El 2 de julio Ingrid Betancourt regresó a Colombia. Ese día, la ex candidata presidencial, que ahora reside en Francia, celebró el segundo aniversario de la llamada Operación Jaque, la acción militar que la rescató de la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que la mantenía como rehén desde febrero de 2002. “Estoy muy emocionada de estar en Bogotá”, dijo ese día a Caracol Radio. Habló de rehacer su vida, de las lágrimas que todavía le resulta “muy difícil aguantar” cuando recuerda su liberación, y dijo que sigue en contacto con aquellos militares anónimos que se encargaron de liberarla.

Lo que no mencionó fue que dos días antes había reclamado al Estado colombiano, mediante una acción judicial, una “conciliación” para compensar los daños que sufrió a causa de su secuestro. De acuerdo a un comunicado del Ministerio de Defensa, citado por los medios colombianos, ella, su madre, sus hijos y su hermana reclaman una suma cercana a los siete millones de dólares.

La noticia indignó a Colombia, que todavía recuerda a una Betancourt recién liberada agradeciendo por la Operación Jaque, que calificó como “perfecta”. Aunque en esa acción fueron rescatados en total 15 rehenes sin disparar ni una bala, la operación no fue perfecta. El presidente colombiano, Álvaro Uribe, se vio obligado a pedir disculpas y reconocer que en ella los militares utilizaron en forma indebida el emblema de la Cruz Roja, poniendo en riesgo la convención que protege a los organismos humanitarios en situaciones de conflicto.

Como Jaque, tampoco Betancourt es perfecta, parece reconocer ahora la opinión pública colombiana.

La mujer que se presentaba a sí misma como una heroína, que lloró cuando supo que el Nobel de la Paz de 2008 no era para ella, y que fue comparada con Juana de Arco, Betancourt ya tenía sus críticos hace dos años. Entre ellos se contaba su ex candidata a la vicepresidencia, Clara Rojas, secuestrada junto a ella y liberada poco antes, quien hacía tiempo que no le hablaba. O los tres militares estadounidenses rescatados en la Operación Jaque -Marc Gonsalves, Thomas Howes y Keith Stansell-, que dieron una versión amarga de su convivencia con ella.

Pero no empañaron la imagen de Betancourt. De acuerdo a la revista colombiana Semana, los “gabinetólogos” del país consideraban que podría ser convocada a integrar el gabinete del presidente electo, Juan Manuel Santos, que era ministro de Defensa cuando ella fue liberada y fue su mentor político antes del secuestro. Por eso este medio colombiano calificó de “suicidio político” la decisión de la candidata de reclamar esta “conciliación”. Sobre todo cuando muchos coinciden en señalar que Betancourt es quizá la secuestrada de las FARC que tuvo más oportunidad de evitar una situación de riesgo pero desoyó las advertencias del gobierno.

Jorge Enrique Mora, quien fue comandante del Ejército al momento de su secuestro, dijo que su demanda es “mercantilista” y “oportunista”, y recordó que un día antes de su captura Betancourt firmó un documento en el que se declaraba responsable por su decisión de viajar, pese a las advertencias, al departamento de Caquetá, al que se dirigía a una actividad de campaña electoral cuando fue secuestrada junto a Rojas. La defensa de Betancourt argumenta que el Estado es responsable por no haberla protegido y porque algunas autoridades le indicaron que no había gran peligro en ese viaje. También argumenta que el Estado no hizo lo posible por rescatarla y que estuvo en omisión al dejarla seis años en manos de las FARC.

El gobierno de Uribe declaró su sorpresa. El suyo “es un acto de ingratitud y de codicia”, dijo el vicepresidente colombiano, Francisco Santos, quien descartó que prospere esta demanda. Tanto él como el dirigente opositor de izquierda Gustavo Petro o el cardenal católico Pedro Rubiano señalaron que el responsable del secuestro no fue el Estado sino las FARC y cuestionaron la acción judicial de Betancourt, al igual que buena parte de la opinión pública. “Vergonzoso”, titulaba Semana, y continuaba: “El mito de Ingrid Betancourt como una Juana de Arco se había desvanecido y ahora definitivamente cayó del pedestal”.