El acuerdo para formar un gobierno en Bélgica fue aprobado de manera definitiva ayer, luego de que el rey Alberto II y las distintas fuerzas políticas (socialistas, liberales y democristianos) de flamencos y francófonos dieron el visto bueno a sus 178 páginas.

Según explicó al canal France 24, el politólogo de la Universidad Libre de Bruselas, Pascal Delwit, el texto recoge cuestiones socioeconómicas, como el presupuesto para 2012, aprobado el domingo ante la amenaza de que Bélgica cayera en una crisis de la deuda, y que prevé más de 14 millones de dólares de recortes. También establece una reforma del Estado, con la que Bélgica se convertirá en un Estado Federal, y la administración central cederá poder a entidades locales.

Pero lo esencial es que los flamencos y los francófonos se pusieron de acuerdo en dividir en dos zonas el distrito judicial y electoral bilingüe de Bruselas-Halle-Vilvoorde (BHV), su principal punto de conflicto. Este desacuerdo entre las fuerzas políticas impidió formar un gobierno por 535 días, 342 de ellos posteriores a las últimas elecciones legislativas. Durante ese período gobernó de forma provisoria el primer ministro democristiano flamenco, Yves Leterme, que presentó su renuncia en abril de 2010.

El partido separatista flamenco, el más votado en las últimas elecciones, en julio de 2010 decidió no participar de las negociaciones para la formación del nuevo gobierno, que encabezará el socialdemócrata Elio di Rupo, el líder del Partido Socialista belga, un francófono de 60 años, hijo de inmigrantes italianos. Se estima que el miércoles asumirá el nuevo primer ministro.

Di Rupo es un personaje que llama la atención y cuya biografía se está por publicar en su país. El diario La Libre, en el que trabaja el periodista que la escribió, publicó algunos adelantos, por ejemplo, que en 1996, momento en que Di Rupo, salpicado por un escándalo sexual que se reveló falso, fue abordado por periodistas en la calle que le preguntaron si era homosexual, él respondió: “Sí. ¿Y qué?”.

La vestimenta de Di Rupo también sale de los cánones de la política belga y mundial. Por lo general, luce una moñita roja sobre camisa blanca, lentes y un corte de pelo más bien largo con reflejos rojos. Es además un francófono, y rompe así con la tradición de que el jefe de gobierno belga sea de habla flamenca, como 60% de la población.

Di Rupo deberá repartir las carteras entre flamencos y francófonos para que el nuevo gobierno asuma la semana que viene. Su capacidad para lograr el consenso entre los distintos actores lo colocó al frente del futuro gobierno, pero su tarea no va a ser fácil. Para hoy está prevista en Bélgica una jornada de manifestaciones contra las medidas de austeridad.