La Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) recibió el viernes una denuncia contra Chile por el caso de ocho líderes mapuches que fueron condenados en 2003 en base a la ley antiterrorista, en un proceso judicial que estuvo repleto de “irregularidades”. La demanda sostiene que fueron violados los derechos humanos de los ocho indígenas al ser juzgados por una “normativa penal contraria al principio de legalidad”. Están acusados de haber provocado incendios durante una manifestación, actos que la Justicia tipificó de “terroristas”.

La CIDH también criticó que las autoridades judiciales caratularan el caso como “conflicto mapuche” sin distinguir entre las “reivindicaciones legítimas del pueblo indígena [...] y los actos de violencia que se han presentado por parte de ciertos grupos minoritarios”.

Los mapuches suelen protagonizar enfrentamientos con la Policía, ocupaciones u otras medidas de lucha, pero también hay otras, como darse a conocer. Con ese cometido cinco artesanas del grupo Pu Rexafe (que en la lengua mapuche, mapudungun, significa “plateros”) estuvieron en el MAPI la semana pasada. Allí realizaron talleres de platería para niños y adultos, expusieron sus trabajos y exhibieron documentales sobre la causa mapuche.

Soledad Molinet Huechucura dijo a la diaria que como organización buscan mantener la cultura de su comunidad y “dar a conocer lo que significa ser mapuche. Es una forma de lucha constante mantener nuestra identidad, y en este sentido las mujeres tenemos un rol importante, aunque también lo tienen los hombres”.

Las reivindicaciones mapuches tomaron más visibilidad en los 90, terminada la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) que entregó los títulos de sus tierras ancestrales a empresas forestales, colonos nacionales y extranjeros, que hoy son latifundistas. “Llegó un punto en que la situación no daba para más y surgió la necesidad de hacer esta demanda al Estado mucho más explícita”, recuerda Juana Calluil Fuentes, también de Pu Rexafe. “Y la respuesta del Estado fue represiva, con uso desmedido de la fuerza, encarcelamientos y juicios contra nuestras autoridades tradicionales. Muchos hermanos están en la cárcel, hay más de 30 presos políticos mapuches”.

Además de la represión policial, Soledad describió como “terrible” el ninguneo de la sociedad chilena hacia ellos: “Directamente no somos visibles ante el otro, no existimos. Hay una publicidad del gobierno en la que aparecen personas de distintas esferas sociales mostrando la bandera chilena, como mostrando patriotismo e identidad, evidentemente que no aparecía ningún mapuche. Me hizo acordar a cuando la dictadura puso letreros en la zona de La Araucanía, donde nosotros vivimos, que decían: 'En Chile, somos todos chilenos'”. Los mapuches no se reconocen como chilenos, y tanto Soledad como Juana manifestaron que el patriotismo y el nacionalismo perjudican sus reivindicaciones.

En este sentido colabora la visión de algunos políticos de derecha que, contaron, sostienen que los mapuches quieren separarse de Chile y quedarse con sus tierras ancestrales expulsando a los chilenos. “No queremos separarnos del Estado ni hacer un país aparte, sino autonomía en los territorios que ocupamos masivamente y la devolución de tierras, por supuesto”, señala Juana. Por ahora, el gobierno central dispone de los territorios mapuches y toma decisiones sin consultar ni considerar sus pedidos; ellos reclaman ser quienes valoren las necesidades del pueblo para administrar los territorios.

Aun así, antes de poder sentarse a conversar con el Estado, agrega Juana, los mapuches quieren la derogación de la Ley Antiterrorista, utilizada por Pinochet para perseguir a sus opositores políticos. La legislación, todavía vigente, aunque ya fue señalada como inadecuada por organismos internacionales, permite que haya doble condena por los mismos actos, así como el uso de testigos secretos y otras particularidades.

Soledad destacó que actualmente hay un discurso de multiculturalidad en América Latina con hincapié en países como Bolivia, Ecuador o Perú: “Casi todos los países latinoamericanos reconocieron a sus pueblos originarios menos Chile; en Paraguay es reconocido el guaraní como lengua oficial, ¡qué mejor para nosotros que el mapubundun fuera lengua oficial y lo aprendieran todos!”. Sin embargo, agrega que la interculturalidad en Chile tiene una dirección única. “Nuestros antepasados tuvieron que aprender el español, el uso de la moneda, todas esas formas de la sociedad chilena, ahora les toca a ellos ser interculturales”, comparó.

Ambas artesanas lamentaron que se mantenga una Constitución heredada de la dictadura que ni siquiera fue modificada durante los 20 años en que gobernó la Concertación. “Tenía muchas más esperanzas con ellos. Creo que con el gobierno de derecha toda la dirigencia mapuche está más alerta y sabe que no podemos esperar mucho más, la mirada del gobierno se centra en lo productivo, en cómo hacernos emprendedores para incorporarnos al mercado”, contó Soledad.

Juana explicó que en Chile no hay una política de Estado para los pueblos originarios, sino que cada gobierno realiza sus promesas. Sin embargo, su compañera sintetizó el sentir mapuche y la situación que vive este pueblo: “A pesar de todas las mentiras que hemos tenido que soportar a lo largo de nuestra historia, la esperanza y la lucha de nuestro pueblo nos muestra que por algo hemos perdurado; esa lucha y esa persistencia es como el alma y la herencia que nos dejaron nuestros antepasados”.