De 1982 a 1995, se desempeñó como ministro de Cultura, de Educación y de Relaciones Exteriores de España durante el gobierno de Felipe González, del Partido Socialista Obrero Español. Luego, en 1995, se convirtió en secretario general de la OTAN, cargo que dejó para asumir el de alto representante del Consejo para la Política Exterior y de Seguridad Común de la Unión Europea y el de comandante en jefe del Estado Mayor de la Unión Europea, en los que se desempeñó desde 1999 hasta que se retiró de la actividad pública, en 2009.
Hoy se dedica a trabajar junto a organizaciones de la sociedad civil, como Human Rights Watch, da clases de dirección política y estrategia en la Escuela Superior de Administración y Dirección de Empresas en Barcelona, está vinculado a la Universidad de Londres, al Instituto Brookings de Washington y este año también enseñará en Harvard. La semana pasada dio una conferencia en Montevideo sobre los “desafíos de la seguridad Internacional”. Minutos antes de esa ponencia, se realizó esta entrevista.
-¿Cómo ve usted la intervención de la OTAN que se desarrolla en Libia desde marzo? En su momento se opuso a la que se lanzó en Irak en 2003.
-A mí me parece que nada tiene que ver la una con la otra, ni desde el punto de vista del motivo, ni de la legalidad. La acción, que no es sobre el terreno -no ha habido ningún soldado sobre el terreno-, sino para controlar el espacio aéreo, nace de una resolución de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) unánime, con cinco abstenciones [las de Rusia, China, Brasil, India y Alemania] y con el apoyo fundamental de la Liga Árabe y de la Unión Africana. Es decir, con el aval del mundo más afín y más interesado en que hubiera estabilidad en Libia.
-Se critica la intervención porque la resolución de la ONU habla de “proteger a la población civil” y con el pasar del tiempo resultó claro que lo que se hace es apoyar a los rebeldes.
-La evolución del proceso ha sido larga, más larga quizá que lo que algunos esperábamos. Yo, por lo menos. Pero se ha ido siempre ayudando a la parte que era más débil y, no cabe duda, había una parte que era más débil que la otra. Yo creo que el momento ha llegado en que la parte que impedía que hubiera un debate político y que mantenía el poder desde hacía más de 40 años va a dejar paso a una posibilidad de vía distinta, un cambio político.
-¿Qué tanta confianza inspiran los rebeldes? Muchos de ellos estaban en el gobierno de Gadafi cuando la revuelta comenzó.
-Las transiciones políticas son muy complejas y es más fácil estar unidos en la oposición política contra algo, que luego intentar construir una alternativa. Se trata por tanto de que los que han estado unidos en la oposición a Gadafi sean capaces de hacer lo segundo por ellos mismos. Nadie puede gobernar en nombre de los ciudadanos de otro país. Que ellos lo hagan es una esperanza y en esto se deposita la confianza en ellos.
-¿O sea que usted estima que son dignos de confianza?
-Es que no hay otra alternativa que confiar en ellos.
-Otros dicen que es una guerra por petróleo.
-No, la proporción de petróleo que tiene Libia en el contexto internacional es muy poca [es la octava mayor reserva mundial de crudo]. Ha habido una guerra en Libia que generó una parálisis de la exportación petrolera y en el precio del petróleo ni se ha notado. No es Arabia Saudita. Es un país que puede servir a los intereses de algunos países muy vecinos, Italia por ejemplo, pero ésta no es una batalla por el petróleo. Todo el petróleo que produce, no me acuerdo qué porcentaje del mundial, es muy poco [antes del conflicto, Libia producía 2% del petróleo del planeta]. Muy fácil: si hubiera sido una situación con un gran productor de petróleo, los precios se hubieran visto afectados.
-Pero se vieron afectados.
-Muy poco. La poquísima diferencia que pudo haber la produjo Arabia Saudita. El conflicto libio no produjo conmoción en el mundo del petróleo, así que yo creo que no es una guerra por petróleo. Es un país que tiene petróleo, pero yo creo que había cosas más importantes que el petróleo.
-¿Qué cosas eran más importantes?
-La estabilidad de un país del Oriente Medio. En esa región había una dinámica de cambio en los países más importantes, con dictaduras de más de 20 o de 30 años, y este país no seguía la vía de la apertura.
-¿Cómo puede la situación actual y futura de Libia afectar a Europa?
-La ribera mediterránea, la parte norte de África, es muy importante, para Europa. Nos separa un mar relativamente pequeño que es el Mediterráneo, que ha sido nuestra cultura común. Por lo tanto, la estabilidad de una parte del Mediterráneo afecta a la otra. Es una vía importantísima de comunicación, de comercio, etcétera.
-En cuanto a la seguridad de la Unión Europea, está muy presente el tema de la inmigración. Ya se están evacuando de Libia trabajadores extranjeros, africanos, que estaban allí y que quedaron varados por el conflicto. Eso genera preocupación en la Organización Mundial de Migraciones.
-Los países vecinos de Libia se han comportado con una enorme generosidad a lo largo de todos estos meses. Países que son pequeños, algunos de ellos, y países pobres han aceptado a algunos de los refugiados que han salido de Libia. Países que estaban en una crisis, como Túnez, y otros más al sur. Se han comportado muy bien.
-Muchos de los evacuados están siendo llevados a Egipto y a Túnez, que todavía están inestables, en plena transición política. ¿Cómo lo ve?
-A algún sitio tendrán que ir hasta que se normalice la situación en Libia, si es que no se quieren quedar ahí. Pero no son muchos los que se están yendo ahora. Cuando se tranquilice la situación lo que harán será volver. Ahora mismo se están yendo relativamente pocos. Se fueron más al principio, de la zona de Bengasi [la ciudad donde empezó la insurgencia contra el gobierno de Muamar Gadafi].
-O sea que, para usted, este conflicto no es preocupante para la seguridad europea.
-Yo creo que, al contrario, si hay estabilidad -yo parto de la base de que la habrá-, será muy bueno.
-¿A futuro ya no se ve con ningún cargo internacional o de gobierno?
-He pasado 15 años en puestos de responsabilidad internacional y 15 años en puestos de gobierno de mi país. Son 30 años al servicio público. Yo creo que ya no debo aceptar nada más, sino devolver un poco lo que sé.