El presidente estadounidense, Barack Obama, asumió su mandato el 20 de enero de 2008 y ocho meses después presenció, desde la Casa Blanca, la quiebra de Lehman Brothers, momento que marcó el inicio de la crisis económica que desde Estados Unidos se extendería por Europa.

Las políticas de Obama en ese período fueron las del Plan de Estímulo para la economía y las destinadas a salvar puestos de trabajo y mantener en pie al sistema financiero, apoyado con fuerza en las instituciones bancarias y en Wall Street. Recibió millones de críticas por aprobar rescates monetarios a los bancos, pero no tantos aplausos cuando firmó la reforma financiera que representa la mayor intervención del Estado en Wall Street. La reforma “representa la mayor protección de la historia a los consumidores de productos financieros”, en palabras de Obama. La ley impulsó mayores controles sobre los créditos hipotecarios, disminuyó la capacidad de los bancos de hacer inversiones de riesgo, fortaleció a las autoridades para que puedan actuar ante el peligro de colapso y a los organismos de contralor para que sancionen a las empresas.

Fue en 2010, el año dorado de su gobierno, que Obama impulsó esta reforma, así como la sanitaria, y se vieron los primeros resultados del plan de estímulo económico.

“Después de casi un siglo intentándolo, tras un año entero de debates, la reforma sanitaria se convierte en ley en Estados Unidos”, dijo un victorioso Obama en marzo de 2010, cuando la Corte Suprema ratificaba la constitucionalidad de la norma. La reforma garantiza la atención de salud para casi todos los habitantes, al establecer el seguro médico obligatorio y un subsidio estatal para quienes no puedan pagarlo.

Fue la reforma que más prometió, junto a la migratoria, que quedó por el camino y revivió en la campaña, con promesa de cumplirla en 2013 en caso de que gane las elecciones. Estos cuatro años desengañaron a los miles de inmigrantes, que durante la campaña de 2008, confiaron en que el presidente podría lograr la aprobación de cambios en el sistema migratorio para legalizar a los indocumentados. En especial porque este fracaso se dio en simultáneo con el recrudecimiento de la persecución a los inmigrantes ilegales en varios estados, como Arizona, que autorizaron leyes para criminalizarlos. Si la Justicia dio un espaldarazo a Obama al aprobar la reforma sanitaria, le dio la espalda al respaldar a la ley de Arizona, que fue impugnada por el Departamento de Estado.

Obama tampoco tuvo éxito al impulsar la aprobación del Dream Act, para legalizar a los inmigrantes que llegaron al país de la mano de sus padres cuando eran menores de edad, si cumplían con ciertos requisitos. Como muchos de los fracasos de Obama, éste se puede adjudicar a la mayoría en la Cámara de Diputados que lograron los republicanos en las legislativas parciales celebradas en 2010, en las que los demócratas fueron duramente derrotados. Ante la desazón de los inmigrantes, en agosto el presidente firmó un decreto -tachado de electoralista por los republicanos- por el cual los jóvenes pueden postularse para que sus órdenes de deportación se retrasen por dos años.

Obama sí logró la derogación de la ley conocida como “Don’t ask don’t tell”, que prohibía el ingreso de homosexuales declarados a las Fuerzas Armadas y permitía expulsarlos. Además fue el primer presidente de su país en declarar su apoyo al matrimonio entre personas del mismo sexo, aunque no impulsó medidas en este sentido.

El presidente de los drones

Los ataques con aviones no tripulados en la política antiterrorista -comenzada por George W Bush y continuada por Obama- fueron característicos del gobierno demócrata. Sólo en 2009, su primer año como presidente y en el que recibió el premio Nobel de la Paz, Obama autorizó más ataques con drones que Bush en su segundo mandato (2004-2008), y alcanzó los 54, ocho más que su antecesor. Los datos recopilados por la New American Foundation indican que en 2009 Obama autorizó 240 de estos ataques en distintos destinos.

Durante la presidencia de Bush, acciones similares causaron la muerte de entre 374 y 544 personas -según la fuente que se consulte-, y en los primeros dos años de la administración demócrata la cifra de fallecidos por esta causa se estima entre 1.324 y 2.348, según un informe del Real Instituto Elcano. Muchas de esas víctimas eran civiles.

Obama había rechazado la política contra el terrorismo de su antecesor, pero sus principales promesas para revertirlas no se cumplieron: la prisión de Guantánamo continúa abierta -por la oposición que su cierre despertó en el Congreso- y se sospecha que otras cárceles clandestinas siguen funcionando en bases estadounidenses en Europa y Asia. El gobierno sí ha devuelto a las autoridades locales otras prisiones emblemáticas, como la afgana Bagram y las iraquíes Abu Ghraib y Camp Bucca. También logró la retirada de Irak en la fecha prometida: diciembre de 2011, así como la cronología para la salida de Estados Unidos de Afganistán en 2014.

Otro hito en la política de Obama contra el terrorismo fue la operación que mató a Osama bin Laden en mayo de 2011, por medio de la incursión clandestina de un grupo de elite militar a Pakistán, lo que generó algunos roces entre los gobiernos.

Mirando hacia el sur, en materia internacional, Obama flexibilizó algunas medidas del bloqueo a Cuba, en particular al derogar una norma promovida por Bush que había limitado el envío de remesas y los viajes de cubanos de Estados Unidos a la isla. La modificación también permitió que enviaran paquetes de ayuda humanitaria así como mercancía para la venta o dispositivos tecnológicos para las comunicaciones.