En las elecciones presidenciales de abril y mayo la izquierda francesa estará representada por tres fuerzas. El Partido Socialista (PS) es el que tiene el mayor caudal de votos y es actor del bipartidismo desde 1981, cuando su líder, François Mitterrand, accedió a la presidencia. El resto de los izquierdistas franceses suele dividirse en partidos con poco peso electoral, pero que a la hora del habitual balotaje suman votos para el socialismo. De cara a los próximos comicios, esos electores se dividen en su mayoría entre los ambientalistas de Europa Ecología-Los Verdes (EELV) y los de la izquierda más dura, como los comunistas y el Partido de Izquierda (PI), unidos en el Frente de Izquierda. Un acuerdo entre esta última fuerza y el PS está descartado, ya que su candidato a presidente, el diputado europeo del PI, Jean Luc Mélanchon, estima que los socialistas valen igual de poco que la derecha, porque aplican políticas liberales y son funcionales a la economía de mercado. Eso no quita que parte de su electorado opte por el candidato socialista en la segunda vuelta (ver recuadro).
Números a prueba
Un sondeo publicado el domingo dio 30% de intención de voto en primera vuelta al candidato socialista François Hollande, nueve puntos menos que en la medición anterior, y 29% a Nicolas Sarkozy, que subió cinco puntos. La ambientalista Eva Joly aparecía en sexto lugar en la encuesta, con 6% de respaldo. En tanto, las consultas sobre la segunda vuelta arrojaban una amplia ventaja para Hollande, con 58% contra 42% de Sarkozy, que sin embargo creció 2%.
El EELV, que tiene como candidata a presidenta a la jueza franco-noruega, Eva Joly, sí acordó con el PS, pero las negociaciones fueron complicadas. El mismo escenario se repite desde 1997, cuando verdes y socialistas firmaron el primer acuerdo de cara a las elecciones legislativas: las diferencias siempre giran en torno a la energía nuclear. El PS suele ser más bien favorable a la apuesta por la energía atómica que hizo Francia en los años 60, algo que para los ambientalistas es prioridad revertir. Hace una semana, luego de varios altercados entre los líderes de ambos partidos, las dos fuerzas alcanzaron finalmente un pacto. Éste les permitirá presentar listas comunes en las legislativas del 10 y 17 de junio, después de las dos vueltas presidenciales previstas para el 22 de abril y el 6 de mayo. El punto más destacado del acuerdo incluye la promesa de reducir en forma paulatina el peso de la energía atómica, que pasaría del 75% que representa hoy a un 50% en 2025.
Pero muy rápido surgió una polémica sobre otro párrafo vinculado al mismo tema: el que se refería a la mezcla de óxidos, un tipo de combustible utilizado en los reactores nucleares y fabricado con desechos radiactivos, comúnmente llamado MOX. Un día después de la firma, quedó claro en la prensa que la interpretación del acuerdo que hacían unos y otros era distinta.
Desde el EELV se estimaba que el texto suponía el abandono de la producción de MOX, cuyos empleados e infraestructuras debían reconvertirse en el "tratamiento de desechos nucleares y el desmantelamiento" de esa industria. En cambio, dirigentes del PS aseguraban que en ningún momento se consideraba la posibilidad de "abandonar" esa producción. A tal punto que, según distintas versiones de la prensa local, el propio Hollande habría pedido que se borrara de manera unilateral el párafo referido al MOX del texto del acuerdo enviado a la prensa.
Unidos pese a todo
El hecho causó gran revuelo e indignación en EELV. No faltaron los editoriales que anunciaban el fracaso de los socialistas en las elecciones por su desprolijidad a la hora de negociar y tampoco los que explicaron que EELV es para el PS “un nido de problemas” y que en realidad les convenía que fracasara el acuerdo. La sorpresa fue aún mayor porque el negociador del PS con los ambientalistas fue Michel Sapin, que también está a cargo del programa presidencial y es amigo personal de Hollande.
El mismo día, el jueves, la prensa recibió un comunicado de los dos partidos que saldó la polémica. El texto recuerda el compromiso de reducir el peso de la energía nuclear en la produción francesa de electricidad y explica que “como consecuencia”, la cantidad de MOX producido también va a bajar. Pero deja claro que esa producción “continuará”. Emitido luego de que medios franceses informaran que los directivos de la empresa de producción nuclear francesa, Areva, habían presionado a sus “amigos” del PS, el texto también aclara que habrá un “plan de reconversión que permitirá mantener los empleos”. La organización Greenpeace se sumó al debate entre EELV y PS. En un comunicado, destacó que “Francia es el único país del mundo que lo produce [el MOX] y el único que quiere continuar usándolo”. Además denunció que ese combustible es “caro, peligroso e inútil”.
Más allá del tema nuclear, el acuerdo implica que quedarían reservadas por lo menos 15 bancas de diputados para EELV si Hollande pierde en las presidenciales, y hasta 30 si gana. Tener 15 diputados significa contar con un grupo parlamentario completo en la Asamblea Nacional, cuando ahora, los ambientalistas tienen sólo cuatro bancas. Por eso algunos acusan a los verdes de haberse “vendido” por los cargos y a Hollande de haber sido “blando” a la hora de negociar. Desde la propia izquierda también se destacó que la firma del acuerdo supone que se da por sentado que los socialistas van a ganar y que eso le saca aún más peso a la candidatura de Joly a la presidencia.
El negociador de los verdes, Jean-Vincent Placé, explicó al semanario francés Le Point, que su partido asume que hace “política, con acuerdos y desacuerdos”. Y añadió que “siendo la vida política lo que es, necesitamos un grupo en la Asamblea Nacional, para tener peso en el debate más adelante, para encaminarnos hacia la salida del programa nuclear”.
Acto seguido, el director de campaña de Joly, Sergio Coronado, dijo a la página web del semanario Paris Match que el acuerdo “no compromete” a la jueza, aunque entiende que sea “necesario”. También dijo que la ambientalista se retiraría unos días del ámbito público porque estaba “impactada” por la falta de seriedad de las negociaciones y canceló su participación en un programa de debates políticos esa noche. Pero el verdadero motivo de su alejamiento es que el acuerdo tiene gusto a poco, porque no establece la detención de las obras en curso para una nueva central nuclear y eso la pone en una postura difícil a la hora de representar a los ambientalistas franceses.
La “desaparición” de la candidata ocupó las portadas de la prensa, algo que no es habitual, ya que se la considera como una competidora de menor peso. Su ausencia no evitó que su partido aprobara el acuerdo el fin de semana, como ya lo había hecho el PS.
Recién ayer, Joly rompió su silencio mediático. Dijo a Le Monde que está “indignada, escandalizada” por “la intervención de Areva en las discusiones con el PS”, estimó que eso muestra su “arrogancia” y que eso hace pesar sobre los socialistas la “sospecha” de que sean “madera para hacer títeres”. Sobre el acuerdo dijo que “no la ilusiona” y que durante las negociaciones “los amigos de François Hollande se revelaron arcaicos ante la modernidad” del proyecto de EELV.
Para el presidente francés Nicolás Sarkozy, probable candidato a la reelección por la derechista Unión por un Movimiento Popular, el acuerdo entre verdes y socialistas “afecta al orgullo nacional sobre el control atómico, un sector industrial que hay que defender, con unos de los pocos empleos que no se pueden trasladar al exterior”.
En opinión de Sarkozy, el liderazgo francés en ese sector “es una de las pocas ventajas de competencia” con respecto a sus “socios” que, desde el accidente de la central japonesa de Fukushima están dejando de producir esa energía y se están convirtiendo en potenciales compradores para Francia. Desde la sede del ejecutivo, el Palacio del Elíseo, advirtió: “no dejaré que se ponga en duda un punto fuerte de Francia, sería irresponsable”.