La CIA, altos funcionarios egipcios y el canal de televisión qatarí Al Arabiha estuvieron entre quienes anunciaron ayer de tarde que el presidente egipcio, Hosni Mubarak, transferiría el gobierno al vicepresidente, Omar Suleimán, pero sólo fue así en cierta medida.
Mubarak dijo que va “a delegar al vicepresidente” muchos de sus “poderes y prerrogativas de acuerdo con la Constitución”, y reiteró promesas de modificar la Constitución, para facilitar la “alternancia en el poder” y dejar sin efecto el estado de emergencia vigente desde 1981, cuando asesinaron al anterior presidente, Anwar el-Sadat.
“El presidente me confió la estabilidad del país y la seguridad”, confirmó luego Suleiman.
La furia de millones de personas -tres, según el canal Al Jazeera- explotó en la plaza Tahrir de la capital, El Cairo, cuando Mubarak, presidente desde hace casi 30 años, dijo: “Hasta que muera, jamás dejaré Egipto”. Los manifestantes escucharon en un silencio profundo y expectante cuando el mandatario aseguró que reconocía la “voluntad del pueblo” como “justa y legítima”, pero reaccionaron cuando añadió que se negaba a ceder ante las “presiones del extranjero” y reiteró que encabezará la transición hasta setiembre, cuando se celebren elecciones presidenciales a las que no piensa presentarse.
Al discurso siguió una levantada masiva de zapatos, un gesto de desprecio en el mundo árabe. También retumbó el grito de “Ejército de Egipto, la opción está ahora entre el régimen y el pueblo”. Hubo respuesta: las fuerzas armadas anunciaron mediante un comunicado que respaldan las “legítimas demandas” del pueblo y que “estudian medidas” para salvaguardar los intereses del país. Los manifestantes seguían reclamando anoche, por decimoséptimo día consecutivo, que Mubarak renunciara y abandonara el país, como hizo en enero el mandatario de Túnez, Zine El-Abidine Ben Alí.
En ese país vecino, el Senado aprobó el miércoles un proyecto de ley que permite al presidente interino, Fuad Mebaza, gobernar casi únicamente por decreto. Según el primer ministro tunecino, Mohamed Ganuchi, eso se justifica “por el momento de crisis que vive el país” y es “la mejor opción para no perder tiempo con el fin de acometer las urgentes reformas necesarias”. También se argumentó que la medida permitirá obviar a los seguidores de Ben Alí, que aún son mayoría en el Parlamento y podrían trabar las reformas. Mebeza fue designado el 15 de enero. Antes fue integrante del partido de Ben Alí y presidente del Parlamento.
En Jordania ni siquiera la reina, Rania, de origen palestino, está a salvo del descontento, y se acusa públicamente a su familia de corrupción, en un país donde criticar a la monarquía puede significar una condena a tres años de cárcel. Su esposo, el rey Abdalah II, tomó juramento el miércoles a un nuevo gobierno, integrado por personalidades cercanas a la oposición y formado por el primer ministro al que designó el 1º de este mes, asignándole la misión de impulsar reformas para responder a los reclamos populares, semejantes a los de Túnez y Egipto. Pero la principal fuerza opositora, el Frente de Acción Islámica, no quiso participar y opinó que este gobierno “se parece a los anteriores”.
En Argelia, la oposición convoca a manifestar mañana por “el cambio de sistema” en varias ciudades. La movilización en la capital, Argel, no fue autorizada pero la convocatoria se mantiene.