Esta semana unas 7.000 personas participaron en protestas en la ciudad de Deauville, en Normandía, contra la cumbre del G8, que comenzó ayer y continuará hoy. “Todo es nuestro, nada es de ellos”, gritaban los manifestantes, con pancartas como “Fuera G8” y “El pueblo primero, no las finanzas”, informó la agencia AFP. Llamaron a protestar organizaciones defensoras de los derechos humanos y antiglobalización, grupos contrarios a la energía nuclear y sindicatos. Las marchas se repitieron también en París, donde hubo 99 detenidos, y en otras ciudades de Europa, lejos de los más de 12.000 agentes de seguridad que Francia puso a vigilar Deauville.

Pese al despliegue de seguridad, unos 20 manifestantes contra las políticas de los países poderosos y la lógica de mercado lograron ocupar ayer una oficina de la agencia calificadora de riesgos Standard & Poor's, informó la agencia de noticias EFE. Allí colocaron carteles con las frases: “La Bolsa o la vida” y “Especulador, llegará tu hora”.

Mientras tanto, en Deauville, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, y la primera dama, Carla Bruni, recibían a los participantes del encuentro. Además de los otros líderes del G8 -los gobernantes de Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, Reino Unido y Rusia- se sumaron a la cumbre autoridades interinas de Egipto y Túnez, donde las revueltas populares lograron este año un cambio de gobierno.

Esas protestas, que se extendieron a Libia, Siria, Bahrein y Yemen, y que han sido llamadas la “primavera árabe”, son uno de los temas en la agenda de la cumbre. El director de Amnistía Internacional para Medio Oriente y el norte de África, Malcolm Smart, reclamó ayer que “los líderes del G8 deberían aprovechar esta oportunidad histórica” para proteger y promover los derechos humanos en la región. Se refirió en particular a un aliado de las potencias occidentales y dijo que “el gobierno de Arabia Saudita debe reconocer la necesidad de cambio y hacer esfuerzos reales por mejorar la situación de los derechos humanos”.

Desde el G8, quien habló sobre este tema ayer fue Sarkozy. El presidente de Francia, uno de los países que lideran los ataques militares de la OTAN contra el gobierno de Libia, dijo que el gobernante de ese país, Muamar Gadafi, “debe dejar el poder”. Precisó: “No decimos que Gadafi se tiene que exiliar -no es nuestro problema-, sino que alguien que ha disparado sobre una multitud desarmada tras 41 años de dictadura no puede seguir en el poder”. Agregó que sin la intervención militar de la OTAN, Bengasi, la ciudad sede de la autoridad rebelde, el Consejo Nacional de Transición, “habría desaparecido del mapa por la locura mortífera de un hombre que había prometido una represión sin precedentes”. Respecto a la oposición armada, declaró: “Los progresos de nuestros amigos del Consejo Nacional de Transición son reales”.

Sarkozy anunció además, sin dar mayores detalles, que presentará un plan de paz para Medio Oriente y que la semana que viene enviará a la región a su ministro de Exteriores, Alain Juppé.

Más ruido hizo ayer una frase que dijo el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, en un momento en que no había prensa escuchando. Algunos medios italianos leyeron los labios de Il Cavaliere cuando se encontró con el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y charlaron un momento. En ese intercambio, Berlusconi argumentó que la reforma del sistema judicial que impulsa su gobierno es “fundamental” porque en Italia “existe en estos momentos una dictadura de los jueces de izquierda”.

Las críticas de la oposición y de los integrantes del sistema judicial llegaron de inmediato. “Es muy grave que algo así haya ocurrido en el exterior y que una institución fundamental del Estado sea denigrada ante uno de los jefes de Estado más poderosos del mundo”, opinó el presidente de la Asociación Nacional de Magistrados, Luca Palamara.

En un encuentro bilateral más formal, Obama y el presidente ruso, Dmitri Medvedev, trataron sus diferencias sobre el escudo antimisiles que Estados Unidos impulsa en Europa. Los dos “estamos comprometidos a colaborar para llegar a un acuerdo y a una configuración consistente con las necesidades de seguridad de ambos países [...] que mantenga un equilibrio estratégico y haga frente a las amenazas potenciales que compartimos”, dijo Obama a la prensa.

En el marco de esta cumbre, que tiene en su agenda la crisis nuclear de Fukushima, Sarkozy también anunció ayer que Italia, Japón y Canadá se comprometieron a agregar sus aportes a los que ya hicieron otros países para completar la construcción de un sarcófago que aísle la central nuclear ucraniana de Chernóbil, que un consorcio de empresas francesas comenzó a construir el año pasado. El anfitrión del G8 declaró: “Hemos cerrado la financiación de Chernóbil 25 años después del drama”.