En la región serrana de Río de Janeiro, afectada por lluvias torrenciales, inundaciones y deslaves, la cifra de muertos aumentó a 631, mientras continúa la búsqueda de cuerpos y el número de desaparecidos es incierto. Se calcula que unas 14.000 personas quedaron sin hogar.

Los municipios en estado de calamidad ya son siete. El sábado se dieron las primeras listas de fallecidos en algunas ciudades, aunque en otras, como Nova Friburgo, todavía no se pudieron identificar los cuerpos rescatados y no hay un registro de desaparecidos, pero se estima que son centenares y que la cifra disminuirá cuando se acceda a las zonas que continúan aisladas, y cuando vuelvan las líneas telefónicas y de celular.

Hay al menos 20 áreas aisladas, indicó la Policía. “Es imposible saber la extensión de la catástrofe. Hay puntos en que las avalanchas se llevaron a las familias enteras y no hay nadie que reclame los cuerpos. En mi equipo están actuando varios policías que perdieron a sus parientes”, lamentó el coronel James Barros, comandante de una unidad policial. La situación fue calificada como la mayor tragedia climática de la historia del país y Naciones Unidas considera que está entre las cinco mayores tragedias del mundo. El gobierno de Brasil decretó tres días de luto y el del estado, siete.

El desabastecimiento en los municipios más afectados provocó una importante alza de precios en distintos productos: el agua mineral aumentó ocho veces, al igual que las velas; la leche, cuatro, y el precio de la gasolina se duplicó, al igual que el de frutas y verduras. Mientras que los comerciantes argumentan que mantener sus locales abiertos les cuesta más caro que antes de la tragedia, la Policía tiene órdenes desde ayer de detener a los comerciantes que cobren precios abusivos.

La recuperación económica podría tardar hasta dos años, indicaron especialistas citados por O Globo. Cosechas perdidas en las zonas rurales, reservas canceladas en los hoteles, fábricas enteras destrozadas. Las pérdidas en el sector del turismo se estiman en unos 400 mil dólares, causadas también por la falta de consumo de los turistas y de fuentes de trabajo zafrales, estimó el secretario estadual de Turismo, Ronald Ázaro.

Especialistas señalaron a distintos medios que la favelización de las laderas de los morros y la construcción en las zonas bajas, de alto valor turístico, colaboraron con la dimensión de la catástrofe. Por un lado, por la deforestación que se realiza para estos emprendimientos, generando menos resistencia al impacto de la lluvia contra el suelo, y por otro, porque el material de las construcciones precarias se suma al caudal de barro en los deslaves.

La presidenta Dilma Rousseff reconoció en conferencia de prensa que “la ocupación habitacional ilegal en esas zonas no ha sido algo ocasional sino que ha sido la norma” y prometió “prevención” porque “es más barato prevenir que reconstruir”.

Informes del gobierno revelaban esta situación desde 2008, informó Folha de São Paulo, al igual que un estudio de Naciones Unidas enviado tres meses atrás a Planalto. Brasil “no está preparado” para “las actividades de prevención y preparación” ante un desastre, reconoce en el informe de 2008 Ivone María Valente, quien dirige la Secretaría Nacional de la Defensa Civil. “La no implantación del programa de la reducción de riesgos contribuirá al aumento de desastres naturales”, concluye.