Por diferentes razones, Alma Bolón y Stella Maris Zaffaroni pasaron por Chile en los años 70, pero para el día del golpe ya no estaban. Bolón había llegado en abril de 1973. En Uruguay estaba requerida y ya la habían ido a buscar. En Chile sólo estuvo unos meses; enseguida partió a Cuba, como muchos otros integrantes del MLN. Pero antes que ocurriese, el golpe ya se presentía. A poco de establecerse en Santiago junto con una compañera, dos personas vestidas de civil les sugirieron ponerse a resguardo. “El día que llegué iba atravesando la cordillera en el ómnibus y el chofer llevaba la radio prendida. Se iba transmitiendo lo que estaba pasando en la ciudad. Acababan de matar a un obrero en manifestaciones, no me acuerdo exactamente quién lo mató, pero había mucha tensión”, relató.

Zaffaroni no tenía militancia política. Pero era la esposa del ex militante tupamaro y actual periodista Samuel Blixen. Cuando lo liberaron, en 1971, la pareja viajó a territorio trasandino donde pidió asilo. De regreso a Uruguay, Zaffaroni fue detenida por los militares. “Mi condena era ridícula: tentativa de asistencia. Me llevaron presa en junio del 72 y tuvieron a bien declararme culpable el 28 de diciembre. Asistencia son tres meses [de prisión], tentativa es un tercio de la pena, o sea que en vez de dejarme presa me tendrían que haber dejado salir porque ya había estado seis meses”, afirmó. Y añadió: “El juez me dijo: ‘usted está presa por ese anillo que tiene en el dedo’”. Se refería a su alianza de casamiento.

Zaffaroni estuvo detenida en el penal de Punta de Rieles y en varios establecimientos militares, incluyendo la sede del Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas (OCOA), hasta que la liberan en junio de 1973, luego del golpe en Uruguay. Cada quince días debía presentarse a firmar en el Batallón Florida. “No podía ir, porque me fui un día a la casa de Canelones para limpiarla y ponerla en venta”, contó. Debajo de un sillón encontró una citación para que se presentara en el cuartel. Entonces llamó para decir que no podría ir: “Me dijeron que me presentara sí o sí. Entonces volví a mi casa, cogí un bolso, fui al aeropuerto y me tomé un avión a Buenos Aires”. Allí permaneció doce años.