El lunes los 27 ministros de la Unión Europea (UE) a cargo de la inmigración se reunieron en Luxemburgo en busca de una posición común ante la llegada de casi 30.000 inmigrantes provenientes del norte de África a Italia, desde el inicio de las revueltas árabes, a principios de año, cuando el fin de algunos regímenes disminuyó los controles fronterizos.
La cantidad de personas que llegan a Europa, en particular a la isla italiana Lampedusa, la más cercana de las costas de Túnez, causó tensiones con los 5.000 habitantes del lugar y también un colapso de los servicios públicos. Por eso el gobierno de Silvio Berlusconi hizo que se trasladara a los inmigrantes a otros puntos del país.
Pero fuera de Lampedusa tampoco fueron bienvenidos. Acerca de su llegada, un integrante italiano del Parlamento Europeo, Francesco Speroni, de la Liga Norte -ultraderechista y aliada con gobierno-, declaró: “Si se invaden las aguas territoriales de una nación soberana, se permite el uso de las armas: es el derecho internacional”. En declaraciones a Radio 24, de
Italia, agregó: “Después, si eso es oportuno o no, lo decide el gobierno”. Roma decidió entregar permisos de residencia temporales -por seis meses- a unos 20.000 inmigrantes sin papeles -tunecinos en su mayoría- llegados a sus costas hasta el 5 de abril, y sin antecedentes penales.
Quienes llegaron después de esa fecha van a ser repatriados a Túnez a partir de un acuerdo firmado con las autoridades de ese país.
El Ministerio del Interior italiano explicó que “la abrumadora mayoría de los inmigrantes declara querer ir a donde tiene amigos o parientes, en Francia o en otros países europeos”, y estos permisos les permitirían trasladarse en el espacio Schengen de libre circulación de la UE.
La posibilidad de que esos inmigrantes puedan llegar a su territorio despertó fuertes resistencias en Francia, Bélgica, Austria y Alemania. La reunión del lunes no permitió llegar a un acuerdo.
“O dejan entrar a los inmigrantes o se suspende Schengen”, amenazó ante la prensa el ministro del Interior italiano, Roberto Maroni. Agregó que esa suspensión “sería el fin de Europa”, y llegó a plantear sus dudas sobre la “utilidad” que tiene ser miembro del bloque.
Francia interpreta de otro modo el espacio Schengen. Este país es un destino migratorio cantado para los tunecinos, ya que Túnez fue colonia francesa, muchos de sus habitantes hablan francés y tienen familiares o conocidos en ese país.
El ministro galo de inmigración, Claude Guéant, dijo en Luxemburgo que París respetaría el acuerdo Shengen pero que éste no impide que su país controle a los inmigrantes, verifique si tienen pasaporte en regla y los recursos suficientes para su estadía en Francia y para poder luego “volver a Túnez”. Si esos requisitos no se cumplen, a su entender las autoridades francesas tiene derecho de devolver esas personas a Italia, algo que la Comisión Europea considera contrario a las normas del bloque.
Francia dispuso mayores controles fronterizos y encargó a una unidad de policías antidisturbios apoyar a la Gendarmería en la zona fronteriza. En un mes arrestó a 2.800 tunecinos que cruzaron la frontera italiana. De ellos, 1.700 fueron devueltos a Italia, 200 a Túnez y los demás siguen esperando que se decida su destino.
El presidente de la Comisión Europea, el portugués José Manuel Durao Barroso, dijo ayer en Túnez al diario milanés Corriere della Sera que Europa no debe dejar sola a Italia ante la emergencia migratoria. “No quiero entrar en polémicas sobre la interpretación del acuerdo Schengen. Puedo, sin embargo, decir que la comisión pide una postura solidaria ante el tema de la inmigración ilegal”, declaró.