Saif al Islam, que significa “espada del Islam”, es el segundo hijo del presidente libio, Muamar Gadafi, y el mayor de los siete hijos que tuvo con su segunda compañera, Safiyya Ferkash.
Ferkash es de la familia de los Sanusi, la dinastía que Gadafi derrocó cuando tomó el poder con un golpe militar en 1969. Es enfermera de profesión y se casó con Gadafi cuando sólo tenía 14 años.
Nacido en 1972, Saif cursó sus primeros años de estudio en escuela y liceo público. Más tarde se recibió de arquitecto y de economista luego de estudiar en Trípoli, Viena y Londres. Tanto en Austria como en Gran Bretaña, según trascendió, llevó una vida digna de un multimillonario playboy.
Luego de recibirse, Saif trabajó tanto para el Estado libio como por su cuenta, como dueño de su propia empresa de ingeniería y construcción. En 1998 creó la Fundación Internacional Gadafi para Asociaciones Caritativas, una organización no gubernamental dedicada a la coordinación del trabajo social y las actividades humanitarias y de beneficencia.
En 2003 la organización se convirtió en la Fundación Internacional Gadafi para la Caridad y el Desarrollo. Esa organización, cuyo financiamiento es señalado como particularmente opaco, le dio a Saif un papel protagónico en ámbitos diplomáticos. Saif asumió tareas de relaciones públicas en nombre de su padre y del régimen. Realizó intervenciones destacadas en la liberación de rehenes detenidos por extremistas musulmanes y en la negociación de las compensaciones económicas a los familiares de las víctimas de atentados aéreos que se atribuyeron a Trípoli -como el de Lockerbie, en Gran Bretaña-, aunque siempre sostuvo que sus compatriotas encausados y condenados eran “inocentes”.
En el año 2000, en Filipinas, el régimen libio intentó mejorar su imagen ante Occidente y pagó un millón de dólares por el rescate de 12 rehenes -turistas europeos en su mayoría- de la organización islamista separatista Abu Sayyaf, de la isla de Jolo, en Filipinas. La operación, saludada por París y Berlín, los principales interesados, fue realizada y financiada por la fundación de Saif.
El segundo hijo de Gadafi es considerado cosmopolita, sofisticado y hasta hace pocas semanas como el interlocutor más “válido” del régimen libio y el artífice de la mejora de las relaciones entre el régimen de su padre y Occidente.
Cables filtrados por WikiLeaks le atribuyeron fama de mujeriego y juerguista. De acuerdo a esos reportes de diplomáticos estadounidenses, pagó un millón de dólares a Mariah Carey para que cantara en una de las fiestas que dio en la isla caribeña de San Bartolomé, en 2009.
De Saif para el mundo
En marzo de 2005, en la cumbre de la Liga Árabe en Argel, el presidente Gadafi llamó “idiotas” a palestinos e israelíes por no resolver su interminable conflicto. A su entender, la solución pasaba por la integración de las dos naciones en un solo Estado.
La propuesta de Gadafi se basaba en una teoría de su hijo Saif, que elaboró en 2003 un concepto de un Estado binacional árabe y judío. Lo llamó “República Federal de Tierra Santa”. Su padre, que supo en su momento reclamar que se “arrojara a los judíos al mar”, incorporó la idea de su hijo en un Libro Blanco, donde la renombró “Isratina”.
Saif también está detrás del grupo de comunicación privado Al Gad, que tiene un canal de televisión, dos radios, dos diarios y una agencia de prensa, Libya Al Ghad -Libia mañana-. En esos medios se lo retrató como un reformista y un modernizador preocupado por los problemas sociales y medioambientales de su país, y comprometido con los derechos humanos y la democratización del régimen de su padre. En ese marco, Saif criticó en agosto de 2006 el sistema político instaurado por Gadafi, el régimen de la Jamahiriya, que significa Estado de las Masas y pretende estar basado en el poder popular.
El presidente no respondió a los reproches de su hijo, que lo acusó de tener amordazada a la sociedad civil. Pero dos años después Saif aseguró que su padre tiene el deseo de que “en Libia todo sea democrático, desde la A hasta la Z”, y dijo que confiaba en que el liderazgo político cumpliera los deseos del pueblo libio de “modernizar la economía, reformar el sistema y profundizar la democracia directa”.
Durante varios años el protagonismo internacional de Saif hizo que fuera el más firme candidato a la sucesión de su padre, que no estableció ningún mecanismo de sucesión legal. Sin embargo, jamás se lo designó como delfín oficial.
Pese a su proyección como heredero, en agosto de 2008, después de varias actuaciones en los casos de las compensaciones por terrorismo y de haber sido un actor clave en la liberación de un grupo de enfermeras búlgaras acusadas por el gobierno libio de infectar de sida a sus pacientes, anunció su decisión de no intervenir más en los asuntos del Estado. Dijo entonces que ya había concluido las tareas que se había propuesto cumplir, y negó ser un heredero en las sombras. En 2007, respecto a las enfermeras, había admitido que esas mujeres fueron “torturadas con electricidad”. Ésta y otras declaraciones poco favorables al régimen pueden explicar su decisión de alejarse de la esfera pública.
A pesar de ese anuncio, Saif volvió a ser un interlocutor para la prensa internacional y un vocero del régimen para el exterior. Tampoco dudó en volver a adoptar una posición crítica, como lo hizo en junio del año pasado cuando dijo al diario británico The Sunday Times que la época de los “grandes líderes o los reyes” era parte del pasado, que ahora se necesitan “gestores” y que “se debería dejar a la gente elegir a sus líderes”. Agregó entonces que “el futuro pertenece a la democracia” y que “no hay otra vía para Libia”. En esa misma entrevista estimó que el petróleo es “una maldición” que “crea muchos problemas” en su país.
El lado oscuro
De sus años pasados en Austria se destaca la amistad que nació entre Saif y Jörg Haider, el líder de la derecha populista de ese país.
Por otro lado, en Gran Bretaña, se reveló a principios de marzo que pesaban serias acusaciones de plagio sobre la tesis que realizó en el marco de sus estudios en la London School of Economics (LSE). Ese trabajo titulado “El papel de la sociedad civil en la democratización de las instituciones de gobernanza internacional”, con fecha de setiembre de 2007, le permitió salvar su doctorado. El texto está publicado en la web y los internautas, mediante el portal participativo Wikia, habían reseñado el domingo que 18 extractos de ese trabajo correspondían a fragmentos copiados. El fraude incluiría seis páginas extraídas de la página web de la Organización Mundial del Comercio, por ejemplo.
La LSE abrió una investigación sobre el tema, pero el escándalo quedó en un segundo plano ante la crisis que comenzó a enfrentar el régimen de su padre. Saif y Gadafi dejaron de mostrar al mundo su lado amigable cuando en Libia comenzó la represión contra la oposición, parte de ella armada, que quiso importar el ejemplo de Egipto y Túnez.
Por eso y sobre todo por los vínculos que su institución estableció con el régimen libio por intermedio de Saif, el director de la LSE, Howard Davis, presentó su renuncia el 4 de marzo. A través de su fundación, Saif se comprometió a donar 2,45 millones de dólares en cinco años para un programa de estudios sobre África del Norte, pero el plan quedó suspendido debido a los acontecimientos políticos que se desarrollan en Libia. De todos modos, la institución universitaria ya recibió cerca de 600.000 dólares. Los estudiantes de la LSE reclaman desde finales de febrero que se le retiren los títulos a Saif y que se le devuelva el dinero que donó.
Lo que está ocurriendo en su país llevó a que cayera la imagen “presentable” que tenía Saif. Asumiendo su papel de vocero, el 20 de febrero hizo una intervención mediática que dejó helados a muchos de sus interlocutores habituales. Tres días después del inicio de la insurrección contra el régimen, Saif anunció en un discurso emitido por la televisión nacional libia que correrían “ríos de sangre”. También dijo entonces: “Todo el pueblo libio está armado. Me dirijo a ustedes por última vez antes de tomar las armas”.
Saif, como cada uno de sus ocho hermanos, incluso la única mujer, Aïcha, que tiene 31 años, dirige una milicia en el país. Su amenaza fue cumplida, ya que ese mismo día se publicó en Youtube un video en el que lo ve, arma en mano, animar al combate a una tropa de milicianos. Antes, Saif había asegurado que el régimen combatiría “hasta el último hombre, hasta la última mujer y hasta la última bala”.
Después de que se conociera la decisión del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas de autorizar una zona de exclusión aérea y los bombardeos contra Libia, Saif dijo al canal estadounidense ABC: “No tenemos miedo”. Aseguró que “el Ejército y los voluntarios libios lucharon contra los rebeldes armados y han liberado cinco ciudades y no ha muerto ni un solo civil”.