Desde que Dilma Rousseff asumió la presidencia de Brasil, el 1º de enero, su gobierno sufrió la renuncia, del ministro de Presidencia, Antonio Palocci, acusado de corrupción, el relevo de varios altos cargos del Ministerio de Transportes y la posterior renuncia del ministro Alfredo Nascimento por el mismo motivo, además de la salida del titular de Defensa, Nelson Jobim, por hacer declaraciones contra integrantes del gobierno.
A esto se sumó el arresto del viceministro de Turismo, Frederico Silva da Costa, otro acusado de corrupción, y la lucha del titular de la cartera, Pedro Novais, por mantener su cargo. Esa misma lucha mantenía Wagner Rossi al frente del Ministerio de Agricultura, sobre todo desde que su subsecretario, Milton Ortolan, dimitió la semana pasada. Pero anoche Rossi también presentó su renuncia.
Integrante del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), Rossi llegó al cargo en 2010, nombrado por el gobierno de Lula da Silva, y fue ratificado un año después por Rousseff. A los dos les agradeció por su confianza en su carta de renuncia.
En esa misiva, el ministro también enumeró sus logros en la cartera, y pasó factura a la prensa, a la que responsabilizó por la “andanada de acusaciones falsas, sin ninguna prueba”, que debió enfrentar “durante los últimos 30 días”. Rossi aseguró: “Respondí a cada acusación con documentos probatorios que la prensa ignoró solemnemente”, en el marco de una “campaña insidiosa”.
La prensa había informado que Rossi creó y repartió cargos para gente cercana a su partido cuando dirigía una empresa pública dependiente del Ministerio de Agricultura, la Compañía Nacional de Abastecimiento. A esa denuncia se agregaron otras, como la publicada el fin de semana por la revista Veja -a la que cuestiona especialmente Rossi en su carta-, según la cual el ministro recibió una comisión para favorecer a una empresa en una licitación en 2010.
Con estilo
El estilo de Dilma es el mismo que tenía cuando era ministra de Presidencia de Lula da Silva y era conocida como la “dama de hierro”. Ejecutiva, práctica, resolutiva, así la definía Lula. Hoy se enoja con sus ministros cuando se atrasan en sus tareas, rezonga a la bancada, se ofusca por los atrasos en la preparación del Mundial 2014 y de los Juegos Olímpicos 2016.
Cuando el mes pasado la revista Veja publicó un informe que incluía supuestas pruebas de corrupción de varios directores de Transportes, Uno de ellos se tomó licencia ese mismo día, conocedor de la costumbre de no se suele despedir a un funcionario mientras está de vacaciones. Rousseff lo despidió igual. Decisiones como ésta tienen a su base aliada con el corazón en la mano.
Rousseff ha repartido los cargos ministeriales entre representantes de las distintas fuerzas que componen una alianza de 15 partidos. Con las continuas salidas de ministros, uno de los partidos más perjudicados es el más grande y más conservador, el PMDB. A él “pertenecen” las carteras de Turismo y Agricultura, así como la de Transportes es del minoritario Partido Republicano (PR).
Ambos partidos están molestos con la presidenta porque no los consultó antes de relevar a sus representantes en altos cargos en esos ministerios. Incluso en el caso de Transportes, como el PR tardó más de dos días en señalar a un sucesor para el ministro, Rousseff eligió personalmente a uno de sus integrantes. Desde ese episodio, que ocurrió a principios de julio, el PR dio señales de que dejaría la alianza de gobierno, cosa que hizo el martes.
Otros que se van
Desde el PR se señaló que la salida se dio sin rencores, y el propio ministro Nascimento, presidente del partido, dijo que sus integrantes no pueden ser tratados como “aliados de poca categoría”. El PR cuenta con seis senadores y 42 diputados, y el líder de su bancada en la cámara baja, Lincoln Portela, aseguró que a partir de ahora actuarán en forma independiente y darán “un apoyo crítico al gobierno”, aunque respaldarán las iniciativas con las que estén de acuerdo.
Por su parte, el líder de la bancada oficialista en Senadores, Romero Jucá, aseguró que la salida del PR no supondrá mayores problemas para el gobierno, que mantiene la mayoría en ambas cámaras.
Pero Rousseff tomó el alejamiento del PR como una señal y esta semana comenzó a planificar reuniones con las bancadas de los partidos aliados para escucharlos e intentar calmar los ánimos. “La expectativa es que se cree un vínculo mayor de los partidos con el gobierno y con la propia presidenta”, dijo Jucá sobre estas reuniones que comenzaron ayer.
Los medios brasileños informan que en el Congreso crece la nostalgia por Lula, que no sólo intentaba hasta último momento que las denuncias contra miembros del Ejecutivo no terminaran en separación del cargo, sino que también encontraba siempre la manera de mantener a sus aliados contentos. “El lulismo anestesió cualquier crítica”, sostiene el ex presidente Fernando Henrique Cardoso en su última columna de opinión publicada en el portal Infobae, pero “la presidenta es menos permisiva con ciertas prácticas condenables”.