Cientos de personas acudieron ayer a la misa que se realizó en la catedral de Oslo, la capital de Noruega, en memoria de las 93 víctimas que dejó el doble atentado del viernes en la capital y en el campamento juvenil de la isla de Utoya. A la catedral asistieron no sólo familiares de las víctimas o personas que sobrevivieron los atentados, sino también ciudadanos que se sintieron afectados por lo ocurrido en su país, de apenas cinco millones de habitantes.

El primer ministro, Jens Stoltenberg, quien estuvo presente en la misa junto con el resto del gobierno y la familia real, aseguró que ésta es la mayor tragedia que afecta a Noruega desde la Segunda Guerra Mundial.

El país escandinavo no había sido objetivo de ataques extremistas ni terroristas. Con fama de ser un negociador internacional, el país en el que se entregan los premios Nobel tiene un mínimo contingente de 500 soldados en Afganistán, ubicados en una provincia pacífica, donde los inconvenientes con los pobladores han sido mínimos. Por eso el viernes se especulaba acerca de cuál sería la motivación que argumentaría el autor de los ataques.

Anders Behring Breivik, el supuesto autor del doble atentado, aseguró a la Policía que la masacre fue "atroz pero necesaria", según relató su abogado, Geir Lippestad, quien es reconocido por defender a famosos neonazis, informó la agencia de noticias EFE.

Breivik, fanático de la extrema derecha, dijo también que planeó durante "muchos años" la matanza, que llevó a cabo en solitario y para combatir las políticas liberales de inmigración y la creciente presencia del islam.

El atentado fue cometido contra lugares simbólicos. Uno de ellos fue la zona en el centro de Oslo que es sede de la mayoría de los ministerios y organismos de Estado. Allí explotó un coche bomba que causó siete muertes.

Al campamento de jóvenes Breivik llegó disfrazado de policía y disparó en forma aleatoria contra las más de 650 personas. Mató a 86, la mayoría de entre 16 y 22 años. “Ése es el lugar en el que he estado cada verano desde 1979, en el que sentí alegría, compromiso y seguridad. Ahora fue golpeado por una brutal violencia”, dijo ayer el primer ministro.

“Deben morir, deben morir todos”, decía Breivik mientras disparaba, algo que hizo durante una hora y media, hasta que llegó la Policía y se entregó.

De apariencia común

Se cree que Breivik creció en Oslo y, según dijo uno de sus amigos a los medios, se inclinó hacia la extrema derecha cuando tenía cerca de 30 años -ahora tiene 32-. Se lo ve apuntando con un arma automática en un video de 12 minutos titulado “Caballeros templarios 2083”, que YouTube retiró el sábado, y en que un texto dice: “Antes de que podamos comenzar nuestra cruzada debemos cumplir nuestro deber al diezmar a los marxistas”.

Se presume que Breivik es el autor de un manifiesto de 1.500 páginas que fue publicado en internet antes de los ataques bajo el nombre “2083. Una declaración de independencia europea”. Ese texto dice: “Una vez que decidan atacar, es mejor matar a demasiados y no a unos pocos, o arriesgan reducir el deseado impacto ideológico del ataque”. El manifiesto además plagia fragmentos de los manifiestos de Ted Kaczynski, el Unabomber, un terrorista estadounidense que actuó entre 1978 y 1995, informó el diario noruego VG.

Breivik perteneció a un partido ultraderechista, el Partido Progreso. En Noruega, al igual que otros países del norte de Europa, como Dinamarca o Finlandia, la ultraderecha política vive un crecimiento debido a que explota el temor a los inmigrantes y el aumento de la inseguridad. Cuestiona a los gobiernos de izquierda por “débiles” y llama a los ciudadanos a manifestarse en su contra, preferentemente con el voto.