Las calles del centro de Tokio fueron tomadas ayer por miles de japoneses, muchos de ellos de la región de Fukushima, devastada por la tragedia nuclear consecuencia del terremoto y el tsunami del 11 de marzo. Unas 60.000 personas se manifestaron en rechazo a la energía nuclear en la mayor protesta desde el incidente de Fukushima, informó la agencia de noticias nipona Kyodo.

La protesta contó con la presencia del premio Nobel de Literatura de 1994 Kenzaburo Oé, activista antinuclear, que ayer publicó una columna de opinión en el diario japonés Mainichi en la que pide la renuncia de los responsables por la tragedia de Fukushima, y subraya el trauma que supuso para los centenares de familias que debieron dejar sus hogares.

Unas 100.000 personas tuvieron que abandonar sus casas en los alrededores de la central nuclear y las estimaciones del gobierno indican que no podrán regresar a la zona por décadas.

Además, el accidente impidió que cientos de productores rurales continuaran con su modo de vida, ya que varios de los productos de la zona no se pueden comercializar y los que sí se pueden no son los más consumidos por el temor a la radiación, indicó el informe del corresponsal en Japón del diario chileno La Tercera, Antonio Castillo.

La protesta -que contó también con la presencia del músico Ryuichi Sakamoto, muy popular en su país- fue denominada “Despedida de las plantas de energía nuclear”. Entre los reclamos de los participantes se pidió que se haga efectivo a corto plazo el fin definitivo de la energía nuclear en Japón.

El gobierno del anterior primer ministro, Naoto Kan, había anunciado antes de finalizar, a comienzos de mes, que Japón debía dejar de depender de la energía nuclear a largo plazo, lo que preveía alcanzar con la cancelación de los proyectos de nuevas centrales nucleares y el paulatino desmantelamiento de las ya existentes.

El recién nombrado primer ministro, Yoshihiko Noda, no rechazó ese plan, y aseguró semanas atrás que definirá en el próximo año una nueva política energética a largo plazo, repensándola con el objetivo de “reducir todo lo posible la parte de electricidad de origen atómico”.

Sin embargo, mientras tanto, defiende la pronta reactivación de más de 30 reactores -de un total de 54 que posee Japón- que hoy tienen sus funciones suspendidas para someterlos a revisiones y verificar si son seguros.