Como para demostrar que no sólo el presidente Lula da Silva es capaz de atraer la atención con sus iniciativas en política internacional, el candidato opositor a la presidencia, José Serra, también hizo ruido con sus posiciones en este tema. Mientras Lula asumía un papel central en la mediación entre la comunidad internacional y el gobierno de Irán, y lograba un acuerdo acerca del polémico programa nuclear iraní, Serra llamaba la atención, a menor escala, con sus críticas al Mercosur y con una acusación al gobierno boliviano de complicidad con el narcotráfico.

Las gestiones de Lula pueden haberle costado, por ejemplo, que lo plantara el presidente estadounidense Barack Obama, quien ya descartó visitar Brasil antes de las elecciones, señaló el diario Folha de São Paulo. Pero, en una cancha más chica, Serra ya recogió críticas a sus palabras desde dentro y fuera de su país.

El candidato del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) dijo la semana pasada: “De un 80 a 90 por ciento de la cocaína [que ingresa a Brasil] viene de Bolivia, donde dicen que hay un gobierno amigo”. Serra agregó que “es imposible” que esa cocaína transite los caminos a Brasil “sin que el gobierno [boliviano] sea cómplice” o por lo menos, omiso. “La mejor cosa diplomática para el gobierno de Bolivia es pasar a combatir activamente la entrada de cocaína en Brasil”, opinó en declaraciones citadas por la agencia de noticias EFE.

La cancillería boliviana emitió un comunicado para rechazar “enfáticamente” la acusación de Serra y allí señaló que sus palabras son “atribuibles probablemente a intencionalidades político-electorales de absoluta incumbencia de su candidatura”. Recordó además que los dos países coordinan y realizan “acciones conjuntas en la lucha contra el flagelo del narcotráfico”.

“Ni siquiera yo, que estoy en la lucha contra el narcotráfico, me animo a tildar a alguien de cómplice sin tener pruebas”, dijo el jefe de la fuerza especial de lucha contra el narcotráfico de la Policía de Bolivia, el coronel Félix Molina, quien calificó de “sumamente temeraria” la acusación de Serra.

Otros calificativos llegaron desde los rivales políticos del candidato del PSDB. Por ejemplo, Serra fue acusado de “imperialista” por su principal competidora, la oficialista Dilma Rousseff, que logró alcanzarlo en las encuestas, donde los dos tienen 37% de intención de voto. “No podemos despreciar a nuestros vecinos y mirarlos con soberbia, ésa es una política imperialista que lleva a la guerra, lleva al conflicto, lleva al desprecio”, dijo la candidata del Partido de los Trabajadores.

A su vez, la candidata del Partido Verde, Marina Silva, que tiene 7% de respaldo en los sondeos, acusó a Serra de prejuzgar al presidente boliviano, Evo Morales, por su origen indígena. “Si el gobierno de Bolivia fuera otro, y no el de Evo [Morales], un indio, tengo dudas de si esto se diría con tanta soltura”, dijo en declaraciones citadas por Folha.

Pero aunque también haga ruido en el exterior, Serra, a diferencia de Lula, no es presidente sino apenas un candidato. Por eso, el viceministro boliviano de Régimen Interior, Gustavo Torrico, consideró que sus declaraciones “no merecen mayor comentario”. Sin enbargo, Torrico comentó: “Cuando uno es candidato tiene que ganarse la simpatía o antipatía de muchos. El señor Serra quizás quiera ganarse la simpatía de Estados Unidos y entonces acusa a todos de que son narcotraficantes”.

Desde el gobierno brasileño, el asesor de la presidencia para Asuntos Internacionales, Marco Aurélio Garcia, dijo que “Serra está intentando ser el exterminador de la política exterior de Brasil. Ya destruyó el Mercosur, quiere destruir las relaciones con Bolivia y ya calificó a [el presidente de Irán, Mahmud] Ahmadinejad como un Hitler. No es una conducta prudente para alguien que aspira a ser presidente”, según EFE. García añadió que Serra no ganará las elecciones, “no llegará” a la presidencia, pero que si lo hiciera, “está peleando con tanta gente que no le va a quedar otro camino que cerrar embajadas”.