Cuando cerraron las urnas en los primeros estados, las encuestas a boca de urna daban alguna ventaja a Obama, que se fue consolidando a lo largo de la madrugada, con los puntos más altos en la confirmación de la victoria en estados clave como Ohio, Colorado y Virginia.

Por el orden en que se fue conociendo el escrutinio el batacazo fue en Colorado, un estado cuya votación se mostraba muy pareja en las encuestas previas y que cuenta con casi un 21% de población de origen latinoamericano. Con ese resultado las distintas emisoras estadounidenses, comenzando por CNN y Fox News, dieron a Obama la victoria con 274 de los miembros del Colegio de Electores, que es el que formalmente elije al presidente.

Tras algunos minutos de incertidumbre, durante los cuales en el búnker republicano se dijo que Romney no estaba dispuesto todavía a reconocer la derrota, el ahora ex candidato presidencial se dirigió a sus seguidores, dando pie a la salida, victoriosa, de Obama, que también ganaba anoche en cantidad total de votos.

La participación en las elecciones estadounidenses suele ser baja, aunque desde 1996 ha aumentado de 49% a 57% en 2008. En estos comicios el factor distorsivo fue la tormenta tropical Sandy, que golpeó varios estados del este del país, al punto que éstos tomaron medidas alternativas para facilitar el voto. Nueva York, por ejemplo, autorizó que los ciudadanos votaran en cualquier circuito, sin importar si era el que les correspondía.

A sabiendas de la pobre asistencia a las urnas, ambos candidatos utilizaron hasta el último minuto para alentar a los ciudadanos a que fueran a votar. Los demócratas distribuyeron por medio de las redes sociales un cartel con el mensaje: “Hacé llamadas como si fuera el último día de la campaña (porque lo es)”.

Ante la falta de datos sobre la participación, los primeros sondeos al cierre de esta edición señalaban una fuerte asistencia a las urnas de los votantes de origen latinoamericano, que suelen apoyar al candidato demócrata. CNN informó que la participación de hispanos creció hasta 73% desde el 67% de 2008, en lo que podría traducirse como una buena señal para Obama. Mientras que la prensa registraba el aumento de la concurrencia a votar, el candidato a vicepresidente republicano, Paul Ryan, envió un email “urgente” advirtiendo que hubo una “fuerte participación demócrata” y casi ordenando: “Tenemos que contrarrestarla con una última oleada”.

Con similar urgencia se había manifestado Romney, quien también a lo largo de la tarde aseguró que no podría imaginarse pasar el día “sentado” cuando las elecciones se definirían “por unos pocos cientos de votos” en los estados claves que podrían decantarse por un candidato o por otro.

Por su parte, Obama mostró tranquilidad y algo de expectativa en sus apariciones mediáticas. Cerró su campaña el lunes de noche y pasó la jornada electoral en Chicago (Illinois), ciudad que en 1994 lo eligió senador y en la que también celebró su victoria en las presidenciales de 2008. En la tarde recurrió a una especie de cábala y volvió a jugar un partido de básquetbol, tal como hizo en las anteriores elecciones, antes del triunfo.

Su compañero de fórmula, el vicepresidente Joe Biden, votó en Delaware y después visitó por sorpresa Ohio, uno de los estados clave. De Ohio se destaca que ningún republicano ganó las elecciones sin triunfar en ese estado, y tampoco lo hizo ningún demócrata desde 1964. Después, Biden y Obama se reunieron en Chicago para esperar los resultados, y a la ciudad llegaron también cientos de asistentes de campaña, la primera dama, Michelle Obama, y sus hijas, Sasha y Malia, quienes más temprano habían ido a clases como todos los días.

Mientras tanto, un nervioso Romney utilizó hasta el último momento para participar en encuentros masivos, en línea con aquello de no quedarse “sentado”. Tras votar en Boston, donde regresaría para esperar los resultados, visitó Ohio y Pensilvania, que según los sondeos se inclinaría hacia los demócratas. Su compañero de fórmula Paul Ryan visitó Virginia -otro estado clave- tras votar en Wisconsin. En el cuartel general de Romney dos pantallas gigantes alimentaron la ansiedad: una sintonizaba a CNN y la otra a Fox News.

Brujos y videntes trataban de adivinar quién ganaría las elecciones, al igual que los centros de apuestas internacionales -en Estados Unidos está prohibido apostar sobre el resultado de los comicios- y el sitio intrade.com mostraba una fuerte tendencia a favor de Obama: 69,3% de los apostadores consideraba que Obama sería el vencedor.

La jornada electoral estuvo salpicada de declaraciones de ambos candidatos, tanto para invitar a votar como para resaltar la importancia de las elecciones: Romney llamó a hacer un “necesario cambio de rumbo” y Obama pidió que se repitiera la “apuesta al cambio”. Además, los contendientes cruzaron halagos: a primera hora el demócrata felicitó al republicano por su “enérgica” campaña y más tarde Romney le devolvió el favor, reconociendo la “potente campaña” llevada a cabo por el presidente. Pese a los golpecitos en la espalda, cada uno reafirmó su confianza en su equipo de campaña y en su propia victoria.

Ambos candidatos llegaron a las elecciones con el cansancio que dejó una campaña electoral de jornadas maratónicas, que incluían visitas a tres o cuatro estados en un mismo día, y sin certezas, ya que las encuestas mostraron hasta el último momento que los resultados serían muy ajustados, excepto en aquellos estados considerados “bastiones” de uno u otro partido, como Texas -republicano- o Nueva York -demócrata-.

Una señal de la incertidumbre que dejaban las encuestas previas a la votación la dio Obama, que preparó dos discursos, uno de victoria y otro de derrota, para el momento de conocer los resultados. En cambio, Romney aseguró que tenía un solo discurso que no contemplaba la derrota. Al enfrentarse a ésta, dio un discurso breve, casi como cumpliendo el trámite, deseándole buena suerte en este nuevo mandato y señalando que su esposa, Ann, hubiera sido una “gran” primera dama.