Por fin empezó el año 2030 y es hora de festejar por última vez el bicentenario. Entre las celebraciones de 2028 y 2025 y el recuerdo de las de 2011, va siendo hora de cerrar el festejo. Para un nacimiento un tanto confuso, cuatro bicentenarios ya van siendo suficientes. Sucede que una vez que te ponés temerario como para festejar el “comienzo del Proceso de Emancipación Oriental” es fácil quedar entrampado y ya no se le puede decir no a la Declaración de Independencia, a la Convención Preliminar de Paz ni a la primera Constitución. La Red Conservadora planea el festejo del bicentenario de la Batalla de Carpintería para 2036.

No somos un país del primer mundo; a algunos se les iba un poco la cabeza hace algunas décadas al proyectar el futuro. Pero las celebraciones de 2011 parece que quedaron muy atrás. El festejo estuvo lindo, pero el país estaba aún un poco medieval. Es fácil decirlo con el i-pad-finger del diario del lunes, pero la cantidad de información de que disponían era poca y tenían sus cositas de la edad de piedra.

Aunque los crímenes más comunes eran de los maridos contra sus esposas, rondaba la idea de meter a los menores de edad que delinquían en unos depósitos humanos que te destruían, se incendiaban o te enterraban en vida. Y en aquellas viejas televisiones chatas, donde sólo se podía mirar sin intervenir, los tipos con los sacos y corbatas de la época se ensañaban con los crímenes, sus víctimas, los victimarios y todo aquel al que se le pudiera sacar jugo y ponerle una pata arriba por ser más débil. Con una música de fondo. A veces había autoridades que te sugerían que armarte no era tan mala idea.

Aquel festejo fue el último, eso sí, en que no hubo celebraciones en portuñol, ni música de las colectividades recién llegadas, ni eventos organizados por los uruguayos retornados, con los de afuera y los uruguayos por adopción. Y el último en que la obsesión por la identidad a lo siglo XIX tuvo algo de sitio, aunque ya se iba difuminando. Ahora que somos el país más urbanizado de la Tierra junto a Singapur, ya no hay jinetes a caballo en los festejos, ni desfiles militares, porque no hay Fuerzas Armadas para protagonizarlos. Las innovaciones científicas que se pudieron financiar con ese ahorro no tienen desfile, aunque estarán presentes en los festejos (unos jugueteos de realidad virtual sobre la Avda. Mujica que prometen).

Lo que vino después de 2011 cambió el mapa, por eso son difíciles de entender las discusiones de la época. La redistribución de la riqueza, la explosión de escritores y lectores de mensajes y textos y formatos distintos, la garantía de que se puedan tener y criar la cantidad de hijos que se quiera porque los cuidados son colectivos, los artistas que surgieron cuando la jornada laboral bajó a cinco horas. No haber logrado la sede del Mundial para el Río de la Plata dolió, pero no va a opacar el año: tenemos los festejos de los 20 años de Sudáfrica 2010. Si no hubiera habido aquel lío por las trabas a las exportaciones de riñones electrónicos a Argentina, el Mundial era nuestro. Igual, nuestro Consejo de Gobierno prometió arreglar las cosas y se palpita que éste es el año de despegue del Mercosur.

Los festejos se van a concentrar en el Gran Montevideo, la ciudad extendida entre Colonia y el Chuy donde la población comenzó a concentrarse en los últimos años. La Organización Pro Retorno al Campo, los de las capuchas blancas, anuncia un boicot pero ha tenido problemas para juntar la cantidad suficiente de manifestantes. Los que hablan de recuperar la Nación Oriental de los embates de la inmigración también quieren intervenir en los festejos, pero no es necesario reprimirlos porque su consigna no fue comprendida ni por los más rebuscados. A los Defensores de la Familia Normal hace tiempo que no se los ve, porque la gente los tomaba muy para la joda y terminaron siendo reivindicados como una rama de la política-ficción, aquel género inaugurado por la famosa “Guerra de las Patentes”, cuya existencia real los historiadores discuten.

Va a ser una fiesta, aunque moleste un poco la indecisión de Tabaré Vázquez, que no termina de definir su lugar en el gobierno del país. Con el aumento en la esperanza de vida que hubo y con la suerte que viene teniendo con la biología, podemos estar un buen tiempo así. Aunque desde que arrancó a fumar se lo ve desmejorado.

Hay para celebrar, aunque me parece que empieza la era del festejo prospectivo y termina la de los aniversarios. Faltan 20 años para ser el país que vamos a ser en 2050.