El 11 de setiembre de 1973, la mayoría de los uruguayos que residían en Chile ya habían partido al exilio, pero para ese día eran muchos los que, por diferentes circunstancias, todavía se encontraban en el país. Dos de ellos eran los militantes tupamaros Silvia Guyer y Ricardo Viscardi.

Las causas

Uruguayos-Tacna: Alberto Fontela Alonso y Juan Cendán Almada (desaparecidos). La causa lleva el nombre del Regimiento Tacna a donde fueron trasladados, al igual que los detenidos en el palacio presidencial de La Moneda, ya que se encuentra a 12 cuadras de ese lugar. El caso judicial aún está en etapa de sumario (investigación), sin procesados, con diligencias pendientes. Siguen declarando distintos agentes del Ejército pertenecientes tanto al Regimiento Tacna como al Regimiento de Ingenieros de Tejas Verdes.

Tejas Verdes: Gadea Galán y Julio César Fernández (desaparecidos). La causa se denomina Tejas Verdes porque esa escuela de Ingenieros fue el último lugar donde fueron vistos. El caso llegó a la etapa de Plenario y ya hay acusados, entre otros, el general retirado Manuel Contreras Sepúlveda, el suboficial Ramón Carriel Espinoza, la teniente y enfermera Gladys Calderón Carreño, que también fue agente de la DINA, conocida por ser quien inyectaba cianuro a los detenidos, así como el mayor David Miranda Monardes, fiscal militar.

Ferrocarrileros: Ariel Arcos Latorre, Enrique Pagardoy y Juan Povaschuk (desaparecidos). La causa se llama así porque se presume que fueron trasladados al Regimiento de Ferrocarrileros de Puente Alto, entonces bajo el mando de Mateo Durruty Blanco. Está en etapa de sumario con procesados, entre otros los militares retirados Durruty, René Eloy Cruces, Gabriel Montero Uranga y Moisés Retamal Bustos.

Archivados por falta de méritos: Daniel Ferreira-Ramos Scaltritti, muerto por tortura el 15 de enero 1987; Arazatí Ramón Paco López López, desaparecido; Walter Rivera Materos Álvarez, asesinado el 6 de octubre 1973; Mónica Benarroyo, cuyo cuerpo fue hallado enterrado en el desierto en 2008.

Con 19 años, Guyer estaba en Chile para la Navidad de 1972. Pasó por Salto, Concordia, Santa Fe y Buenos Aires. Había intentado irse antes por el Vapor de la Carrera, pero no tenía la mayoría de edad, que entonces era 21 años. Viscardi salió el día de fin de año del aeropuerto de Carrasco hacia Buenos Aires. Se fue a Mendoza en tren y de allí en ómnibus hasta Santiago adonde llegó los primeros de enero de 1973.

El 8 de ese mes, Guyer confirma su embarazo. El jefe del grupo, cuyo nombre también figura en la lista, le da a elegir entre su hija y la militancia. “Ese mismo día dan la noticia de que habían matado en Brasil a Soledad Barret, la paraguaya que había estado en Uruguay, hija de asilados paraguayos. Para mí ella era un referente. Y dije: la voy a tener y le voy a poner Soledad”, contó. En febrero, se realiza un simposio del Movimiento de Liberación Nacional (MLN) en el que se destituye a su jefe, acusado de organizar una operación de contraespionaje, y ella queda a cargo.

Chile era un lugar de “picada” para el MLN. El objetivo era llegar a Cuba, hacer “entrenamiento militar” y “volver preparados”. Mientras tanto, “había que aprovechar el tiempo para proletarizarnos”, razón por la que se fueron armando campamentos en las montañas. Pero en Cuba no aceptaban mujeres embarazadas ni niños. “No me preguntes por qué, pero estábamos todas preñadas. Los maridos se iban y nosotras quedábamos solas”, recuerda con humor.

Viscardi se había negado a ir a Cuba por razones “político-ideológicas”. Su separación del MLN ya estaba decidida. No se trataba de una “condena a la revolución” sino de los efectos en la coyuntura interna de la organización que, a su entender, podría traer el traslado masivo de militantes a ese país. El 11 de setiembre estaba en un local partidario, al sur de Santiago, planificando el retorno por Argentina, que nunca se concretó.

Cuando se enteró del golpe salió a buscar a su esposa, que trabajaba en el norte, acompañada de su hija de tres meses. “En el trayecto de regreso del río Mapocho pasamos por la alameda y a unas cuadras de La Moneda. Se veía el combate entre francotiradores y militares. Íbamos con un bebé, a pie porque el transporte había cesado. Logramos que una persona en un vehículo se diera cuenta de la situación y nos llevara cerca del lugar donde vivíamos”, relató.

Guyer dio a luz a Soledad el 10 de setiembre en una clínica particular. Fue un parto con complicaciones y eso la obligó a mantener quietud absoluta. “Los bombardeos a La Moneda empezaron esa madrugada, pasaban los aviones rasantes. Con las horas nos enteramos de que era un golpe de Estado. De lo de Allende nos enteramos al otro día; era todo una gran confusión. A partir de ese día nadie más se pudo mover de ahí adentro [de la clínica] porque se decretó el toque de queda”, recordó.

Salvarse

Viscardi intentó refugiar a su esposa y a su hija en la embajada argentina pero no tuvo éxito. Se acogieron al estatuto de refugiados de las Naciones Unidas y lograron asilarse en Padre Hurtado con otros latinoamericanos hasta el 13 de diciembre, cuando fueron exiliados a Francia. “Los militares entraron al refugio, amenazaron con fusiles e hicieron un alegato con amenazas contra los subversivos extranjeros”, contó. El mismo 11 de setiembre, los militares chilenos instaron a los extranjeros a presentarse en distintas dependencias.

Cuando Silvia logró salir de la clínica con su compañero, los edificios diplomáticos estaban atestados. Tras recorrer varios, llegó a la Embajada de Panamá. Estaba igual de hacinada que las demás, pero las autoridades compraron una “una casa quinta con fondo y piscina, rodeada de árboles” para alojar a los latinoamericanos que los primeros días de octubre fueron trasladados a Panamá en forma provisoria.

“Los panameños se merecen un reconocimiento especial. Su hospitalidad, humanidad y solidaridad fue grandiosa. El agradecimiento es una deuda que tenemos con ellos”, valoró Guyer. Para el 20 de noviembre de 1973, ella y tantos otros uruguayos que habían llegado a Panamá ya estaban radicados en Cuba, ya no para preparar cuadros sino para sobrevivir el exilio.