Las iglesias brasileñas comenzaron a participar en la campaña para las elecciones del 3 de octubre y, aunque aseguran que no quieren incidir en la votación, indican quiénes son sus candidatos favoritos. El Tribunal Superior Electoral estima que 136 millones de brasileños están habilitados para votar; de ellos, según una encuesta de Vox Populi, casi 100 millones son católicos y 33 millones son evangélicos.

Otro sondeo, de intención de voto, publicado el viernes por la cadena O Globo, indica que la candidata oficialista Dilma Rousseff, de tradición agnóstica, aunque evita declararse como no religiosa, encabeza las encuestas con 39% de respaldo. Por su parte, el principal candidato opositor, el católico José Serra, del Partido de la Social Democracia Brasileña, cuenta con un respaldo de 34%. En tercer lugar figura Marina Silva, del Partido Verde (PV), con 7% de la intención de voto. Pese a ser la única candidata evangélica, religión a la que pertenece desde 1997, cuando se convirtió del catolicismo, Silva no ha recibido apoyo de su iglesia.

En Brasil la congregación más grande de las iglesias evangélicas es la Asamblea de Dios, que tiene 18 millones de seguidores, según sondeos de Vox Populi, y está dividida en dos partes: la Convención Nacional de las Asambleas de Dios (CNAD) y la Convención General de las Asambleas de Dios (CGAD).

La corriente mayoritaria -la CGAD, con unos diez millones de fieles- siempre apoyó a Serra en las elecciones, pero en este 2010 considera respaldar a Marina, que forma parte del grupo. “Existe un movimiento fuerte para que los fieles voten a miembros de la propia iglesia”, explicó el pastor Lelis Washington Marinhos, portavoz del Consejo Político de la CGAD, al semanario Isto É. El principal inconveniente para dar ese respaldo sería que la candidata “pertenece a un partido que es contrario a lo que defendemos y que está usando a Marina para crecer, pero sus dirigentes no estarían dispuestos a ceder en esos principios”, dijo. El PV y Marina defienden un plebiscito sobre el aborto que es rechazado por la CGAD y se declaran contrarios al matrimonio gay.

Con respecto a la candidata del gobernante Partido de los Trabajadores, el presidente del Consejo de Comunicación de la CGAD, Antônio Mesquita, dijo a la revista Veja que “hay una resistencia a Dilma, quien es muy progresista y liberal en asuntos como el aborto y el casamiento gay”. Pero sí respalda a la candidata la otra ala de la congregación. La CNAD, con unos ocho millones de fieles, tiene como pastor y presidente de su Convención General al diputado federal oficialista Manoel Ferreira, quien también logró el apoyo de evangélicos de otras congregaciones.

Otro político religioso es el senador oficialista Marcelo Crivella, obispo de la Iglesia Universal del Reino de Dios. Crivella obtuvo para Dilma el respaldo de esa iglesia, la misma que apoyó a Lula da Silva en 2002 y 2006.

Los temas más polémicos para estas iglesias -el aborto y el matrimonio gay- no han sido prioritarios en la campaña electoral y ninguno de los candidatos ha opinado sobre ellos sin ser consultado específicamente. Serra se declaró contrario a la legalización del aborto y consultado por la Iglesia Católica prometió mantenerlo en la ilegalidad, aunque señaló que es un asunto de salud pública. Respecto al matrimonio gay, dijo que “es una cuestión en la que el Estado no debe entrar”.

Algo similar consideró Rousseff, quien señaló que son temas que debe tratar el Parlamento y que no deben ser manejados por el Ejecutivo, aunque se declaró “a favor de la unión civil” y de la despenalización del aborto.

La Iglesia Católica no se pronunció a favor de ningún candidato, aunque uno de sus religiosos sí se expresó en contra de Rousseff. Luiz Gonzaga Bergonzini publicó un artículo en la página web de la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil en el que recomendó a los católicos que no votaran por Rousseff porque está a favor del aborto. En respuesta, Rousseff se declaró “a favor de la vida” y aseguró: “Tanto yo como el presidente, Lula, no defendemos el aborto, defendemos el cumplimiento estricto de la ley” en el sentido de que el Estado debe proteger la vida de las personas, informó el diario Folha de São Paulo.

Para frenar la oposición católica, Lula pidió a su jefe de Gabinete, Gilberto Carvalho, ex seminarista católico, que organice reuniones entre Rousseff y el clero.

Pero resta ver si Rousseff, así como Serra y Silva, cumple con los “diez mandamientos para votar bien” que fueron presentados tanto por la Iglesia Católica como por la Asociación Evangélica Brasileña, que agrupa cientos de iglesias en todo el país.

Esos mandamientos promueven el voto de los fieles frente a la abstención, condenan la venta del voto y explicitan que si bien los líderes religiosos pueden orientar al fiel para decidir su voto, no pueden obligarlo o manipularlo en ese sentido; también señalan que nadie debe sentirse obligado a votar a un candidato porque sea de la misma religión. Los decálogos incluyen valoraciones éticas para que el fiel tenga en cuenta al elegir su candidato: que no sea corrupto y que busque el bien común de toda la sociedad y no sólo de un grupo, ya sea económico o religioso.

Los católicos van un poco más allá y en su decálogo, sin mencionarlo, rechazan el matrimonio gay, el aborto y la eutanasia, ya que su candidato debe “respetar plenamente la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural” y promover “la protección de la familia contra todas las amenazas a su misión e identidad natural”.