Una vida intensa

Nawal El Saadawi nació en Egipto y es activista política, psiquiatra y escritora. En los años 70 comenzó a criticar el sistema patriarcal y el poder de la religión islámica y a abordar otros temas tabúes en su país. Sus ideas la llevaron a perder sus cargos en el Ministerio de Salud, el de redactora en jefe de una revista sobre temas de salud y el de secretaria general adjunta de la Asociación Médica de Egipto. En 1980 fue encarcelada y tras salir de prisión fundó la Asociación Solidaria de Mujeres Árabes para promocionar la participación activa de las mujeres en la sociedad. Ha recibido diversos premios y publicado más de 40 libros, que han sido traducidos a numerosas lenguas.

Convertida en un centro cultural, la ex cárcel de mujeres de Segovia, España, organizó el “I encuentro con mujeres que transforman el mundo”, que reúne a artistas, escritoras, activistas, filósofas, actrices y periodistas. Desde allí, la activista egipcia Nawal El Saadawi, de 80 años, pronunció un encendido discurso convocando a todas las personas a revelarse.

En el marco de una charla abierta con la periodista española Georgina Higueras, El Saadawi se preguntó: “¿Por qué la gente no se rebela contra la pobreza, el desempleo, la opresión, la persecución?”. Ella acaba de participar en las revueltas que terminaron este año con el gobierno de Hosni Mubarak en Egipto, a las que se refiere como “la revolución”.

“Nuestra revolución ha sido muy retrasada, yo he estado soñando con la revolución en Egipto desde que tenía diez años, y ahora tengo 80. Se ha retrasado 70 años”, dijo. Remarcó que cualquier revolución fortalece a las personas y llamó a aprovechar la valentía que muestran los pueblos árabes para continuar la revolución contra cualquier situación injusta. En referencia al contexto español, convocó a rebelarse contra el trato injusto que reciben los extranjeros y contra el envío de tropas militares a Libia.

El Saadawi, quien participó en todo momento en las protestas en Egipto, consideró que lo central en esta fase de transición de gobierno en su país es lograr que los valores que surgieron en esa rebelión se preserven. “Cuando estábamos en la plaza Tahrir todos vivíamos juntos en las carpas […] todas las diferencias entre mujeres y hombres, cristianos y musulmanes, entre jóvenes y viejos, entre profesores y estudiantes, todas desaparecieron, nos volvimos una familia. [...] El mejor carácter de cada uno salió a la luz y nos volvimos más humanos, nos ayudamos mutuamente. La revolución cambió todo”, dijo.

La activista señaló que lo ocurrido en su país la transformó. “Antes de la revolución estaba escribiendo una novela. Cuando la revolución empezó me fui a la plaza Tahrir y me quedé allí día y noche hasta que Mubarak renunció. Y cuando regresé a mi casa traté de volver a escribir la novela pero no pude, sentí que había sido escrita por otra persona, tímida, que no era yo. Yo era más valiente; la revolución me había cambiado. La novela se convirtió en algo frío, tímido, pasado de moda, así que la tiré, a pesar de que ya iba por la mitad. Ahora estoy empezando una nueva novela”.

Iguales en la plaza

Para El Saadawi, la igualdad entre hombres y mujeres que se logró en la revolución fue una conquista central, que, sin embargo, una vez que asumió el gobierno de transición quedó estancada ya que ninguna mujer integró el comité creado para proponer cambios a la Constitución. Es por eso que ella promovió, junto con otras activistas, la llamada “Marcha del millón de mujeres”, el 8 de marzo, en la que reclamaron justicia e igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos egipcios, sin discriminación por género, religión o clase social.

En la charla, El Saadawi dijo disentir con la visión que muchos medios dieron de la marcha, de la cual se dijo que había sido un fracaso y que estuvo marcada por los disturbios. Los manifestantes “no fueron millones, pero fueron cientos de personas, mujeres y hombres. Muchos hombres jóvenes se manifestaron más entusiasmados con la marcha que algunas mujeres, lo que muestra cómo la revolución cambió también a los hombres, ya que estaban entusiasmados con la liberación de las mujeres, con ser iguales a ellas”, aseguró.

Consultada por el riesgo de que la revolución adquiera un carácter religioso, la activista opinó que eso no va a suceder porque los egipcios tienen “los ojos bien abiertos” para que no ocurra lo mismo que en anteriores revoluciones árabes. Acerca de los Hermanos Musulmanes, el principal partido opositor a Mubarak en Egipto, señaló: “Si bien sus líderes son tradicionales y no quieren ni a mujeres ni a cristianos en el gobierno, los jóvenes, que son la mayoría de los Hermanos Musulmanes, son seculares y creen en la igualdad de hombres y mujeres”.

La activista se declaró convencida de que el rol de la mujer en Egipto no volverá a ser el mismo y manifestó que en las próximas elecciones seguramente varias mujeres aspiren a ser presidentas, como ella lo hizo en las elecciones de 2005. Acerca de esa candidatura, dijo que nunca le interesó tener un cargo político, pero que se presentó “para desafiarlo, para que [Mubarak] supiera que una mujer cualquiera de Egipto, sin dinero y sin poder, podía enfrentarlo”.