“Preguntémonos cómo habríamos reaccionado si un comando iraquí hubiera aterrizado en la residencia de George W Bush, lo hubiera asesinado y, luego, tirado su cuerpo en el Atlántico. Sin lugar a discusión, sus crímenes exceden por mucho a los de Bin Laden y él no es un ‘sospechoso’ sino quien (citando al Tribunal de Nuremberg) tomó la decisión de cometer ‘el mayor crimen internacional, que difiere de otros crímenes de guerra en tanto contiene en sí la maldad acumulada del total’, crimen por el que se ahorcó a los criminales de guerra nazis: hablo de los cientos de miles de muertes, millones de refugiados, destrucción de gran parte del país, el amargo conflicto sectario que ahora se expande al resto de la región”. Así dice la parte central de la columna que Noam Chomsky escribió para la última edición de la revista Guernica.
Irrebatiblemente la figura más importante de la lingüística contemporánea, en los años 70 el estadounidense Noam Chomsky se convirtió en un activo crítico de la política exterior de su país. El intelectual comienza su contribución para Guernica estableciendo que la muerte de Osama bin Laden “fue un asesinato planeado que violó las normas elementales del derecho internacional”, dado que no habría habido intención de capturar con vida al líder islamista y que, en el peor de los casos, era, hasta ahora, un sospechoso según los informes del FBI.
Aunque desde foros conservadores se señala que Chomsky parece llamar la atención sobre los errores de Bush sin atribuir responsabilidad alguna al actual presidente de Estados Unidos (a quien apoyó en la anterior campaña electoral), una lectura atenta de su artículo indica otra cosa: dada la falta de pruebas contra Bin Laden, “Obama estaba mintiendo cuando dijo que ‘pronto supimos que los ataques del 11 de setiembre eran obra de Al Qaeda’ en su discurso desde la Casa Blanca”, escribe Chomsky.
El intelectual también llama la atención sobre otras ofensas más antiguas que parecen pasar inadvertidas para los planificadores militares estadounidenses, como la decisión de bautizar “Gerónimo” a la operación de captura de Bin Laden: “La mentalidad imperial es tan profunda y extendida en las sociedades occidentales que nadie percibe que se está glorificando a Bin Laden al identificarlo con la resistencia valerosa contra invasores genocidas. Del mismo modo, bautizamos nuestras armas letales en honor a víctimas de nuestros crímenes: Apache, Tomahawk... es como si los nazis les hubieran puesto a sus aviones de caza ‘Judío’ y ‘Gitano’”.
El mal encarnado
Si Chomsky de alguna manera reclama un juicio a Bin Laden, el novelista anglo-libanés Percy Kemp se imagina ese tribunal en una columna publicada por Le Monde. Citando a Zola en su famosa toma de posición durante el caso Dreyfuss, Kemp titula “Bin Laden: Yo acuso” e imagina la clase de autodefensa que emprendería Bin Laden en un juicio internacional.
Este Bin Laden hipotético es, además, muy culto: rebate a sus acusadores con citas a Lord Raglan y George Bernanos. Entre otras cosas, les dice: “Ustedes me acusan de ser la encarnación del mal. Sea. Pero se olvidan de que son ustedes los que me crearon. Y no una, sino dos veces. La primera, cuando me utilizaron contra los comunistas en Afganistán para luego sacrificarme en el altar sobre el que celebraron su victoria en la Guerra Fría. La segunda vez, cuando, ya faltos de enemigos jurados tras la debacle del comunismo, me llamaron inconscientemente para sacrificarme por su visión maniquea del mundo, que no concibe Dios sin su correspondiente diablo”.