El Movimiento de Participación Popular (MPP) discute actualmente en sus agrupaciones departamentales y frentes sociales un documento de diagnóstico y estrategia de los gobiernos del Frente Amplio (FA), de la fuerza política y del sector. El texto concluye que hoy no es tiempo de “reafirmar las rutas del crecimiento con distribución” sino “tiempos de transformación”. Evalúa que allí se juega la “verdadera sostenibilidad del proyecto de izquierda en Uruguay” y recuerda el ejemplo de la Concertación en Chile. “Lo que sucedió en Chile nos muestra lo que podría suceder si se cambian o se rebajan los conceptos originales en aras de mantenerse indefinidamente en el gobierno”, apunta.

El documento comienza evaluando que “el predominio de lo institucional bloqueó la profundidad de los cambios” en los gobiernos del FA. Apunta a que esa institucionalidad “se ha transformado en el eje de la acción política de la izquierda en Uruguay desde que asumió el gobierno”; entiende que esto ha sido así porque la izquierda tuvo que demostrar que podía gobernar, por un lado, y por el otro, “por la incapacidad política de trabajar en sintonía entre el plano social y el político-gubernamental, además de la inmadurez de ciertos sectores sociales, como gran parte del sindicalismo, para acomodarse a la nueva situación”.

El documento destaca que los gobiernos del FA han avanzado en “los eslabones más débiles del modelo neoliberal”: salario, salud, educación, derechos humanos, derechos sociales y laborales, corrupción, gasto público. Menciona positivamente las iniciativas del Plan Juntos, el Fondo de Desarrollo (Fondes) y el trabajo del Instituto Nacional de Colonización. “En el segundo gobierno del FA han asomado tímidamente algunas facetas de la economía social que pretendíamos desarrollar como alternativa”, indica. Pero advierte que existen “para esta etapa algunos eslabones débiles no enfrentados en toda su potencialidad, como la vivienda y el transporte ferroviario, y otro muy importante aún no completado, el Sistema Nacional Integrado de Salud”.

Fortalecer “las fuerzas sociales de los cambios” y “refundar” el aparato productivo son elementos claves para los redactores del documento. También reforzar el “poder coercitivo del Estado”, ya que lo contrario “conduciría a la pérdida de autoridad del gobierno frenteamplista” y porque el orden interno está “amenazado por el narcotráfico y el delito organizado”.

Las alianzas

“El FA tiene en su interior distintas fuerzas políticas y muchas de ellas no van mucho más allá de ejercer un buen gobierno, serio y honesto. Sin embargo, todos son absolutamente necesarios para seguir avanzando hacia el programa histórico del FA”, se evalúa en el texto. Se advierte, no obstante, que los sectores más “moderados” van a querer frenar el avance de los cambios. “Eso hay que evitarlo, y los sectores que ven y van más lejos, nosotros entre ellos, tenemos la responsabilidad de la conducción de la fuerza política, y por lo tanto, en última instancia, del propio gobierno”, señalan.

Apuntan que las últimas elecciones internas del FA mostraron que el MPP no trabajó “correctamente” el vínculo con las organizaciones sociales y remarcan la importancia de la buena gestión. “Increíblemente, todavía se oye decir [a emepepistas] que lo que importa no es gestionar bien, sino formar cabeza. Como si se pudiera separar el contenido de la gestión de la cabeza que hay que armar. Cierto que, para gestionar mal o usar mal la herramienta del gobierno, es mejor dejársela a otro sector frenteamplista. Pero ésa no es la opción válida. La verdadera opción es gestionar bien, de acuerdo a nuestras concepciones”, sostiene el documento.

En materia de alianzas, el texto detalla qué “fuerzas sociales y políticas” podrían calificarse como “pueblo”. Menciona “al proletariado, al conjunto de los trabajadores, a los mal llamados marginados, a los intelectuales patrióticos, a los pequeño burgueses, a los pequeños y medianos burgueses y aun a los burgueses cuyos intereses se enfrenten a los del imperialismo sea por la razón que sea, también al conjunto de segmentos sociales no sólo explotados sino sometidos, sea por razones de sexo o raza: mujeres, jóvenes, jubilados”.

En cuanto a la alianza con el Espacio 609, evalúa que “no ha pasado de ser un espacio de acuerdo electoral”, “sin elaboración política”. “La falta de espacios de trabajo colectivo y de una estructura de coordinación mínima entre quienes lo integramos, sumado a la indefinición o confusión sobre sus objetivos y las diferencias de tamaño de las organizaciones que lo integran, instaló un clima de desconfianza política que ha paralizado su posible crecimiento y desarrollo”, señala. No obstante, entiende que se debe seguir apostando a ese ámbito, en busca de convertirlo en un espacio de “construcción de línea política y de movilización en el territorio y frentes sociales”.