“La independencia de Sudán del Sur forzará a los gobiernos a fijarse más en las preocupaciones y quejas de las zonas marginales. Es probable que las regiones que desde hace un tiempo amenazan con la secesión reciban mayor atención”, indicó a BBC el director del programa para África del instituto Royal United Service, Knox Chitiyo.

Esa independencia que desde ayer se vota en el sur de Sudán, en un referendo que tendrá siete jornadas, podría sentar un precedente para África, reforzando los movimientos separatistas en el continente.

Sudán nació como un único país en 1946 por decisión de los británicos que colonizaban ambas regiones. Cuando la independencia fue negociada, en 1953, se aceptaron las fronteras establecidas por los británicos para evitar enfrentamientos entre las nuevas naciones y que dividían grupos étnicos, religiosos y hasta a familias, al igual que en otros países africanos.

Dos años después comenzó la primera guerra civil porque el sur exigía mayor autonomía. Aunque algunas fuentes señalan que hubo un paréntesis (1972-1983), ese conflicto continuó hasta 2005. El sur resultó mucho más afectado que el norte. Casi dos millones de civiles fueron asesinados y más de cuatro millones fueron desplazados de sus hogares. El presidente de Sudán, Omar al Bachir, quien llegó al poder a través de un golpe de Estado en 1989, tiene dos órdenes de arresto en su contra como sospechoso de haber cometido genocidio y delitos de lesa humanidad durante la guerra civil.

El acuerdo de paz logrado hace casi seis años con el auspicio de Naciones Unidas estableció que el sur sería semiautónomo y que en un plazo no mayor a seis años se organizaría un referendo para decidir sobre su independencia. Ese plazo terminaba ayer, y si bien varios críticos consultados por la agencia de noticias AFP aseguraron que la votación no se organizó con el tiempo suficiente, coincidieron en que si el referendo no comenzaba ayer, podría iniciarse una nueva guerra.

Consecuencia de esa mala organización es que aún se desconoce qué sucedería con el millón y medio de sureños que viven en el norte si el sur consigue la independencia, o la incertidumbre acerca de cuál sería la frontera que divida las nuevas naciones.

En la zona sureña está la mayoría de los campos petrolíferos; a su vez, la mayor parte de ellos está en la región autónoma de Ebey, que está sobre la línea que divide internamente el norte del sur. Allí no sólo se votaría el referendo independentista, sino también si los habitantes se quieren unir al norte o al sur.

Si bien la zona sur es más rica en petróleo, la infraestructura para su distribución y exportación -que representa miles de millones de dólares anuales- está en el norte. Los oleoductos parten de los yacimientos, atraviesan la capital norteña Jartum y llegan hasta el puerto sudanés sobre el mar Rojo, desde donde es exportado.

La infraestructura del sur es pobre en comparación con la del norte debido a la centralización del país. Mientras que en los estados norteños dos tercios de la población cuenta con agua potable y saneamiento, en los sureños sólo 20% tiene algún tipo de inodoro, y la mayoría del agua proviene de pozos desprotegidos.

El árido norte, más rico, de habla árabe y religión musulmana, cuenta con más urbanizaciones, además de la capital nacional, mientras que el sur tropical tiene un clima más favorable, pero está sumamente empobrecido por años de conflicto y falta de descentralización. Además, en el sur hay unos 200 grupos étnicos, cada uno con sus creencias, religiones y lenguas, entre los cuales se destacan los animistas y cristianos.

Casi cuatro millones de personas se registraron para votar en el sur y, según los observadores, vencerá la independencia. En la primera jornada de referendo, ayer, la participación fue alta, pese a los enfrentamientos que comenzaron el viernes entre rebeldes y el Ejército en Ebey, que dejaron más de diez personas muertas y unas 90 heridas, y por los cuales, si bien se continuó con la votación sobre la independencia, fue suspendida la referente a anexarse al norte o al sur.