-¿Qué posibilidades tiene el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) de disminuir la diferencia de intención de voto de 14% o 16% que tiene con el opositor Partido Popular (PP)?

-Las posibilidades son pocas, y están en función de dos variables. Una de ellas, que el PSOE no puede controlar, es la situación económica: no se sabe qué pueda pasar de acá al 20 de noviembre [fecha de las elecciones] y ni la clase política ni los mercados se calman. La otra está más en manos del PSOE y es la candidatura de Alfredo Pérez Rubalcaba, que ilusiona, que es un hombre muy bien valorado, que tiene gran experiencia y gran cintura política. Él puede arañar puntos al PP y puede superar muy fácilmente a [el candidato opositor, Mariano] Rajoy en los debates. Se puede contar con que Rubalcaba achicará la diferencia, en el mejor de los casos, en 5% o 6%. Pero eso no es suficiente.

-En líneas muy generales, en cuanto a las prestaciones sociales, el PSOE propone mantenerlas y el PP quitarlas en pos de resolver la crisis. ¿En la sociedad española la posición general se alinea con esa posición del PP?

-Hay distintas percepciones de acuerdo al grupo social en que se está. Lo que parece evidente es que el PP no ha ofrecido un programa claro, no ha dicho qué es lo que va a hacer. El PSOE, por el contrario, da la impresión de que tiene un programa, con intervención del Estado y políticas de incremento del consumo público e inversión pública, además de medidas impositivas. El PP no sabemos si va a incrementar la privatización en la seguridad social, como ha venido haciendo Esperanza Aguirre [la presidenta de la Comunidad de Madrid], o si, como hizo en su período de gobierno, dejará la educación pública en manos del sector privado para retener recursos. Rajoy se cuida mucho de decirlo, para no asustar a la gente.

-Distintos análisis indican que Rajoy alcanzó su techo de intención de voto, porque todos los electores que podrían simpatizar con él ya lo hicieron.

-Sí, es una característica muy peculiar de la política española que la derecha y la centroderecha forman un grupo bastante homogéneo, que cierra filas en torno al PP y al liderazgo de Rajoy, que es ampliamente rechazado por la generalidad de la sociedad. Pero el fraccionamiento de la centroizquierda y de la izquierda de la sociedad española y la propia lógica de lugares en los que hay partidos nacionalistas, que dispersan la oferta partidista, hacen que el PP tenga una sobreprima. Es decir, es el partido mayoritario, pero además tiene una sobreprima que le lleva a alcanzar cotas de gobierno absoluto estando lejos de la mayoría absoluta.

-¿Por qué el presidente José Luis Rodríguez Zapatero adelanta las elecciones?

-Zapatero estaba muy desgastado y el proceso de estas elecciones está resultando demasiado largo. Zapatero dice en Navidad que no va a ser candidato y genera la expectativa sobre quién será y cómo se elegirá. Se asumió que para las elecciones municipales el liderazgo fuera de él para que, si el partido era castigado, ese castigo recayera sobre él y no sobre el candidato. Todo se enredó cuando después de las municipales, el PSOE no tuvo claro cómo elegir al candidato. Dentro del gobierno hubo posiciones distintas, intervino Felipe González, hablaron los vascos, etcétera. Todo esto fue apareciendo en la prensa creando una imagen de confusión. Terminar con esa confusión estuvo en la cabeza de Zapatero al adelantar las elecciones. Pero además se produjo una bicefalia. El PSOE tiene dos líderes y eso es terrible, porque el régimen parlamentario per se tiene mecanismos para que el liderazgo se haga efectivo en el Parlamento. Es decir: Zapatero, si tú crees que el líder debe ser Rubalcaba, pues da un paso al costado y deja que él sea presidente del gobierno porque tienes mecanismos para ello. No es como el presidencialismo. En Uruguay pueden convivir durante meses Tabaré Vázquez y José Mujica. Si bien esto la gente no lo percibe bien, porque es un tema más técnico, genera ruido y obliga a Zapatero a adelantar las elecciones.

-¿Por qué la candidata del PSOE no debía ser Carmen Chacón?

-Porque es muy joven [40 años] y tiene un proyecto político de más largo aliento. Hubiera sido quemar a una persona muy valiosa. Sería importantísimo que tuviéramos en la presidencia del gobierno una catalana y mujer, pero no es el momento, porque ahora, lo seguro, [para cualquier candidato que se postule por el PSOE] es que te vas al precipicio. Es hora de que se queme Rubalcaba, que es un político de más de 60 años, y lo va a hacer bien, dignamente, está preparado psicológicamente; él ya ha perdido, su carrera política ha terminado. Soy partidario de Rubalcaba desde hace quince meses [cuando Zapatero volvió de Bruselas con exigencias de recortes por parte de la Unión Europea]. Ahí Zapatero tendría que haber renunciado diciendo “miren, Bruselas me exige esto, no soy el hombre para hacerlo, doy un paso al costado, pero el partido sigue con la responsabilidad y pone a Rubalcaba para que se faje”.

-¿Cómo incidirá el movimiento del 15-M en las elecciones?

-El 15-M en la calle es una papa caliente para el gobierno, que es el responsable del lugar público, y hasta ahora lo ha hecho muy bien. Pero estamos en agosto [en vacaciones de verano], no hay nadie en la calle, y sin embargo el 15-M sigue vivo. No sé qué pueda pasar cuando se vuelva a la normalidad en setiembre. Va a ser un permanente pulso con el gobierno si el 15-M recrudece sus intervenciones -pacíficas, civilizadas, etcétera- ocupando espacios públicos, algo que sectores tradicionales y del comercio detestan. Eso va a ser utilizado por el PP cuando se acerquen las elecciones, con la idea de que el gobierno no controla la calle, que es débil, y el PSOE lo sabe. Va a ser muy interesante ver cómo se gestiona esta crisis, porque la manera en que la gente perciba cómo unos y otros manejan al 15-M puede ser muy importante para las elecciones.

-Desde que comenzó el movimiento es una incógnita por qué nació el 15 de mayo, ¿a qué lo atribuye usted?

-Los estudios de opinión pública venían mostrando desde 2010 que la clase política era percibida por los españoles como su segundo problema más importante, y eso ya es un indicador muy claro. Y con la crisis económica hay gente desesperada, que terminó su carrera, su máster, su doctorado y no encuentra trabajo. Entonces hay un componente socioeconómico muy fuerte. Las elecciones municipales, que traen más presencia de los políticos, fueron como el toque de campana para decir “ahora, aprovechemos la campaña electoral para movilizarnos”. Así, una semana antes de las elecciones surgen estas manifestaciones, y lo realmente novedoso es que terminan las elecciones y la gente se queda en la plaza. Alguien dice que eso es explicable porque pocos meses antes se vio que lo hacían en Egipto o en Túnez: “si ellos se quedaron por qué no nosotros”. Entonces se convierte en un proceso imparable.

-¿El 15-M seguirá siendo un movimiento ciudadano o existe la posibilidad de que al menos un sector se pase a la política?

-La historia de los movimientos sociales muestra que sólo tienen éxito político real cuando se transforman en una suerte de partido, y para eso necesitas fundamentalmente liderazgo. Pero el movimiento tiene una raíz que, si bien hay que estudiarla un poco más, es muy anarquista. La gran cuestión es que el 15-M se caracteriza precisamente por no tener un liderazgo. Es muy difícil mantener esto vivo. Es muy probable que el 15-M aguante otros tres o cuatro meses. ¿Después de las elecciones? Me inclino a pensar que o bien esto sigue, haciendo actuaciones colectivas con incidencia en la agenda de los medios y de algún partido político, o en algún momento se produce un salto cualitativo, aparecen dos personas con carisma, la gente va tras de ellos y cambian la dinámica. Si se personaliza el movimiento, esos mismos líderes tenderán a institucionalizar lo que hay y convertirlo en un partido político, aunque se llame movimiento 15-M. Ésa es la gran incógnita, estamos ante un proceso que se está construyendo día a día.