En la ceremonia que se celebró ante el Congreso el sábado, la presidenta argentina asumió su segundo mandato y modificó la fórmula del juramento oficial para incluir a su compañero fallecido, el ex presidente Néstor Kirchner: “Juro por Dios, la patria, y sobre los santos evangelios desempeñar con lealtad y patriotismo el cargo de presidenta de la nación y hacer observar fielmente la Constitución. Si así no lo hiciera, que Dios, la patria y él me lo demanden”, dijo emocionada Cristina Fernández de Kirchner.

Durante su discurso de asunción e incluso más tarde, ante la multitud con la que festejó en un acto en la Plaza de Mayo, las referencias a “él”, Kirchner, fueron permanentes, como suelen serlo desde su muerte, hace más de un año.

Luego de una interminable polémica y múltiples versiones sobre quién le entregaría la banda presidencial a Fernández, fue finalmente su hija, Florencia Kirchner, quien se la colocó. El vicepresidente saliente, Julio Cobos, en cuyo cargo asumió Amado Boudou, era quien, según el protocolo, debía entregar la banda a la mandataria reelecta. Pero en la ceremonia su papel fue reducido al máximo.

Desde que no apoyó al gobierno en el conflicto con las gremiales agrícolas, en 2008, Cobos siguió en su cargo pero se convirtió en enemigo del oficialismo. Sin embargo, el sábado, las expresiones en su contra se limitaron a algunos gritos e insultos aislados, entre los cuales dominó el calificativo “traidor”, lanzado desde la barras que ocupaban integrantes de la agrupación juvenil kirchnerista La Cámpora. En la transmisión oficial del Canal 7, cuando Fernández le fue a dar un frío apretón de manos, las cámaras mostraron en su lugar una bandera argentina.

En el acto también hubo algunas ausencias destacadas, como la de Elisa Carrió, ex líder de la Coalición Cívica, quien mantiene un perfil muy bajo desde su derrota en las elecciones de octubre. También faltaron Federico Pinedo, el jefe de la bancada macrista en Diputados, y el senador y ex presidente Carlos Menem, que volvió a integrar las filas oficialistas en los últimos meses.

Pero la ausencia más comentada fue la del líder de una de las principales centrales sindicales argentinas, la Confederación General del Trabajo (CGT), el oficialista Hugo Moyano. Sin embargo, desde el oficialismo y desde la CGT, si bien se reconoció que la relación entre Fernández y el líder del sindicato de camioneros es “difícil”, se descarta una ruptura. De todos modos, la prensa opositora destacó las palabras de la presidenta en su discurso de asunción, acerca de que el derecho de huelga no implica que se autorice ni el “chantaje” ni la “extorsión”.

El Ministerio de Economía, que quedó en manos del abogado especializado en economía Hernán Lorenzino, ocupó gran parte del discurso de Fernández. Esa cartera creció en importancia y poderes, al incorporar una nueva secretaría, la de Comercio Exterior, que estará a cargo de Beatriz Paglieri, ex directora del Indec y directora de Papel Prensa en representación del estado. Paglieri es la mano derecha del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, uno de los ministros más cuestionados por la oposición, quien seguirá en su cargo, ahora con más tareas. En manos de Moreno y Paglieri quedarán instrumentos y decisiones en materia arancelaria, de protección a la industria, entre otras políticas, y sus secretarías deberán coordinar y armonizar las decisiones referidas a la actividad comercial en los diferentes ámbitos estatales, incluidos los demás ministerios. Además, bajo la órbita de Comercio Exterior se creó la subsecretaría de Competitividad, cuyo titular todavía no fue designado.