Con muchísima previsión y una organización minuciosa comenzó ayer el XVIII Congreso del PCC. Las autoridades partidarias que allí se definan, automáticamente, formarán el nuevo gobierno que sustituirá al del presidente y secretario general del PCC, Hu Jintao, y su primer ministro, Wen Jiabao. La apertura fue marcada por un solemne y monocorde discurso de Hu, quien habló del “socialismo con características chinas” y de construir una sociedad “moderadamente próspera”.

“Nos enfrentamos a oportunidades sin precedentes para el desarrollo, así como a riesgos y desafíos no conocidos hasta ahora”, dijo Hu en referencia al salto económico que dio China en los últimos años. Señaló que durante la próxima década deberá crearse un “nuevo modelo económico” y alertó que si China no es capaz de enfrentar el problema de la corrupción, éste “podría ser fatal y causar incluso el colapso del partido y la caída del Estado”.

Alertó que “todos los que violen la disciplina del partido y las leyes estatales, sean quienes sean o tengan la posición que tengan, deben ser llevados ante la Justicia sin piedad”, en aparente referencia a Bo Xilai, quien era parte del Comité Central (tercer órgano en importancia del PCC) hasta que fue expulsado, acusado de corrupción. Desde hoy hasta los primeros nombramientos, previstos para el miércoles, se espera que se debata a puertas cerradas sobre cuestiones ideológicas e incluso se maneja la posibilidad de que se reforme la Constitución de 1982.

En un discurso de marzo, Wen anticipaba parte del contenido del debate al argumentar que son necesarias reformas económicas pero también “del partido y del sistema de liderazgo del Estado” para enfrentar “nuevos problemas que surgieron en la sociedad china” a raíz de la apertura económica que el país ha experimentado en las últimas tres décadas.

Ayer Hu dijo, en este sentido: “Debemos continuar haciendo esfuerzos activos y prudentes para llevar a cabo la reforma de la estructura política, y hacer la democracia del pueblo más extensiva, de alcance más completo y práctica más sólida”.

La mayoría de los miembros del actual gobierno -y probablemente de sus sucesores- son favorables al camino denominado “liberal” o “reformista”, como Hu y Wen, que propone cierta apertura económica y política del PCC y de China. La otra rama del partido es más conservadora y propone un regreso al maoísmo, para volver a las “bases” del socialismo chino; su cara más visible era la del destituido Bo.

El nuevo gobierno deberá impulsar esas reformas y enfrentar un descontento cada vez mayor entre la población por varios asuntos: la corrupción, la desigualdad económica, la falta de libertades y el poco respeto a ciertos derechos -ayer la mayoría de los líderes opositores estaban en una especie de prisión domiciliaria y la ciudad en la que se desarrolla el Congreso tiene cerrado el paso a toda persona ajena al PCC, por ejemplo-.

En el Congreso están reunidos además de los miembros del gobierno -y de la cúpula del partido- los 2.270 delegados del PCC, en representación de las distintas provincias, empresas estatales y otros estamentos del país. Ellos serán los que elegirán, el miércoles, la nueva conformación del Comité Central, de 200 miembros. Este organismo se reunirá el día después de la clausura del Congreso, el jueves, para decidir la nueva composición del Politburó, de 25 miembros, y del Comité Permanente, cuyos integrantes -que hoy son nueve pero está previsto que se reduzcan a siete- son los que gobiernan el país.

Ya está acordado que como líder del partido y del gobierno se designe al actual vicepresidente, Xi Jinping, de 59 años, quien asumirá en marzo y será responsable de una nueva etapa, en la cual se prevé que comience a generarse una apertura política, bajo la atenta mirada de Hu.