El domingo, Menem fue reelecto como senador nacional por su feudo por la mayoría. “El apoyo del gobernador a la lista de Menem también influyo muchísimo”, dijo el lunes la también senadora electa (segunda más votada) y vicegobernadora riojana, Teresita Luna. Se refería a la estrategia ideada por el oficialista gobernador Luis Beder Herrera, que permitió que su lista -Frente Popular Riojano, kirchnerismo puro, le dicen- acumulara con la del Frente Popular Riojano -kirchnermenemista- que encabezaba el también ex gobernador. Así, las seis bancas nacionales en juego (tres senadores y tres diputados) quedaron para el oficialismo, tal como lo consignó Clarín el lunes.

Pero las idas y vueltas entre los referentes político-partidarios más fuertes del “nuevo” y reformulado peronismo han sido constantes, y han marcado la ascendente carrera de ambos. Ambos fueron los que resignificaron el partido con nombre propio, remplazándolo con los suyos: entre el menemismo (1989-1999) y el kirchnerismo (2003-2015) acumularán 22 años de gobierno nacional de los 30 de retornada la democracia, que se cumplirán cuando Fernández termine su segundo mandato.

Desde diciembre de 1991 hasta el 24 de mayo de 2003, Kirchner fue gobernador de Santa Cruz. En paralelo, Fernández comenzaba su camino legislativo. En 1989, mientras Menem era electo presidente por primera vez, ella desembarcó en la legislatura provincial como diputada, cargo que ejerció hasta 1995. Ese año, antes que su marido, alcanzó proyección nacional al ser electa como senadora nacional, al tiempo que Carlos Saúl iniciaba su segunda presidencia y Néstor repetía gobernación. Desde el Congreso, Cristina se convirtió en la cara visible de un proyecto político que para las elecciones de 1999 amenazaba la hegemonía peronista de Menem, que temía que intentaran imponer la fórmula Kirchner-Kirchner, cual espejo de la Perón-Perón...

Aliados con el mandatario, por ejemplo a la hora de privatizar los Yacimientos Pretrolíferos Fiscales (YPF), otros asuntos locales pero también nacionales los pusieron en veredas opuestas a partir de 1996. Uno de esos temas fue la cuestión de límites que Menem buscaba cerrar con Chile, y que tuvo al matrimonio como férreo opositor en defensa de la zona de Hielos Continentales y de la Laguna del Desierto, que estaba en litigio con el país trasandino.

Éstos y otros hechos motivaron que Fernández fuera expulsada del bloque peronista, obligándola a tejer alianzas por fuera del oficialismo, por ejemplo con la hoy casi desaparecida electoralmente, -entonces incipiente figura- Elisa Carrió. Pero 1999 no fue el año de los K. Una alianza partidaria convirtió en el sucesor de Menem a Fernando de la Rúa, quien no pudo terminar su mandato. Tras la debacle y la sucesión increíble de presidentes, Eduardo Duhalde tomó la posta, recompuso el sistema político y convocó a elecciones.

Entonces sí fue el tiempo para los del sur. La campaña en 2003 tuvo como protagonista a Kirchner. Se quedó con la presidencia tras la renuncia de Menem a competir con él en balotaje, pero tenía un respaldo de votos apenas superior al 20% del electorado. Los cruces y ataques entre ellos eran moneda corriente y reflejaban la polarización entre los que reclamaban un cambio del modelo causante de la crisis política, económica y social que vivía el país y que había derivado, en 2001, en la revuelta que expulsó del poder a De la Rúa.

Menem fue uno de los más fervientes promotores y practicantes del neoliberalismo que se instaló en buena parte de América del Sur en la década del 90, y que a diferencia de su colega de este lado del Plata, Luis Alberto Lacalle, pudo aplicar a rajatabla: privatizó todas las empresas públicas y priorizó la importación sobre la exportación, por mencionar dos de las tantas medidas que caracterizaron su permanencia en el poder, y que dejó cifras de pobreza, desempleo y marginación que hubieran escandalizado al propio Juan Domingo Perón.

Y justamente, la figura del general era y es emblema de la política vecina, el que unió y distanció reiteradas veces al matrimonio patagónico y al caudillo riojano. La alianza última se fue armando en base al apoyo al gobierno que el sector de Menem en el Senado y en Diputados habilitó con sus votos, o con sus ausencias. Esto permitió la sanción de varias leyes; quizá una de las más recordadas sea la que permitió el matrimonio homosexual.

Ahora el acercamiento no es circunstancial, y si bien en la cámara alta el oficialismo tenía y tendrá mayoría propia, en la baja las alianzas seguirán siendo clave. La de Cristina y Carlos Saúl comenzó a tejerse a principios de 2011, aunque fue desmentida una y otra vez, pero cada vez con menor entusiasmo a medida que se acercaban las primarias de agosto y las nacionales de octubre. Los medios riojanos reflejaron en los dos últimos días las reacciones de ambos Frentes a la luz de los resultados. Menem celebró el triunfo y expresó su deseo de entrevistarse con Cristina Fernández. “Si es posible, me voy a reunir con la presidenta”, lanzó. Todavía no tuvo respuesta, aunque la mufa y las diferencias ideológicas otrora irreconciliables, parecen ya no ser obstáculo para que M, ya sin K, vuelva a la Casa Rosada, aunque más no sea para hablar de política con C.