El ministro de Trabajo de Brasil, Carlos Lupi, presentó su renuncia anoche, luego de reunirse con la presidenta Dilma Rousseff. La suya es la séptima salida del Ejecutivo brasileño que asumió en enero y la sexta impulsada por acusaciones de corrupción.

Según las primeras denuncias realizadas en noviembre por la revista Veja, el Ministerio de Trabajo benefició a organizaciones civiles cercanas al Partido Democrático Laborista, en el que Lupi milita, y exigió dinero a algunas instituciones de ese tipo ara renovar sus contratos. A esas denuncias iniciales se sumaron otras publicadas por el diario Folha de São Paulo, según las cuales el ministro habría sido un “funcionario fantasma” en la Cámara de Diputados, acumulando dos cargos -y sumando dos sueldos de forma inconstitucional.

En sus distintas comparecencia ante el Congreso, en las que negó las denuncias, Lupi primero aseguró que nadie lo sacaría del gobierno y luego le pidió disculpas a la presidenta por usar un tono que calificó de “agresivo”, y sostuvo que “ama” a Rousseff. La semana pasada la Comisión de Ética de la Presidencia recomendó a la mandataria destituir a Lupi porque sus explicaciones sobre las denuncias no fueron convincentes.

La presidenta fue consultada por periodistas el viernes, durante su visita a Caracas, sobre si la “declaración de amor” de Lupi le hacía más difícil despedirlo. Rousseff respondió: “Tengo 63 años, una hija de 34, un nieto de un año y dos meses. No soy propiamente una adolescente y diría que tampoco una romántica. Hago análisis muy objetivos”. Rousseff dijo también que las decisiones “referentes a Brasil” las tomaría a partir de hoy, pero anoche se reunió con el ministro, y éste presentó su dimisión.

Horas antes, el partido de Lupi había anunciado que hoy evaluaría el respaldo que dio al ministro la semana pasada. El presidente de la formación, André Figueiredo, dijo a la cadena O Globo: “El partido no puede quedarse inerte mirando cómo su nombre es manchado”.