selección, la dirigente adoptó la actitud de quien hace notar: “te lo dije”.
A diferencia de les bleus de 1998, esta vez la imagen de la selección francesa parece estar en su punto más bajo, después del sonado insulto del jugador Nicolas Anelka -al técnico Raymond Domenech- y de la derrota. Los franceses están furiosos con su equipo, y los políticos en el gobierno y la oposición discuten acerca de los “valores” que los deportistas deben transmitir a los jóvenes franceses y de las sanciones que deben aplicar a quienquiera sea el responsable de lo ocurrido. El presidente francés, Nicolas Sarkozy, ya dio su señal de que se toma en serio este tema al reunirse con el capitán de la selección, Thierry Henry, a su regreso a París, para analizar qué pasó.
Unos días después de inaugurar sus críticas a la selección, Marine Le Pen dijo en una conferencia de prensa en la sede de su partido, que era “previsible” que Francia perdiera ante México, porque el equipo no es más que “una sucesión de individualidades arrogantes pervertidas por la plata. No tienen sentido colectivo y luchan por contratos publicitarios más que por su país”. De paso, extendió esta crítica al presidente Sarkozy. Se preguntó, respecto a los jugadores “¿Son diferentes de quienes nos gobiernan?” y se respondió: “Tuve la ocasión de decir hace unos meses que Sarkozy tenía la actitud de Domenech. Ahora diré que Domenech tiene la actitud de Sarkozy”.