-Para el 14 de noviembre se convocó un paro general en España en coordinación con la Jornada Europea de Acción. ¿Cómo se llega a esta medida?

-Venimos trabajando desde el inicio de la legislatura para mantener una presión sostenida a este gobierno para que rectifique su política económica. Ya al principio vimos que el gobierno no actuaba de acuerdo con lo que había prometido en su programa. España tiene características que tenemos que corregir: un modelo productivo basado en la precariedad y los salarios bajos, poco tejido industrial, fuerte dependencia de la construcción y del turismo, una fiscalidad regresiva, que además tiene un alto nivel de fraude, y una población muy preparada pero subempleada. Hay 52% de paro en empleo juvenil, hemos sobrepasado el 25% de la población activa en paro y se dieron además un par de datos escalofriantes: casi 1,8 millones de hogares en España tienen todos sus miembros en el paro y el índice de suicidios está creciendo. Ayer mismo [por el jueves 25] se suicidaron dos personas porque las iban a sacar de sus casas por no pagar las hipotecas. Si los sindicatos no dirigimos este proceso para que el gobierno rectifique su política puede producirse un estallido social de incalculables consecuencias. No se puede resistir el aumento de impuestos, la baja de los salarios, el paro, que nuestros jóvenes estén muy formados y obligados a marcharse al extranjero, como nuestros padres en la época de los 60. La presentación de presupuestos muy restrictivos por parte del gobierno fue el último empuje para convocar la huelga, en consonancia con lo que está pasando en la Unión Europea, porque las políticas que se están aplicando en España son fruto del bloque. Hay que revertir la situación.

-¿Confía en que la jornada tenga algún efecto en el gobierno o en el Partido Popular (PP), que aparece muy unido detrás del presidente, Mariano Rajoy?

-El PP tiene multitud de familias, desde neoliberales de nuevo cuño hasta los hijos ideológicos de la dictadura. No voy a decir que en el PP sean todos franquistas, pero que todos los franquistas están en el PP, eso es seguro, y tiene un aparato muy fuerte. Te diría que Rajoy es de los sectores más moderados del PP; los hay todavía más brutos, más de derechas, por eso la gente le dio su confianza. Y porque el programa que presentaron no es lo que están haciendo. Habían hablado de no facilitar el despido, no subir los impuestos... y todo eso lo hicieron.

-¿Tiene esperanzas en que el gobierno reaccione ante los reclamos?

-Sí, tengo mucha confianza en la gente y creo que podemos revertir la situación. No sé en qué plazos. La gente está reaccionando, está diciendo “basta ya”. El tema está en que desde la política hay que saber recoger estos mensajes y plasmarlos en propuestas que ilusionen a la gente en vez de tirarla para atrás, que es lo que está sucediendo, con alguna excepción u otra, que lo único que hacen es confirmar la regla.

-¿Qué impacto tiene que el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), la alternativa de un nuevo gobierno de izquierda, esté atravesando esta debacle electoral?

-La izquierda española debería repasar la historia, debería haber aprendido que sólo desde la gestión plural de un proyecto de izquierda se puede construir una mayoría política y social en España. No sólo el PSOE sino también las izquierdas periféricas. Nadie puede pensarse en España que es toda la izquierda. Deberían aprender de la experiencia del Frente Popular del 36. Para que se dé este proceso tenemos que tener mucha pedagogía y mucha reflexión. Y también... No sé si está bien ponernos como ejemplo nosotros los sindicatos, pero en este momento damos respuestas a las políticas del gobierno porque estamos juntos [en referencia a la alianza con la Unión General de Trabajadores, la otra gran central sindical]. Entramos y salimos de los procesos juntos, somos dos organizaciones distintas, pero fuimos capaces de ponernos de acuerdo en la base programática y poco a poco iremos profundizando. Los políticos podrían ir un poquito por ahí. Y además, si las izquierdas no hacen una reflexión de que los derechos nacionales de los pueblos deben formar parte de su proyecto, quien encabezará entonces la lucha por el mejoramiento del trato que el Estado central les da a las diferentes nacionalidades será la derecha periférica; en el caso de Euskadi, el Partido Nacionalista Vasco, y en el de Cataluña, Convergència i Unió.

-Hay varias críticas a los sindicatos, se dice que hubo demoras para convocar esta segunda huelga, que a medida que crecen los movimientos ciudadanos los sindicatos pierden representatividad y que dejaron de encabezar las luchas sociales. ¿Ustedes perciben que ocurre algo de esto?

-Sí, parte de esto tiene una razón de ser. Explicamos de forma insuficiente el acuerdo de pensiones que firmamos con el gobierno socialista. Parece que cuando los sindicatos firmamos acuerdos estuviéramos vendiendo algo, pero no es así; los sindicatos siempre firmamos acuerdos y convenios. Creo que una parte de las críticas tiene fundamento, pero hay otra que enlaza con una campaña antisindical que se está lanzando desde los poderes económicos, desde el gobierno español y los grandes medios de comunicación, para asociar al sindicalista con un vago que no quiere trabajar, que busca su propio beneficio. Convocar una huelga [paro] general es una cuestión muy seria en este momento, con las empresas en crisis, trabajadores que no saben si cobran a fin de mes, con los salarios deteriorados; la huelga general no es algo que se pueda hacer constantemente. Los griegos llevan hasta ahora, si no me equivoco, 28 huelgas generales y no han movido nada. Hay que medir muy bien los pasos porque no queremos que la medida se desgaste, y porque seguiremos con la campaña para que el gobierno rectifique, para convocar a un referéndum para que la gente decida si está de acuerdo con que se haya cambiado la política económica o no; si dicen que sí nos tenemos que comer lo que hemos hecho, pero si dicen que no, Rajoy puede hacer dos cosas: o modificar su política o dejar el paso a otros.

-¿Cómo ven las medidas más radicales que tomaron sindicatos locales, como el andaluz, como los saqueos a supermercados y ocupaciones de tierras?

-Es muy curioso que en los medios españoles se atienda más a este fenómeno que, por ejemplo, a la marcha de los mineros de julio. Las cosas se simplifican y se sacan de contexto, y parece como si la solución a la crisis fuera asaltar supermercados, y no es eso. Desde el respeto, yo no hubiera asaltado un supermercado. No soy quién para tomar esa decisión ante una gente que se supone que debo proteger. Hubiera tomado otras medidas. Ni yo ni mi gente hubiéramos impulsado esas medidas.

-¿El crecimiento del desempleo debilita también a los sindicatos?

-Un poquito sí. Hemos perdido unos 100.000 afiliados en los cuatro años que va de crisis, y ahora estamos en 1.100.000 afiliaciones. Hemos perdido sobre todo las cuotas, no las afiliaciones, y en el congreso que vamos a tener en febrero intentaremos ver cómo podemos hacer para que la gente pueda seguir en el sindicato y mantener una parte de sus derechos como afiliado aunque no tenga dinero. El problema es ése. Las crisis de los 80 sí se llevaron por delante la mitad de la afiliación, pero ésta se ha llevado muy poquito.

-Se reunió en Buenos Aires con Hugo Moyano, antiguo aliado del gobierno de Cristina Fernández. Más allá de la situación argentina, ¿cómo ve que los sindicatos y los líderes sindicales estén tan cerca del gobierno?

-El sindicato debería conservar su autonomía e independencia con relación a todos los poderes, también los económicos y los partidos, lo que no quiere decir indiferencia. Podemos evaluar las políticas de los gobiernos en función de cómo afecten a la gente que nosotros representamos, pero lo que no podemos es hacer de voceros del gobierno, justificar sus políticas. Hay que tener un ajuste muy fino con estas cosas: si uno quiere hacer otra cosa tiene que cambiar de gorra y pasarse a la política. El sindicato es una organización que está fundamentada en la defensa de derechos concretos y materiales que es a lo que nos debemos y también a construir alternativas socioeconómicas; nos debemos a nuestros representados.