El asesinato cometido el 29 de julio del general Abdel Fatah Yunes, el máximo jefe militar de los rebeldes que se oponen al gobierno de Muamar Gadafi, hizo que todos los actores de la contienda libia se acusaran de ser responsables de esa muerte.

La familia y la tribu de Yunes, el clan Obeidi, acusa al Consejo Nacional de Transición (CNT), la autoridad política de los rebeldes, mientras que éstos, acusan a Gadafi, y Gadafi acusa a Al Qaeda. Si se mira más de cerca, en el seno de la insurgencia con sede en Bengasi, hay muchos sospechosos debido a las rivalidades entre las más de 30 milicias que componen la oposición armada.

Los Obeidi amenazaron con apelar a la justicia internacional para aclarar la muerte de su líder, y tampoco descartan la posibilidad de hacer justicia ellos mismos, ya que disponen de 400.000 hombres armados. Además pidieron la renuncia del gobierno de transición.

Para aclarar lo sucedido, el CNT nombró una comisión investigadora. Las primeras conclusiones de esa instancia llevaron a que el presidente del CNT, Mustapha Abdeljalil, disolviera el lunes su ejecutivo integrado por 14 miembros. Se anunció que algunos de ellos no podrán volver a ocupar esos cargos, a oficiar de ministros.

Mahmoud Jibril, que ya era el jefe de gobierno, fue encargado de formar un nuevo gabinete rebelde. Para eso deberá estar más presente en Libia, luego de que una serie de viajes en el exterior lo mantuvieran alejado de los problemas internos. Al momento de anunciar estos cambios, Abdeljalil dijo a la cadena de televisión Al Jazeera que sigue en curso la investigación judicial y administrativa sobre el asesinato de Yunes.

El jefe militar rebelde murió en Bengasi, un día después de que el CNT enviara una brigada a buscarlo a 200 kilómetros, a la ciudad de Brega, donde estaba dirigiendo las tropas, para que declarara en una comisión judicial que investigaba “asuntos militares”. Pero el jefe militar nunca llegó a declarar y su cuerpo fue encontrado acribillado junto a los de dos coroneles que lo acompañaban.

Esos hechos ocurrieron días antes de que Francia desbloqueara para los rebeldes más de 250 millones de dólares, en calidad de ayuda “humanitaria”, provenientes de las cuentas de Gadafi que fueron congeladas por los bancos franceses. Si bien el gobierno de Nicolas Sarkozy no hizo demasiado problema, Washington exigió que se realice una investigación clara sobre lo ocurrido con Yunes antes de desbloquear otros 13 millones de dólares.

Este asunto puede afectar la imagen del CNT y la disolución del ejecutivo intenta evitar ese daño. Además, según un militante de la oposición libia, Achur Chamis, entrevistado por la agencia de noticias Reuters, Abdeljalil “no estaba satisfecho desde hace un tiempo de la actitud del poder ejecutivo” rebelde, y el asesinato de Yunes fue “la gota que desbordó el vaso”.

El líder asesinado fue uno de los que acompañó a Gadafi cuando llegó al poder en 1969, fue su Ministro del Interior, y hasta que se sumó a los rebeldes el 17 de febrero, porque se oponía a la represión violenta de las protestas, fue uno de los allegados del gobernante libio. Por eso las sospechas apuntaron también a una brigada local islamista, la Obaida Ibn Jarraf, que podría haber querido vengarse de la represión que sufrieron sus integrantes cuando Yunes dirigía la cartera del interior. También surgieron versiones, de las que informó la agencia de noticias AFP, según las cuales Yunes habría traicionado al bando rebelde al negociar con personas leales a Gadafi.